Donostia – Que especies cinegéticas como el jabalí, el corzo o el ciervo estén llegando a los núcleos urbanos ha quedado sobradamente demostrado, al igual que resulta evidente la generación de desequilibrios en el ecosistema y afecciones sobre la biodiversidad, e incluso, en el incremento de accidentes en las carreteras.

Una de las principales causas es el parón de la actividad cinegética “motivado por la pandemia del covid-19, que estableció restricciones sanitarias incluso para los cazadores”, según sostiene Nicolás Urbani, veterinario especializado en agroganadería, caza, bienestar animal y calidad alimentaria.

La consecuencia directa de ese cese de actividad ha permitido constatar que “los animales han incrementado las poblaciones de forma notable y se han movilizado más y, en consecuencia, es necesario tomar conciencia de las afecciones a la seguridad ciudadana, y ya existen estudios sobre los ataques de jabalíes a animales de compañía y a las personas en zonas urbanas, atraídos por la facilidad de comida o por el pienso que se proporciona a las colonias de gatos”, señala el experto.

Por si fuera poco, existen informes en Estados Unidos sobre la afección en el cambio climático que genera esta especie, “ya que sostienen que al escarbar en el suelo en busca de comida, se libera dióxido de carbono que genera un impacto medioambiental superior a las que producen las vacas”.

Sanidad animal

Pero si hay un aspecto que preocupe sobremanera es el derivado de la sanidad animal y la salud pública, ya que está demostrado que “cuando existe sobreabundancia las patologías se difunden mejor y existen patologías de la fauna cinegética que son zoonóticas, como la tuberculosis, que afecta al ciervo y al jabalí, o la triquinosis en el caso de este último, que proviene del consumo de carne infectada. Además, existen otras patologías que afectan a los animales de compañía como puede ser la enfermedad de Aujeszky”.

Sobre esta última, Urbani recuerda que se produjo un caso en Nafarroa, “donde se confirmó la muerte de cuatro perros de caza con sintomatología propia de esa enfermedad tras morder un jabalí abatido que era portador de ese virus. Cada vez se están dando más casos y el año pasado murieron quince perros en Galicia con esa enfermedad”.

Pero lo que resultaría catastrófico sería la posible llegada y transmisión a los cerdos de la peste porcina africana “ya que la mayor parte de los focos detectados en Europa están asociados al jabalí”, apunta Urbani. Esta enfermedad vírica podría tener consecuencias letales para las 40.000 explotaciones comerciales existentes en España, que son “un referente agroganadero, ya que somos el primer país productor europeo, por encima de Alemania. Además de suponer el 36% de la producción ganadera total, el porcentaje destinado a la exportación se sitúa prácticamente en el 80%”.

Por ello es necesario que “en cuanto se detecte un brote, se identifique rápidamente y se evite que se infecten nuevos animales. Desde las federaciones de caza estamos concienciando a los cazadores con formación específica en sanidad animal para que pongan el caso en conocimiento de las autoridades”.

Con esa finalidad, el grupo operativo PREVPA, que involucra a todos los sectores implicados en la prevención de la PPA, ha elaborado un decálogo en cuya confección ha participado Urbani que recoge las principales medidas para el control sostenible de las poblaciones de jabalí. Entre otras actuaciones, propone regular la alimentación suplementaria, concienciar a la sociedad de la necesidad de gestionar las poblaciones o evitar el acceso a los residuos SANDACH, acrónimo de Subproductos Animales No Destinados Al Consumo Humano.

El excesivo incremento de poblaciones también puede provocar un aumento en la proliferación de enfermedades de origen parasitario, como la fiebre hemorrágica Crimea Congo provocada por las garrapatas, o la sarna producida por parásitos cutáneos, entre otras.

Urbani apunta también que el jabalí, por ejemplo, “es un predador de especies de aves que nidifican en el suelo, algunas de las cuales están protegidas”, y al igual que el ciervo o el corzo, “provocan importantes daños en la agricultura y en determinados cultivos” como el maíz en el caso del primero y en viñedos, cereales y cultivos leñosos como los almendros, los olivos jóvenes o los frutales. “Además, la cobertura de las aseguradoras cubre los daños en las panochas tiernas de maíz, pero no asume daños como los que produce el jabalí en la simiente de esa gramínea”.

Para hacer frente a la sobreabundancia y tratar de regular el incesante incremento de las poblaciones, el experto considera que “la caza es la herramienta más sostenible a nivel económico, social y ambiental, tal y como señalan las autoridades europeas, porque permite la pervivencia de los servicios ecosistémicos de los que nos beneficiamos todos”.

Ante la certeza de que en zonas urbanas y periurbanas no es posible la utilización de armas de fuego, Urbani considera necesario buscar otras alternativas, aunque opciones como “las vacunas anticonceptivas resultan inviables, porque se requiere capturar al 70% de los ejemplares para luego liberarlos, por lo que resulta más lógico sacrificarlos directamente ya que no tiene sentido que sigan provocando daños aunque sean estériles”. l