¿Le gusta cocinar con música?

-Me gusta, pero dejé de hacerlo porque me distraía el equipo. La música es mi segunda pasión, pero hay un nombre propio por encima de todos: Joaquín Sabina.

Una película que haya marcado su infancia o su juventud.

-Cocktail. Parece tonto, pero yo ya comulgaba con ese estilo de vida al revés del mundo que después conocí con mi oficio.

Un libro que no falta en su biblioteca y no debería faltar en la nuestra.

-Host y La sala al desnudo. Ambos de Abel Valverde. Quien se quiera acercar al servicio de sala en un restaurante, encontrará todo ahí.

¿Cuál ha sido su mejor viaje? ¿Y el viaje que le queda por hacer?

-He hecho viajes muy bonitos ligados a la gastronomía: Perú, Nueva York, Copenhague... y me encantaría ir a Japón de una vez.

Mañana le decapitan. ¿Qué pediría para cenar?

-Lo último que me esté apeteciendo. Últimamente escudella y carn d'olla. No te olvides que también cocino catalán.

¿Y qué aborrece para comer?

-Aborrezco aburrirme. Y en ese sentido hay productos y elaboraciones que pondría en cuarentena de muchas cartas de restaurantes.

Ha pasado ocho años en Barcelona. Tres 'gastro-recomendaciones' imprescindibles para cuando vayamos.

-Siempre donde mis amigos: La mundana, Bar Omar, Tandoor... y podría darte otras 100.

¿Dónde se perdería con una fiambrera de callos?

-En cualquier buena bodega para que también haya vino.

Padre solo hay uno. ¿Qué destacaría del suyo?

-Su resiliencia. No le ha sido fácil. Pero ahí está el tío, después de todo.