Lo escribí hace unas semanas. Visitar el Santiago Bernabéu siempre es un acontecimiento impresionante para cualquier aficionado al fútbol. Aunque suene contradictorio, incluso diría que más para los que no somos madridistas. Algo así como la supremacía de Las Ventas, donde confirman alternativa los toreros cuando se estrenan allí. El sábado estuve en el adelanto del derbi, el madrileño como telonero del vasco, y pude sacar varias conclusiones claves para la batalla final de esta noche. La más importante la escuché cuando me retiraba de la grada al término de la victoria blanca. Es algo que echo mucho de menos, porque yo me suelo quedar una hora más escribiendo la crónica de los partidos. Siempre me han gustado las conversaciones con tu gente sobre el partido y en las que, sin comerlo ni beberlo, el que está al lado, al que no conoces de nada, comenta o te añade un dato o una opinión sobre lo que estabais hablando. Me recuerda al día del aviso de bomba, cuando el Bernabéu, preso de la psicosis del reciente 11-M, se vació en muy pocos minutos y en los vomitorios, entre la marabunta de gente, solo se escuchaba a los aficionados de la Real en mitad de un silencio sobrecogedor. El sábado, cuando bajaba por los pasillos de la imponente Torre D, escuché un diálogo entre dos hinchas merengues en la que uno lo dejó muy claro: "El jueves lo vamos a pasar mucho peor contra la Real, ya lo veréis".

No importa reconocerlo. El sorteo fue un mazazo. Yo estaba en Segovia de visita fugaz y me enteré en la puerta del majestuoso Alcázar. Imposible no maldecir nuestra mala suerte, porque no me parecen normales los golpes que nos hemos llevado en los últimos años, cuando el club, imagino que hastiado de tantas humillaciones, decidió tomarse en serio la Copa. Teníamos una hora para visitar el casco antiguo y no aterricé en la realidad hasta que faltaban pocos minutos para sentarnos en la mesa que habíamos reservado. Gajes del oficio y del forofo que lleva uno dentro y que trata de domar poco a poco con el paso de los años (en los últimos párrafos comprobarán que es una batalla perdida). No pasa nada, hay que decirlo más, fue el peor resultado posible. Contra el líder y a partido único en el coliseo blanco. Pura obviedad.

Cuando se necesita sacar músculo en todo un Bernabéu, donde todos sabemos que suelen acontecer sucesos paranormales mucho más fuertes (aunque parezca imposible) que el sufrido en Butarque, tenemos que intentar reunir todos los argumentos tangibles positivos para llegar lo más fuertes y con la mayor confianza posible. Por supuesto que es momento de acordarse de las gestas de Imanol, vencedor como jugador con gol incluido y como entrenador, o de Xabi Prieto y de su idilio realizador con el templo madridista, cuando no era un futbolista que destacara especialmente en esta faceta pese a reunir condiciones para hacerlo. El donostiarra le clavó seis dianas al Madrid en su estadio, hat-trick incluido, aunque desgraciadamente no todos ellos se tradujeron en puntos, lo que sin duda corrobora la dificultad de la empresa de esta noche. En su despedida, cuando puso en valor como nadie el sentimiento txuri-urdin y la certeza de que aquí también se pueden conseguir cosas grandes (un mensaje que ha adoptado como suyo Oyarzabal) y en la última entrevista que le hice noté que se marchaba con esa incómoda sensación de que le faltaba algo. Y estoy seguro de que eran partidos a vida o muerte y finales como las que va a afrontar la Real hoy.

Me lo decía el periodista Enrique Ortego, con el que coincidí el viernes por la noche en un restaurante madrileño al verme tocado por el sorteo: "Si queréis ganar la Copa, tenéis que ganar a los mejores". No hay más. Tiene toda la razón. Acepto como normal la sensación de frustración que me genera no haber vivido un ambiente estelar en Anoeta si la eliminatoria se hubiese disputado allí. Yo lo decía muy en serio después de vencer a Osasuna. Quería, a poder ser en casa, a uno de los dos colosos porque era mejor enfrentarse a ellos a 90 minutos que en una eliminatoria a doble encuentro. Entiendo que muchos preferían el cruce más factible para alcanzar las semifinales y luego ya se vería. Mi explicación era que ya estaba planeando el mejor camino para levantar la Copa. Ya lo saben, "piensa en grande, sueña en grande, cree en grande y los resultados serán grandes".

Este mensaje es para los jugadores. Sois unos privilegiados. Ha habido generaciones de futbolistas que han defendido la camiseta y que apenas han conocido lo que es el sabor de un duelo de altos vuelos como el de esta noche. Nuestra historia es cíclica, cada cierto tiempo asomamos la cabeza para competir de tú a tú con el que se ponga por delante. Sí, serán gigantes, pero la grandeza de la Real es que nunca se ha rendido y que ha sido capaz de mover montañas para alcanzar gestas para otros imposibles. No es cuestión de rescatar el eterno 0-4 de 1988, porque tenemos ejemplos de lo que podéis lograr en el Bernabéu mucho más recientes con vuestra victoria del año pasado y la exhibición de la primera media hora de Liga que la afición madridista contempló boquiabierta y entre murmullos de admiración. Si algo habéis conseguido en esta edición de la competición es que, por fin, habéis creído que podíais ganar el título. Y esa probablemente es la sensación inequívoca de que habéis superado el trauma de la mancha negra y de la Generación Perdida. Una maldición que precisamente se inició aquella fría noche de hace más de tres décadas. Creéis y nos habéis hecho creer. Confiamos en vosotros, en lo que sois capaces. Siendo conscientes de la dificultad. A pesar de lo que suceda, estaremos orgullosos de un equipo que, al margen de sus tropiezos, nos ha ilusionado y enamorado como pocos. Unidos, hasta el final, porque en el recuerdo permanece cómo abandonó el recinto de La Castellana cantando como si hubieran ganado después del 3-1 de Liga. Hemos venido a ayudar y a apoyar, el resultado no nos da igual, pero solo el tener la opción de ganar nos llena de esperanza y de fe. Nos habéis puesto nerviosos, la mejor señal de que confiamos en que podéis poner patas arribas el torneo.

En mi modesto homenaje a José Luis Cuerda y su imperecedero Amanece que no es poco, con el souvenir de la escena de las elecciones y la desternillante frase de uno de sus pueblerinos: "Di que sí alcalde, que todos somos contingentes, pero tú eres necesario". En este equipo no hay contingentes, solo realidades confirmadas. Todos sois imprescindibles. Cada uno en su papel o misión, obligados a dar el 100% hoy para convertiros en leyendas inmortales tras una batalla de 90 minutos. Sin complejos, tenemos un escudo y somos la Gran Real. Que no se os olvide, en Madrid nos respetan y nos temen. Se puede, hacednos felices. Pase lo que pase, mañana no saldrá el sol por el lado contrario. ¡A por ellos!