ercera edición consecutiva en la que Sílvia Pérez Cruz actúa en el Jazzaldia y siempre con una inmejorable respuesta del público. En esta ocasión venía a presentar Farsa (Género imposible), su último disco, un recorrido por diferentes estilos y que es una actualización de la música popular desde una perspectiva atrevida y con el sello afianzado de esta cantante dotada de un don especial. Este proyecto consiste en ir presentando canciones que Sílvia ha compuesto en colaboración con otras artes, otros artistas: teatro, cine, danza, pintura, fotografía y poesía, según confiesa ella misma.

Su estilo particular y esa voz personalísima, sobre todo, son las auténticas estrellas del universo sonoro de la cantante de Palafrugell. Esa voz, casi inmaculada, casi perfecta y que tan bien sabe dosificar.

La Farsa Circus Band que le acompaña está nutrida de grandes músicos que ya han estado en diferentes etapas de la carrera musical de Sílvia, con un Marco Mezquida al piano que el sábado nos deslumbró en su concierto en solitario en el Museo San Telmo y que es una garantía absoluta a la hora de llevar a buen puerto un proyecto como este. Lo caricaturesco inherente a la farsa apenas tiene relevancia en el escenario si exceptuamos la indumentaria del violinista Carlos Montfort y su falda sorprendente.

Auditorio repleto y mucha expectación para ver a esta mujer que lo mismo mira al futuro, a la vanguardia, que a la música de raíz popular. Una voz que no tiene fisuras, una voz que tiende a lo volátil, que se pierde en el espacio y que le da cierto aire de ingravidez a su música. Comenzó con Plumita para ir colocándonos a cada uno en nuestro sitio y haciéndonos saber por dónde va su propuesta. En Todas las madres del mundo tocó la guitarra y demostró una sensibilidad tan sólida que no denota fragilidad. Fatherless es más caótica y enrevesada pero sus dificultades vocales las superó con nota. Nada se le resiste. Le gusta compartir con el público sus reflexiones sobre el trabajo que presenta. Explica el concepto del disco. La fortaleza de la fragilidad, la belleza de la vulnerabilidad. Sonó Pare meu, de su primer disco, y se atrevió con Tango de la Vía Láctea, lejos de la ortodoxia y en esta ocasión sin bandoneón. Saltó a México para cantar Mañana, como despedirse de la vida sin atropellos, con exquisitez casi minimalista. Empalmó Tres locuras con el clásico de Simon & Garfunkel The Sound of Silence, que incluyó en la banda sonora de la película La noche de 12 años. Fue seguramente lo más popular que interpretó en toda la tarde. De hecho, sorprende que no busque el éxito popular en sus canciones. Tiene las bazas suficientes para conseguir más premio, pero se centra en lo que a ella le convence. Dedicó unos minutos a hacer una serie de duetos como, por ejemplo, Loca, con el guitarra Mario Mas y su poco ortodoxa forma de tocar el instrumento. O Intemperie, de la película del mismo nombre, con el percusionista Aleix Tobias. Estimat es un bolero en tonos jazzy, clásico donde los haya, pero que sonó fresco y actual. Se acercó también al country cantando en inglés My Dog y Ensumo l'avril permitió al gran Marco Mezquida dejar su sello en el concierto. Todo fluyó con absoluta naturalidad. No hubo atisbo de nerviosismo, no se puede estar más conectado con sus músicos. Tuvo el detalle de presentar a los miembros de su equipo, aparte de los músicos. Terminó con The Womb y cerró un show que volvió a demostrar la valía de esta cantante que nunca defrauda. Como propina sonaron Pena salada y Siga el baile, con el público rendido ante esta mujer que declara: "Cuidemos a la cultura, que así ella nos va a cuidar a nosotros".