Hablar de Iker Romero en Alemania, un país donde el balonmano es prácticamente una religión y que desde hace muchos años acoge con un indudable éxito organizativo la Final Four de la Champions en el majestuoso Lanxess Arena de Colonia, son palabras mayores. No es para menos teniendo en cuenta el dorado palmarés y la intachable trayectoria del exbalonmanista vitoriano, ahora segundo entrenador de un TSV Hannover-Burgdorf que estaba rompiendo moldes en la todopoderosa Bundesliga. A la sombra de Antonio Carlos Ortega y encargado también de la progresión de las futuras promesas del modesto equipo alemán, Romero acaba de ver truncado el cuento de hadas protagonizado estos últimos meses en la mejor liga del planeta.

La cancelación definitiva de la competición germana del pasado martes a falta de siete jornadas para el final, siendo una pequeña decepción, no ha pillado desprevenido al gasteiztarra. Y es que, en compañía de uno de los técnicos más reputados del panorama español, Iker había conseguido extraer el máximo jugo a un humilde conjunto sin las posibilidades económicas de otras potencias y que también había obtenido el pasaporte para la Final Four de la Copa teutona. La conmovedora rebelión del Hannover, cuarto clasificado final y capaz de tutear a clásicos como el Kiel, el Flensburgo, el Rhein-Neckar o el Magdeburgo, había alcanzado unos límites insospechados y buena parte de la culpa la tiene un icono del deporte alavés que ha decidido echar raíces en este banquillo del norte de Alemania tras "cuatro años maravillosos" en el Fuchse Berlin entre 2011 y 2015.

"No ha sido ninguna sorpresa y era lo esperado. Después de que se suspendiera la liga hace un mes y como se han desarrollado los acontecimientos, la Federación, la liga y los clubes han decidido que esta era la mejor opción. Está claro que la solución perfecta no existe. Aunque te fastidie el hecho de acabar el torneo y con la temporada que estábamos haciendo, es algo totalmente entendible y lo más coherente. Al final, el balonmano es una cosa pero la salud otra mucho más importante con la que no conviene jugar. Creo que poner en riesgo a plantillas, técnicos y espectadores no merecía mucho la pena", justifica Romero, que vive en la capital del estado federado de Baja Sajonia.

Con la satisfacción del trabajo bien hecho y haber completado "la mejor temporada de la historia del club", el vitoriano vive días atípicos en los que la cabeza da excesivas vueltas y está pegado a su teléfono para saber la evolución del coronavirus en Vitoria. Considera "justo" que el deporte pase a un segundo plano en una situación tan dramática como la actual, pero pone en valor su labor con los más jóvenes y el hecho de haber sido capaz de clasificar nuevamente al Hannover para competir el próximo curso en Europa. "Íbamos cuartos y ahora queda la liga como estaba a falta de siete jornadas. Aunque a todos nos hubiera gustado acabar la campaña, es lo más justo. Seguramente la Final Four de la Copa se podrá jugar el año que viene. Ya tenemos plaza para participar en la Copa EHF y eso es motivo de orgullo. No es por estar Carlos Ortega y yo, pero desde hace años el club lleva haciendo las cosas muy bien. Tuvimos la posibilidad de fichar gente joven que está resultando y la mezcla con los veteranos es positiva", constituyen las claves para el vitoriano, que recientemente renovó su compromiso hasta el verano de 2021 y, por tanto, cumplirá su cuarta campaña en el banquillo del Hannover si nada se tuerce.

EL DÍA Y LA NOCHE

A diferencia de la Asobal, la Bundesliga está plagada de cocos y representa la envidia para los buenos amantes del balonmano. Pabellones llenos hasta la bandera, clubes profesionalizados que son una máquina de generar dinero y aficionados que, cerveza en mano, disfrutan con un deporte convertido casi en una especie de patito feo en España pese a los constantes éxitos de la selección capitaneada por Jordi Ribera. Muchos entrenadores no dudan en emigrar a países con gran tradición de balonmano como Francia, Polonia, Hungría, Macedonia o Alemania ante las dificultades para ejercer su profesión en la devaluada competición estatal y entre ellos figura Iker Romero.

"Siempre digo que la Bundesliga es como la NBA del baloncesto en Estados Unidos. La logística es propia de un club en España. Está claro que no se maneja el dinero del fútbol, pero la estructura es muy parecida. En Hannover es un deporte top, pero no debemos competir con el fútbol como David y Goliat. El fútbol es fútbol en España y Alemania, una pasión que tiene miles de seguidores en todos los lugares. Muchos aficionados del balonmano van a presenciar el fútbol y viceversa, de lo que se trata es de que no coincidan los horarios de los encuentros. Hasta que estalló el tema del coronavirus, hemos sido el tercer o cuarto equipo que más público ha llevado a la cancha", se congratula Iker, que también admite que la pandemia ha empujado ahora a muchos clubes a iniciar la vía del ERTE con el fin de minimizar las pérdidas económicas.

Tristemente ya no habrá entrenamientos y partidos al más alto nivel en lo que resta de ejercicio, pero el vitoriano confía en poder reanudar en breve su labor formativa con las promesas del Hannover. Todas ellas tienen en Romero un espejo inmejorable en el que mirarse a la hora de progresar. "Es algo bonito y con lo que me siento a gusto. Hago los entrenamientos de la base y llevo un equipo. Somos una plantilla que cuenta con tres o cuatro veteranos, pero el gran patrimonio es la gente joven que está despuntando. Yo me encargo de trabajar con ellos individualmente para que puedan dar el salto al primer equipo", revela.