- Camino de los 70 años, el festival de cine de Valladolid (Seminci) ha circulado indemne por la dictadura, transición y democracia, ha orillado trabas y sorteado imprevistos como una pandemia letal que ha abierto el camino a una "modalidad híbrida" (online y presencial), que su director, Javier Angulo, considera casi irreversible para todos los certámenes: "Después de lo que ha pasado, todos hemos ido asumiendo que los festivales van a ser híbridos, pero nosotros, en la Seminci, vamos a ir a muerte para que la gente vaya a las salas de cine. Pese a los temores iniciales, hemos descubierto que ambos formatos son compatibles", analiza.

Catorce ediciones, desde 2008, lleva al frente de la Seminci Javier Angulo (Bilbao, 1949). Periodista, crítico y director de cine, ha encadenado los años de crisis económica y de la pandemia. Y, recuerda, es que el de Valladolid "fue el primer festival de España" que apostó por el sello de autor, prácticamente desde sus comienzos.

"No programamos para críticos ni tampoco para el gran público, sino para la gente que ama el cine de autor, con películas de más o menos riesgo", subraya el director de la Seminci a pocos días de la nueva edición, la número 76, que arranca el sábado 23.

A ese compromiso responde la "edición de supervivencia" a que obligó en 2020 la pandemia durante su etapa más virulenta, consciente de que "no se podía dejar un año vacío; por eso resistimos con el 25% de ocupación", un esfuerzo que, en su opinión, fue compensado con "una reacción de simpatía y el cariño de la gente".

El exiguo presupuesto, este año de unos 2,3 millones -frente a los 7,5 del Zinemaldia-, no representa un obstáculo insalvable para reafirmar la idiosincrasia de un certamen como la Seminci, diseñado "con mucho equilibrio" y que, por otra parte, "cuenta con mucho apoyo de la industria y directores españoles".

"Amamos el cine español: casi todos los años abrimos con el estreno de una película nacional, hay un día dedicado al cine español, y buena parte de los grandes actores y directores tienen una espiga de honor", sintetiza antes de matizar que se ha desvanecido "aquella vieja leyenda de que estrenar en Valladolid era peligroso, de que no se quería al cine español".

Tampoco llegarán este año "estrellas de Hollywood", inasequibles al presupuesto de Valladolid y, por último, explica que no encuentra motivos para reunificar en un único galardón, como ha hecho el festival de Donostia, los premios dedicados a la mejor actriz y al mejor actor, mientras las mujeres no tengan en el cine "las mismas oportunidades, sueldos y derechos de los hombres".