Dirección y guion: Pedro Almodóvar. Intérpretes: Penélope Cruz, Milena Smit, Israel Elejalde, Aitana Sánchez-Gijón, Rossy de Palma y Julieta Serrano. País: España. 2021. Duración: 123 minutos.

nte un abarrotado palacio de congresos de Pamplona, con el récord Guinness de arquitectos por metro cuadrado en un auditorio -entre ellos se paseaban varios premios Pritzker-, Zizek el incombustible, el polemista capaz de discutir con el diablo sin perder tiempo ni formas, abrió su intervención con una sentencia impagable acogida con sonrisas heladas. "Desconfío -dijo- de los arquitectos que comienzan como revolucionarios y terminan como poetas". La tensión en el Baluarte era tan densa como rancias habían sido las veleidades líricas de algunos de los arquitectos ponentes. Pese a la frialdad con la que se recibieron las palabras del filósofo, nada empañó la lucidez de su cita.

Algo parecido a lo que en ella se dice cabría afirmar sobre lo que hacen algunos directores de cine. A la vista de Madres paralelas no cabe duda de que debemos desconfiar de aquellos cineastas que comenzaron como destroyers para terminar como interioristas. Entre el Almodóvar que cantaba Quiero ser mamá, el de Todo sobre mi madre y el de este melodrama de memoria histórica y madres rotas, solo permanece el cordón umbilical. Pero eso poco o nada tiene que ver con el hecho materno y mucho que deber a mirar(se) el ombligo.

En Madres paralelas, Pedro Almodóvar ratifica lo que ya estaba escrito. Se ha secado, el manchego está yermo. Lo grave no es que ignore por completo el significado de sentirse madre. Su resolución del conflicto además de banal, evidencia su desapego con lo que significa e implica querer a un hijo. Lo peor que nos aguarda en Madres paralelas tiene tres nombres: demagogia, obviedad y falta de escrúpulos.

Más preocupado por colocar los Sorollas y los Romeros de Torres, más ocupado en decorar los apartamentos de sus protagonistas que en radiografiar sus almas, todo en Madres paralelas resulta insustancial, vacío, inútil. Se dirá que gracias a la película, fuera de aquí, algunos tendrán noticia de la (des)memoria histórica. Tal vez sea cierto. Pero ni siquiera ese gesto redime a un filme donde lo más aceptable viene del lado de sus actrices, obligadas a cargar con un texto tan falso como oportunista.