pocos de los que se cruzaban con Denis Urubko este fin de semana por las calles de Irun o Hondarribia sospechaban que ese tipo flacucho, con pintas de ser del este, era uno de los alpinistas más destacados de los últimos años. Su discreto discurrir cargando una mochila de deporte al hombro tampoco invitaba a pensar que se trataba de ese fortísimo montañero, militar de carrera, que ha firmado algunas de las ascensiones más célebres de los últimos años. Pero es que Urubko se crece con la altura.

De cerca y a nivel del mar, Urubko es una persona muy cercana, extremadamente amable y tímido en el primer contacto, aunque se suelta enseguida, en cuanto comienza a hablar con vehemencia sobre su gran pasión. En altura, es un alpinista absolutamente excepcional, un escalador muy técnico y de una dureza impresionante que este mismo año ha firmado dos ascensiones para la historia del montañismo. La primera fue la invernal del Makalu junto a Simone Moro y con ella cerraba el capítulo de ascensiones invernales a ochomiles del Himalaya. La segunda ha sido la pared sureste del Cho Oyu, su escalada más peligrosa, y le ha servido para tachar a lo grande su último ochomil .

Invitado por la feria Mendiexpo de Irun, Urubko ha pasado el fin de semana a orillas del Bidasoa y ha tenido la oportunidad de ofrecer una genial conferencia, hacer footing en torno a la bahía de Txingudi, comprobar que el agua del cantábrico "no está demasiado fría" y responder con generosidad a las preguntas de este diario.

Este año ha conseguido dos ascensiones históricas como son la primera invernal del Makalu y el Cho Oyu por la pared sureste y en estilo alpino. Además, gracias a esta última, ha conseguido finalizar el desafío de los 14 ochomiles

Ha sido una temporada muy bonita para mí. La verdad es que me sentía muy preparado y muy motivado para intentar estas escaladas. Ha sido un año realmente provechoso, pero una de las cosas que más me gusta del deporte es superarme día a día, año a año, y espero que 2010 sea aún mejor, creo que puede serlo.

¿Cómo fue esta última experiencia en el Cho Oyu?

He ascendido muchos ochomiles por las rutas clásicas, pero en el Cho Oyu, tras barajar varias opciones, nos decidimos por abrir una nueva vía, nos motivaba mucho. Fui con mi amigo Boris Dedeshko y la verdad es que era una vía sumamente comprometida y peligrosa. En 2005 me vacié abriendo una nueva línea en estilo alpino en la suroeste del Broad Peak, junto a Serguey Samoilov. Es la vía más complicada que he ascendido nunca desde el punto de vista físico y técnica, pero esta del Cho Oyu le gana en peligrosidad. Se trata de una ruta en la que las posibilidades de avalanchas son muy grandes y eso te provoca muchísima tensión, es como si tuvieses que estar preparado para morir en cualquier momento. Me ha marcado mucho esta ascensión.

Y, de paso, le ha valido para finalizar el reto de los 14 ochomiles

Es algo que en Kazajistán ha tenido mucha trascendencia. Hace poco se me estropeó el contacto de las luces del coche y tuve que seguir conduciendo, entonces me paró la policía y cuando me reconocieron me pidieron disculpas (risas). Además, en el ejercito me ha valido para ascender a oficial. Es algo que me ha dado cierto prestigio por parte del, digamos, gran público. Ahora tengo seguidores incluso y eso también es bonito. Creo que ha ayudado a acercar a la población de allí a este deporte, creo que cada vez se comprende mejor nuestra motivación, aunque todavía falta.

Hay quien dice que el desafío de los 14 ochomiles

Es cierto, y hay quien considera incluso que los ochomiles están sobrevalorados, pero a mí me parece una altura realmente mágica. A partir de esa altitud las condiciones se vuelven sobrehumanas. Mis cuatro claves son: estilo alpino, nuevas rutas, ascensiones en pequeños grupos y, todo esto, en montañas de más de 8.000 metros. Supongo que el alpinismo seguirá avanzando y seguramente los jóvenes aportarán en el futuro nuevas claves. Me gustaría ser adivino para saber por dónde tirarán y qué aportaciones harán para seguir desarrollando este deporte.

¿Es crítico con los alpinistas que se mueven en las antípodas de estas reglas?

Yo creo que el montañismo es sobre todo libertad y por eso creo que cada uno debe hacer lo que le motive. Si alguien esta nadando aquí en la playa, a su aire, despacio, disfrutando, no iré yo a decirle cómo tiene que hacerlo. Él sabrá cómo disfruta más. Cada uno elige su camino en la montaña, eso es lo más bonito.

Su otra gran ascensión del año ha sido la invernal del Makalu. Su compañero en aquella ascensión, Simone Moro, habló en estas páginas de una experiencia de una dureza extrema. ¿Cómo la recuerda?

Fue muy especial. Estábamos sólo dos personas en un lugar absolutamente salvaje en el que entonces no había nadie más. Sólo había un estrechísimo margen en medio de un entorno muy salvaje a través del cual se podía ir hacia adelante. Cada paso que dábamos hacia adelante suponía una oportunidad menos de volver atrás, y eso lo sabíamos. Una ascensión de estas características sacada adelante entre sólo dos personas implica tener muchísima confianza en tu compañero. Si él fallaba, yo no podría volver abajo y, al mismo tiempo, cualquier pequeño fallo mío suponía un final fatal también para Simone. En este tipo de ascensiones los dos compañeros se hacen uno. A eso se le une que las condiciones son absolutamente extremas, tanto el frío como el viento, y el margen de error es estrechísimo. Por todo eso, una vez que se consigue un reto de estas características la gratificación es también enorme.

