n la década de los ochenta una excelente película del nuevo cinema español exhibió un acertado título, Las bicis son para el verano. Podríamos retorcer el título y proclamar que las bicis no son para el verano, y parece que las teles tampoco a tenor de la mala programación y escasas audiencias de los productos mediáticos de estío. Es un contrasentido que cuando más tiempo tenemos para dedicar al ocio, menos lo empleamos viendo la tele. Y salvo retransmisiones excepcionales, la pantalla es escaparate sencillo, poco atractivo y somnoliento. Está claro que las grandes cadenas programan escaso y rancio en estos tiempos, sabedores de que las habichuelas se juegan en los tiempos de otoño-invierno. Playa y montaña. Reuniones familiares y excursiones. Estancias al aire libre y ecoturismo, son algunas de las maneras para ocupar el tiempo hoy en día con excepciones singulares como los Juegos Olímpicos de Tokio que congregará audiencias millonarias ante un acontecimiento de tal magnitud. Y mientras tanto se nos anuncia que los boletos de la lotería Nacional de Navidad ya están en marcha bajo el señuelo de que no se arriesgue a no comprar un número de la localidad habitual de veraneo que luego puede tocar. Todo es válido para animar la compra, ingreso y cantidad dedicada a hacerse con décimos más allá de nuestros habituales lares de vacaciones. La oportunidad de vender se compensa con abrir la veda seis meses antes del sorteo decembrino y como la suerte es esquiva, vaya usted a saber dónde pican los cangrejos. Tendría su guasa cazar la fortuna en bikini. La suerte es ciega y lo mismo viste traje cardenalicio, que saco de penitente, y la cosa es vender, colocar papel, y engordar las arcas de la hacienda que recoge ingresos fiscales que vienen bien para un roto o un descosido en las faltriqueras estatales. Momentos para dedicar el tiempo al aire libre, a las actividades físicas no habituales que vendrán bien para aligerar el cansancio de la temporada que ya termina y pronto se anunciará la nueva de la tele que esto es un sin parar, un sin dios dicho con todo el respeto.