Carlos Alcaraz abrió de par en par las puertas del futuro con su victoria en el US Open ante Casper Ruud. Con 19 años, el chico de El Palmar, que cuando era aún más joven expresaba de palabra su sueño y su ambición de ser número uno del mundo, ya es campeón de Grand Slam y, eso, número uno del mundo. Como si fuera fácil, pero hay detrás un trabajo concienzudo y bien medido que dirige Juan Carlos Ferrero, que también alcanzó la cima del tenis mundial. Por eso, quizás convendría dejar de llamarle Carlitos a quien ya ha derribado muchas barreras en el tenis de mayores, pero en realidad el propio jugador no quiere renunciar a esa ingenuidad, a esa parte lúdica que le hace sacar su mejor tenis.

“En Montreal y Cincinnati perdí en parte la alegría, sentí la presión. No era capaz de sonreír en pista. Aquí vine a pasármelo bien, a sonreír en pista y disfrutar jugando al tenis. He conseguido el trofeo porque he sido feliz en pista”, comentó con el trofeo de campeón ya en sus manos. Lo logró en el escenario perfecto, en el Grand Slam más abierto a las sorpresa, en el que nadie ha repetido título desde 2005 y en el mayor escenario del tenis, esa Arthur Ashe de 25.000 espectadores rendidos a sus pies y en la que no dudó en pasarse una hora firmando autógrafos después de haber hecho historia.

La victoria del joven murciano podría ser considerada como una de esas sorpresas que de vez en cuando se dan en el tenis por la inspiración de un deportista durante un par de semanas. Pero en Alcaraz se reúnen el desparpajo y el atrevimiento propios de su edad con las herramientas de un jugador mucho más maduro. El murciano maneja todas las suertes técnicas, aunque eso le lleve a veces a desordenarse como le ocurrió en el segundo set y hasta el tie-break del tercero. Su físico es prodigioso: ganó la final tras disputar tres partidos a cinco sets en las rondas anteriores y, en total, ha estado casi un día entero en pista, 24 horas, para levantar el trofeo. Y, lo más destacado a su edad, tiene una fortaleza mental privilegiada. Cuando estaba cerca de la victoria, cuando el brazo podía encogerse, elevó su nivel, sobre todo al servicio, y con siete saques directos en sus últimos tres turnos impidió que Ruud pudiera recuperar la iniciativa. “Es algo que incluso me ha sorprendido a mí mismo porque era algo que me faltaba, ser regular en un partido o en un torneo”, señaló.

Ferrero afirma que su pupilo solo ha alcanzado “el 60% de su capacidad” y pese a ello, el triunfo de Carlos Alcaraz es algo que muchos expertos pensaban que iba a llegar más pronto que tarde. No es algo casual porque ha llegado al número uno del mundo siendo el jugador que este año más partidos y títulos ha ganado. El reto grande le llega ahora, el de mantenerse ahí arriba, teniendo en cuenta que ha pisado un territorio que ha estado ocupado en los últimos años por ese trío legendario que, también más pronto que tarde, se batirá en retirada. “Vendrán cosas que nunca imaginé que llegarían con 19 años, pero no me será complicado mantenerme en el suelo”, aseguró el campeón del US Open.

Siempre mejorar

Una de esas cosas son las comparaciones, sobre todo por cercanía con la inabarcable carrera de Rafa Nadal. Alcaraz conoce perfectamente lo que eso supone y está dispuesto a poner todo de su parte para estar muchos años en la cumbre “porque es algo que busco”. “El número uno llega muy pronto, pero no quiere decir que tenga que estancarme y que no haya que mejorar. El Big Three ha ido evolucionando conforme pasan los años. Siempre hay algo que mejorar. Ahora es cuando más ganas y trabajos hay que poner”, sentenció.

50 años después de Arthur Ashe ganara el US Open y abriera una nueva etapa en el tenis masculino; 22 años después de Lleyton Hewitt, cuyo récord ha roto Alcaraz, llegara al número uno del mundo tras ganar el US Open; y casi 21 años después de Roger Federer ganara en Wimbledon el primer Grand Slam del Big Three, Carlos Alcaraz ha podido abrir en Nueva York, la ciudad de los sueños, una nueva era sin perder la sonrisa, sin dejar de competir hasta el último aliento y sin dejar de pegar a la pelota con la fortaleza y precisión de los elegidos.