Comentaba el eco mediático que han tenido en su país sus 14 ochomiles y supongo que sabrá que aquí incluso los grandes medios siguen con gran interés a Edurne Pasaban en su carrera por ser la primera mujer en finalizar este desafío. ¿Qué opinión le merece esta especie de ochomilescarrera?

Me encanta Edurne Pasaban, aunque lo cierto es que también tengo mucha simpatía por las otras tres mujeres que andan involucradas en este desafío. Las respeto muchísimo. Me gustaría que las cuatro terminasen a la vez los 14 ochomiles, aunque evidentemente es imposible.

Al margen de sus cumbres, las mayores alabanzas por parte de sus compañeros alpinistas le han llegado por ser un habitual en los rescates. Dicen que es de los que no sabe decir "no" a un rescate.

Sólo hay una vida, es lo que más vale y, por supuesto, no soy capaz de decir que "no" si está en mi mano ayudar. Para mí saber que puedo ayudar es una gran motivación y ayudar, una gran satisfacción. Cuando tienes un hijo has creado un futuro y si has podido salvar a una personas de morir también le has regalado un futuro a esa persona. Es algo maravilloso.

Antes de que intentase rescatar a Iñaki Ochoa de Olza, él había destacado en una entrevista, precisamente, que usted es uno de esos montañeros a los que "siempre le toca". "Urubko se los come todos", decía.

Bueno, yo también aprendí mucho de él. Recuerdo que la primera vez lo conocí en el campo base del Everest, estaba trabajando para una agencia y entabló conversación con Simone y conmigo. Yo le miraba y me daba cuenta de lo importante que es ser amigable. También recuerdo que en el Manaslu siempre era él quien nos ayudaba a ser optimistas, era como un doctor en psicología. Siempre que le comentaba algún problema que me surgía en la expedición él me decía: venga olvídate de eso, no le des más vueltas. Siempre estaba sonriendo. Como alpinista aprendí la importancia de volver a casa adónde los que te quieren, muy por encima de hacer cima. Era algo que él solía destacar.

El pasado año estuvo en Pamplona invitado por el club Anaitasuna y pudo conocer a muchos familiares y amigos de Iñaki Ochoa de Olza.

Realmente me impresionó que hay una gran comunidad de montañeros o de gente que entiende y respeta a los montañeros, aun sin ser montañeros. Pablo Ochoa de Olza, por ejemplo, no es montañero, pero entiende ese sentimiento acerca de la montaña, y como él mucha otra gente. Todas las personas con las que hablaba parecían tener un gran respeto hacia mí y me sentí muy querido y arropado. Recuerdo con mucho cariño aquella visita. Me gusta mucho esta zona, me gusta el contraste entre el mar y la montaña, pero sobre todo me gusta lo activa y viva que es la población aquí.

Ha comentado que en su país cada vez se entiende mejor el montañismo. ¿Se siente reconocido?

Me siento respetado y reconocido, pero hay mucha gente que todavía nos sigue viendo como a unos locos. Muchos no entienden aún nuestra filosofía y es algo que me gustaría que cambiase. Me gustaría que la gente entendiese nuestras motivaciones, los valores de nuestro deporte acerca de la salud, la superación, la amistad y el placer que supone para muchos de nosotros ascender montañas. Como comentaba, afortunadamente, gracias al tema de los 14 ochomiles esto ha cambiado un poco y he tenido la oportunidad de salir en revistas y programas de televisión.

¿Cómo es su día a día en Kazajistán?

Aunque pueda sorprender, lo cierto es que tengo una vida muy urbana y tengo muchos de los problemas que tiene la gente que vive en las ciudades: estrés, falta de tiempo... Vivo en Almaty una ciudad de unos dos millones de habitantes y tengo cinco hijos con los que disfruto compartiendo mi tiempo. Como militar mi trabajo se basa sobre todo en diseñar planes de entrenamiento para jóvenes militares de montaña. Además, escribo artículos de prensa sobre montaña y me dedico a entrenar para seguir progresando como alpinista. Tengo la suerte de tener montañas de más de 4.000 metros cerca de casa y un par de días a la semana entreno allí. El resto entreno en la ciudad corriendo, nadando, escalando y haciendo ejercicios musculares. Quizá lo más llamativo de mi entrenamiento es que tres días a la semana no como absolutamente nada; viene bien para cuando estás de expedición

¿Qué más le gusta hacer además de escalar?

Disfruto haciendo cosas normales: estando con mis hijos, tomando algo con mis amigos... También me gusta mucho nadar, creo que soy un buen nadador y, si tuviese la oportunidad, nadaría todos los días.

Tiene un currículum montañero espectacular. ¿Qué le queda por hacer? ¿Qué le motiva ahora?

Me gustaría seguir con mi filosofía y abrir alguna nueva ruta en un ochomil. Además, me gustaría instruir a los escaladores jóvenes acerca de los riesgos en la montaña y de cómo evitarlos.

¿Dónde se ve en 20 años?

(Risas) Creo que seguiré escalando, probablemente por montañas más accesibles y simplemente por placer. Me gustaría tener muchos nietos y tiempo para dedicarles a ellos y a mis cinco hijos. Eso sería lo que me haría realmente feliz.