Con el título De nuevo centauro la editorial Tránsito publica en castellano la última novela de Katixa Agirre. Se trata una historia distópica, sobre un futuro cercano en el que la realidad virtual y el Metaverso se han desarrollado hasta límites insospechados.

No es la primera vez que Katixa Agirre aborda la ficción especulativa.

Hace unos años trabajé la ficción especulativa en un cuento ambientado en el futuro, que no partió de mí porque fue un encargo del proyecto Zirriborroak eta gero/Borradores del futuro. Debía tomar una iniciativa utópica y la desarrollaba hasta el punto del éxito. Escribí el cuento sobre el barrio okupado de Errekaleor. Para mí fue un gran descubrimiento tener que pensar, tener que proyectar en el futuro, algo que no había hecho hasta entonces. Se me reveló como una fuente muy rica de historias y de imaginación.

La ficción especulativa que avanza unos pocos años en el futuro es habitual en la literatura de nuestro entorno, no así en la vasca.

No se ha trabajado mucho aunque existen algunos precedentes. Eneko Berberena publicó en 2019 Afrikanerrak, que se adentraba unos 30 años en el futuro. He tenido algunos referentes cercanos, aunque no demasiados.

Hablamos de referentes y al leer ‘De nuevo centauro’ es difícil no pensar en las novelas ‘Ready player one’ y en su secuela ‘Ready player two’, dos éxitos superventas de Ernest Cline. ¿Qué referentes de la ficción especulativa ha tenido a la hora de escribir?

Más que en la literatura, me he fijado más en el cine. Quería inspirarme con más detalles visuales. De Ready player one tengo vista la adaptación a película que hizo Steven Spielberg y me he basado en cosas sobre cómo funciona el traje háptico y demás. Hay una serie en Amazon Prime que se llama Upload, que habla de que tu conciencia digital se descarga en la nube cuando falleces. Diría que estas dos ficciones son las que más me han podido influir.

Aún estando ambientada en el futuro, también resuena con el presente. No en vano, imagina una sociedad con escasez energética en la que viajar es algo muy limitado.

Ahora escasez está acentuada por la guerra, pero es algo que se viene diciendo desde hace mucho tiempo y es de cajón: si el petróleo es el que es, no es renovable y se acaba, obviamente, va a llegar un momento en el que esa fuente de energía tan primordial va a ser sustituida. Los acontecimientos van dando la razón a esa realidad. Cuando tuve la idea para esta novela fue antes de la pandemia y después, cuando llegó, todo se convirtió en virtual, sin llegar a ser en el Metaverso, pero todo se hacía por Zoom o por Skype. Llegué a pensar que no iba a escribir de esto porque ya había llegado, aunque concluí que lo ocurrido en el confinamiento solo era un paso más hacia ese futuro más virtual y menos físico.

¿Le ha costado imaginar ese futuro?

No, me he divertido mucho. Es una de las virtudes de la ficción especulativa: tienes la libertad que quieras para inventarte cosas que pueden resultar absurdas pero que pueden llegar a ocurrir, como unos hombres que compran un bebé a través de un vientre de alquiler y que utilizan la realidad virtual para sentir que ellos han sido las gestantes biológicas para verse con el vientre hinchado. Me ha permitido ser un poco malvada, también.

Usted que ha imaginado esta distopía, ¿es optimista o pesimista con respecto al futuro que nos espera?

De natural soy optimista, pero creo que hay cosas que van a ir a peor. No soy de las que piensa que no tenemos remedio y que vamos a acabar con el mundo; tenemos remedio pero todavía no lo hemos encontrado, lo haremos. Esto no quiere decir que no vayamos a sufrir muchas calamidades, eso no nos lo va a quitar nadie. Con un poco de perspectiva la humanidad tiene capacidad de mejora y de salir adelante.