"Cada uno entiende el arrebato de una manera; en esta película es esa pasión desmesurada por el cine que tiene uno de sus protagonistas, y que se asemeja a ese arrebato, a ese éxtasis que proporciona la droga", una fascinación que roza la locura y que plasmó como nadie el director "maldito" Iván Zulueta.

Así lo explica a Efe Miguel López, experto en cine y director de marketing de Flixolé, la plataforma especializada en cine español que estrenará en exclusiva el próximo viernes una nueva versión de Arrebato (1979), la icónica película del donostiarra Zulueta, a partir de una copia restaurada en 4k.

CINE, SEXO Y DROGA EN LOS AÑOS 80

En Arrebato, señala López, "hay una analogía bastante clara entre cine y heroína, y digamos que, tan arrebatado se siente Pedro (Will More) y con tanta fascinación, que, poco a poco, de una forma vampírica, el cine le va chupando la sangre, la vitalidad, simbolizada en ese fotograma rojo que, al final, lo llega a consumir".

Y es también el final al que se ve abocado el personaje de Eusebio Poncela. El actor madrileño da vida a Jose Sirgado, un director de cine en crisis que no consigue deshacerse de su exnovia (Cecilia Roth), que vuelve a su vida en el peor momento y acompañada de su peor enemigo: la heroína.

Un día recibe noticias de un antiguo conocido, Pedro (Will More), un chaval muy raro que parece tener siempre frío y que dedica su vida a grabar todo en Súper 8.

Su obsesión por controlar el ritmo de sus películas hace que entre en una especie de éxtasis después de grabarse a sí mismo en una habitación cerrada y descubrir un fotograma rojo, con el que se obsesiona hasta el punto de que prefiere morir si no logra alcanzar 'el arrebato' del cine.

PRECURSORA Y DESAPERCIBIDA, AL FINAL, CINE DE CULTO

Arrebato, que iba a ser un cortometraje, fue una cinta adelantada, precursora casi, del cine que llegaba, con la Movida madrileña a punto de explotar. En ella se mezclan el metacine, el terror, lo fantástico y lo vampírico; el sexo y las drogas -pero no cualquier droga-, y aborda las dificultades de la creación underground (también conocida como rodar sin un duro -aún había pesetas-).

López opina que Zulueta, "anticipándose al Madrid de los 80, hace una película muy diferente, muy moderna... Fue una peli que pasó desapercibida y, rápido, pasó a ser de culto".

Hasta tal punto es así, añade, que la distribuidora americana Altered Innocence la estrenó este otoño en cines de EEUU con críticas "buenísimas", y ahora llegará al Anthology Films Archives de Nueva York, de Jonas Mekas, y esta misma semana, al New Beverly Cinema, de Quentin Tarantino.

"Y pasará por unas 20 ciudades americanas donde se apuesta por los títulos de culto. A la gente le está fascinando esta película, e internacionalmente se está valorando como una película muy moderna, muy original y muy adelantada".

A LA HISTORIA DEL CINE ESPAÑOL LE FALTABA 'ARREBATO'

En Flixolé, señala López, "teníamos prácticamente toda la historia del cine español y nos faltaba Arrebato, que es la peli de culto por excelencia del cine español".

Como no pertenecía al catálogo de Enrique Cerezo, sino que los derechos los tenía el productor Paco Hoyos, buscaron el modo de hacerse con la película justo a la vez que una distribuidora americana especializada en cine LGTBI, Altered Innocence, con la que enseguida vieron la oportunidad de colaborar.

Era una cinta mítica, pero las copias que había no tenían mucha calidad, explica López. A partir del negativo en 35mm, en los laboratorios de esta empresa, se hizo una versión en 4K "y ahora sí se puede disfrutar con la máxima calidad posible".

La escasa obra de Zulueta (su largometraje anterior estrenó en 1970, Un, dos, tres...al escondite ingles) se centra en un concepto del cine muy radical y muy rompedor; un cine provocador y moderno que llegó en un tiempo en el que Francisco Franco acababa de fallecer; pero hoy, cuarenta años después, Arrebato sigue impactando al espectador.

Porque, no nos engañemos, dice López, "hoy esta película no se podría hacer; ya en su época fue muy especial y hoy no hay ninguna película ni ningún director al que se le pueda parecer".

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"Zulueta fue un tipo muy peculiar; en los años 60 se fue a Nueva York donde se enamoró de la cultura pop y de Andy Warholl. Rodó una docena de cortometrajes en Súper 8 y 16mm entre 1964 y 1978 y una serie televisiva, Último grito (1968), sobre las tendencias artísticas y musicales del momento. Se dedicó sobre todo a hacer carteles de cine.