Apaiz kartzela, la obra de este trío de cineasatas, se estrenó el pasado noviembre en el Festival de Derechos Humanos de Donostia.

¿De dónde surgió la idea de hacer el documental sobre este tema?

Dentro de nuestra historia reciente hay muchos capítulos que están sin contar: siempre hemos intentado aportar algo a la memoria histórica de este país, poner luz a estas historias cercanas y sin embargo desconocidas para el gran público. La represión del franquismo tuvo muchísimas formas y una de las más duras fue la que se efectuó sobre los sacerdotes (vascos, pero también catalanes, madrileños, gallegos) que denunciaron las tropelías del franquismo entre 1965 y 1975: por una parte, defendían los derechos humanos, sociales, lingüísticos y culturales y por otra denunciaban las represalias franquistas, aprovechando los sermones como una especie de altavoz. Debido a eso fueron perseguidos. Es una historia muy cercana que está sin contar, cuyos protagonistas están, la mayoría, vivos. Creemos necesario acercarla a nuestros días, darla a conocer y que el público sepa qué es lo que pasó.

¿Qué mensaje quiere transmitir?

El objetivo es dar la voz a los protagonistas, los 53 curas represaliados, para poder contar esa historia a través de ellos. Demostrar la vileza del régimen franquista, incluso con gente religiosa que no tenía ningún interés en perjudicar a nadie sino defender su propia sociedad. En contraste intentamos tener la opinión del Vaticano, de un funcionario de prisiones e incluso de un investigador de los archivos del Vaticano con una orientación ideológica diferente. Acudimos a ellos para hacer un contraste de la opinión de los curas, pero nadie da una opinión contradictoria, nadie dice nada negativo de ellos. Lo que nos hace entender esto es que lo que ellos decían y su visión de la situación es real y ocurrió de esa forma.

¿Qué dificultades han encontrado al realizar el proyecto?

Teníamos una cárcel abandonada desde 1995 y nuestra idea era poder retornar a ella. Que los excuras encontraran el lugar en el que estuvieron penados hasta ocho años era algo muy atractivo. Nos costó muchísimo poder hacerlo y tener los permisos para entrar, porque en principio no suele ser factible grabar dentro de las cárceles. Por otra parte, tenemos un protagonista colectivo, 53 personas, y encontrar un hilo narrativo con tantas entrevistas no es fácil. La principal dificultad es encontrar la forma de contar esta historia colectiva y darle a cada protagonista su lugar.

¿Cómo reaccionaron los testigos al volver allí después de 50 años?

El volver a la cárcel supone confrontar una situación trágica que vivieron, que con el paso del tiempo ha hecho mella en ellos y les hace reaccionar de distintas formas. Pero la sensación general es que no van a reprochar nada a nadie, no van buscando venganza. Quieren reencontrarse con su pasado una vez que, después de 50 años, el dolor de las torturas, los aislamientos y los padecimientos que tuvieron allí se ha superado y olvidado y lo que queda es reencontrarse con ese pasado tan presente a lo largo de sus vidas. Todos siguen siendo tan militantes y firmes en sus convicciones como entonces. Con 25-30 años tenían la sangre caliente e intentaban defender sus creencias de forma muy vehemente, y durante toda su vida ha sido así. El volver a la cárcel les hace ver el inicio de esa militancia, esa creencia en la justicia y en los derechos humanos que les llevó allí.

¿Qué sentimientos despertó el proyecto en los testigos y qué recibimiento tuvo la propuesta de participar en el documental?

No hemos tenido ningún no. Todos los curas a los que llamamos dijeron siempre que sí, colaboraron mucho. Siempre han tenido una actitud muy positiva, de ayuda, proponiendo temas, juntando materiales de documentación, ofreciendo cada uno su archivo de fotografías y periódicos. Han podido contar, después de 50 años, una historia a la que también ellos sentían que no se le había dado el valor suficiente. Es una alegría para ellos poder por fin ver representada su historia en la pantalla. Muchos de ellos participan en los debates posteriores a la proyección y lo hacen felices, porque creen que de verdad puede tener sentido poner luz en un tema que hasta ahora no la ha tenido.

¿Es importante que las generaciones futuras conozcan lo que pasó?

Dicen que el conocimiento es interesante para que las cosas no ocurran otra vez. Este testimonio vital es muy importante porque los protagonistas mismos son los que cuentan la historia, con mucha pasión, pero con mucho realismo. Poder proyectar la película para los jóvenes y trabajar con ellos los contenidos es interesante para que conozcan su propia historia, sepan lo que ha ocurrido y se planteen estos temas. Nuestra sociedad está adquiriendo un tono bastante belicoso en los discursos políticos, que cercena las libertades personales, y estamos volviendo a cerrar un círculo en el cual la sociedad cada vez es más opresora con las personas que viven en ella. Que los jóvenes reflexionen sobre el por qué de eso es muy interesante. Por otra parte, ha sido un lujo poder contar con los curas como testimonio directo. No tenemos que imaginar lo que pensaban, poner palabras en su boca, buscar en las hemerotecas, no tenemos imágenes difusas de hace 25 años. Los tenemos presentes y son el mejor testimonio para que los jóvenes valoren lo que ha pasado y analicen dónde estamos y hacia dónde estamos acercándonos.

¿Qué ha supuesto para usted la realización de este documental?

Ha sido un proceso largo, complejo. No ha sido fácil hacer las entrevistas, localizar a las personas. Hemos tardado muchos años en acabarlo y para mí la mayor satisfacción es dejar vivo un testimonio en la memoria histórica cercana. Sentir que los propios curas están contentos con el modo en que se ha contado la historia, esa es para mí la mayor alegría. Ahora el objetivo es que se mueva lo máximo posible en cines, que la gente lo vea y participe en los debates posteriores.

¿Qué aprendizaje se podría sacar de estos curas y su historia?

Esa firmeza en la defensa de sus convicciones, de los derechos humanos y contra los crímenes y represalias franquistas. Su militancia a favor de las causas y su actitud ante cualquier opresión durante toda su vida. Ellos acuñaron una frase en euskera: gogorkeriaren kontra, gogortasuna (contra la represión, firmeza). Defendieron a una sociedad perseguida y masacrada y lo hicieron por unas creencias y valores que tenían y que han mantenido. A mí ya me gustaría ver en esta sociedad la firmeza que ellos han demostrado durante toda su vida.