S olo quien siente esta camiseta sabe lo que es sufrir hasta el punto de no poder mirar más al campo. Y solo el que ama estos colores conoce la emoción y la euforia que puedes percibir cuando se alcanza una memorable gesta histórica como la del pasado jueves en el Bernabéu. Hombres de poca fe. En la creencia está el camino. Este equipo llevaba tiempo amagando con hacer algo grande y, sin que le regalen nada, en una trayectoria repleta de incómodas espinas, se ha ganado la oportunidad de soñar con levantar otro título.

La Real siempre ha luchado ante gigantes mucho más millonarios y poderosos, por lo que somos plenamente conscientes de que sus triunfos estarán impregnados en sangre, sudor y lágrimas. Si ganamos nuestra primera Liga en el último minuto, la segunda en el partido final y la Copa en los penaltis. Qué nos van a contar? Pero el sentimiento provoca que se pueda sufrir tanto que duela. No fue un caso ni dos, sino muchos más. Bastantes aficionados realistas tuvieron que abandonar la grada del coliseo blanco en la interminable prolongación. Sus anécdotas no tienen desperdicio. Mi amigo Txema se metió en el baño y, cuando salió al escuchar que había acabado sin que marcase el empate el Madrid, se encontró con un hombre orinando y le dio un beso. Pero como este conozco varios casos similares. En el mismo palco de prensa alguno estaba detrás de su asiento, agachado con las manos tapándose los ojos? Pero cuando pitó el final, qué momento? De esos que se llevan a la tumba. Que te permiten incluso codearte, salvando las lógicas distancias aunque no por mucho, con los que festejaron en la grada del Molinón el tanto de Zamora.

Yo llevo tiempo diciéndolo. Lo necesitamos. A este club y a su afición les urge vivir una final. Hay que regar el jardín del sentimiento de pertenencia para poder transmitirlo a nuestras futuras generaciones. Un partido así, en Sevilla, con un desplazamiento masivo de familias enteras ataviadas con todo tipo de emblemas blanquiazules, no se olvida en la vida. Con esto no quiero ofrecer la percepción de que nos vemos en la final, porque he visto varios partidos del Mirandés y juegan muy bien y en su campo son muy peligrosos. Cuidado, que hasta el rabo todo es toro.

Ahora bien, sí me gustaría destacar una cosa. Y es el mérito de Imanol y de los jugadores. Aunque no lo sepan, han enterrado definitivamente la penosa maldición de la Copa 32 años después de aquel 0-4 también en el Bernabéu que certificó el pase a la final que se perdió ante el Barcelona. Esta plantilla no ha querido saber nada de posibles imprecaciones que perjudicasen su senda en la competición. Su camino estaba escrito. El entrenador les convenció de que podían lograrlo y los jugadores, incluso antes que sus fieles aficionados, se lo creyeron. Ese era el primer paso para soñar con algo magno. Y como hemos demostrado a lo largo de la lamentable travesía por el desierto, al parecer era el más complicado.

Eso sí, hay una cuestión que me gustaría destacar después de ver la semifinal de la Supercopa femenina entre el Levante y la Real. Estamos ya todos de acuerdo con el estilo, pese a la necesidad imperiosa de introducir matices y de continuar en permanente evolución, como la sobresaliente planificación con la que Remiro evitaba con sus pases la primera línea de presión del Madrid buscando sobre todo al mariscal Merino. El objetivo tiene que ser ahora desterrar de una vez por todas la sensación de equipo blando y sin carácter. Es evidente que no ayuda que sea el conjunto al que más veces le han remontado esta campaña -con cinco-, la última, la de Leganés, todavía sin cicatrizar (no me lo creo ni yo; lo del Bernabéu lo cura todo). Pero me gustaría incidir en que en este terreno, las chicas nos enseñan el camino. Con un plantel lleno de guipuzcoanas, al igual que el masculino. Cómo pelean, cómo luchan, cómo creen en sí mismas, cómo sufren y se rebelan ante las adversidades, de dónde sacan esa energía para sobrevivir cuando pocos confían en ellas. Me lo confirmaba una de ellas por mensaje tras la victoria: "La verdad es que este equipo es muy especial". Suerte hoy, campeonas.

Yo siempre he discrepado con la definición de poseer personalidad en el campo. Muchos decían que Xabi Prieto no la tenía, que le faltaba carácter, y, para mí, ser el único realista que pedía el balón en todo momento cuando se estaba jugando al borde del alambre solo se encontraba al alcance de muy pocos.

Empezando con exhibiciones como la del Bernabéu y siguiendo por los partidos que restan en la Copa, ha llegado el momento definitivo para exiliar de una vez esa imagen de indolencia que nos ha perseguido durante tanto tiempo a los guipuzcoanos y que muchas veces, sin duda lo que más nos puede escocer, es la que ha explotado como ninguno el Athletic para derrotar a los nuestros. Sin ir más lejos, en la primera vuelta.

A principios de año, me encontré en uno de esos maravillosos días soleados con un jugador del Athletic en la plaza de la Constitución donostiarra. Entre risas y hablando de lo bien que habían defendido en el Bernabéu y en el Pizjuán, me dijo: "Si juntáramos nuestra defensa con vuestro ataque, menudo equipazo saldría. Igual ganábamos la Liga" Y estoy de acuerdo, la Real con Iñigo y Yuri, que eran nuestros y los teníamos en nuestras filas, estaría todavía mucho más cerca de los gigantes.

Después de muchas horas dándole vueltas y a pesar de que he convivido y hablado con muchos aficionados del Atlético que no me lo han aconsejado, me encantaría una final Real-Athletic. Soy consciente de lo que supondría una derrota, pero, después de muchos años alejados de la gloria víctimas del fútbol negocio, sería una reivindicación perfecta para destacar el mérito y el valor de nuestro trabajo y sacrificio. De la cantera vasca. De una forma de vivir el fútbol tanto en el verde como fuera del mismo por dos aficiones que seguro darían un ejemplo de convivencia y fiesta sin incidentes. Sevilla no olvidaría jamás. Y a los histéricos que se soliviantan porque no están los mejores, sus intocables grandes, explicarles que han caído en buena lid ante rivales que han sido superiores. ¿Qué más quería el Madrid, que no nos presentáramos? Si no lo entienden y no les gusta, mejor que no miren. Y a los que se preocupan por el producto sin interés que vamos a exportar en la Supercopa de Arabia, explicarles que nosotros encantados de jugarla en Vitoria o Pamplona, con nuestra gente, que nosotros no pintamos nada por ahí. Eso sí, en Anoeta manda la Real. Y el derbi aquí, pese a ser el duelo secundario de la semana, no se juega, se gana. ¡A por ellos!