- Sorprendido, pero orgulloso. Así recibió la semana pasada Agus Barandiaran, líder de Korron-tzi, el premio concedido por el Instituto Etxepare a la trayectoria musical del grupo vizcaino en los últimos 17 años, en los que ha llevado la música y la cultura vasca a los cinco continentes. "Nunca soñé que la música vasca abriera tantas fronteras", explica el trikitilari y cantante. "El premio emociona porque durante mucho tiempo se nos reconoció más fuera que en Euskal Herria", apostilla. Korrontzi ofrecerá un doble concierto en Ataun el próximo 5 de junio.

Como diría el Emérito, orgullo y satisfacción ¿no?

-(Risas). Ha sido una sorpresa porque aquí los grupos tradicionales o de folk creo que están fuera de foco en estas convenciones de premios. Somos como los últimos, es más apetecible destacar la música pop, que se consume más. Es una satisfacción de la leche porque hemos dado muchos conciertos fuera de Euskal Herria, en tantos países y años, funcionado mejor en Normandía, por ejemplo, que en Euskal Herria, donde tardamos en ser conocidos. La situación ha sido extraña.

Les ha costado.

-Muchas años y penurias, la verdad. Y de repente, ver que ha servido y que nos reconocen en casa nos emociona. Parece que hemos hecho algo bueno y que se le da importancia a que la música tradicional y la cultura vasca estén presentes en el mundo. Es algo importante.

Al ser de casa, le concede al premio un añadido especial aunque ya tenían un galardón al mejor grupo folk europeo.

-Es cierto que nos sentimos ya queridos en casa desde hace al menos una década. Todo va bien, pero al principio nadie apostó por nuestro debut discográfico. Grabamos el máster en Mungia, cuando costaba un dineral hacerlo, lo adelantamos y optamos por presentarlo a discográficas. Tocamos todas las puertas aquí y nadie apostó por nosotros. Al final, salió en Madrid, con Nubenegra, aunque eran los buenos tiempos del sello Resistencia, que también se interesó. Nos hicieron una buena oferta y conseguimos el dinero adelantado. Aquí, ni caso, y en Madrid, dos alternativas. Fue un bajón, una pequeña decepción que no se apreciara lo que hacíamos.

Quizás acabó beneficiando al grupo, al abrir más puertas cara al exterior.

-Sin duda alguna, nos proyectó a festivales de música tradicional y folk de todo el mundo, empezando por Francia e Italia. Recuerdo un concierto en Bremen, en Alemania, en 2007. Llenamos un teatro con más de 500 butacas de pago (20 euros) y se retransmitió por radio para todo el país. Fue una locura y cuando, al final, nos preguntaban sobre cómo nos iba en Euskal Herria, tuvimos que decir que no teníamos seguidores (risas). ¡Era la verdad!

La proyección en Euskadi llegó con el apoyo de Getxo Folk ¿no?

-Eso es. Nuestro segundo disco fue un directo grabado en el festival, pero ya antes habíamos sido teloneros de los brasileños Olodum. El festival nos puso en el mapa, Marta Herrera, su directora, siempre apostó por nosotros. Fue una herramienta fundamental.

El de Etxepare, aparte de ser un premio vasco, no hace referencia a un disco o proyecto concreto, sino a una trayectoria. Conviene no olvidar que es más fácil llegar que mantenerse.

-Bien lo sabes tú. Seguir tocando 17 años no es fácil, ya que hemos vivido muchas crisis, empezando por la de la industria, con la bajada de ventas de los discos. Seguir inventando proyectos y tocar no es fácil. Por eso, nosotros tratamos de reinventarnos cada cierto tiempo y nos llaman de muchos países. Hemos tocado en Malasia, India, Chipre, Marruecos, Cabo Verde, Rumanía, toda Europa, Estados Unidos, Canadá, Brasil... La ayuda de la subvención del instituto Etxepare ha sido muy importante para poder costear los gastos de tantas giras.

¿Soñaba con ellas al principio o lo que pesaba de joven era la pasión por la trikitixa?

-Era un ingenuo. Empecé a tocar porque me gustaba el instrumento. Y lo hice con el maestro Rufino Arrola, él me trasmitió su pasión por la tradición y la triki. Él la vivía de manera muy pasional. La triki lo era todo, no había nada más para él. Me enseñó piezas, así le decía a las canciones, que no sabía nadie. Que él, con 80 años, me enseñase esas rarezas a mí, y no a otros alumnos, me hacía sentir orgulloso. Rufino sabía motivar y trasmitir esa pasión por la música vasca. Y ahí sigo yo, pero al principio no sueñas poder abrir fronteras con esta música de casa, tan tradicional.

Habría que recordar aquí al precursor, a Kepa Junkera.

-¡Claro que sí! Enseñó la trikitixa en todo el mundo y nosotros hemos seguido ese camino labrado y tocamos en el mundo gracias a él. Puede que, desgraciadamente, por lo que le ha sucedido a Kepa, ahora somos también un referente fuera de Euskal Herria, tenemos ya un nombre y eso es una gran responsabilidad. Yo tengo todos los discos de Kepa y es el no va más. Solo espero que pueda volver a tocar, por eso no hablo de recoger su testigo, sino de seguir ese camino.

¿Qué momento vive la triki hoy con gente como Xabi Aburruzaga y tras el 'boom' de la triki-pop de finales del siglo pasado?

-Hay grandísimos intérpretes y la situación es más sana que la de los 90 con aquel movimiento que se denominó triki-pop y del que yo participé con el grupo Urgabe. Fue un bombazo, pero hubo cierta saturación. El momento actual es muy abierto, con muchos artistas con estilos y formatos diferentes, lo que es bueno para su salud. En los 90 casi todos hacíamos lo mismo y buscábamos las plazas y las romerías. Y el momento actual no solo es bueno en lo profesional, también en el aficionado, ya que la triki se enseña en todas las escuelas de música. Es un instrumento más y se enseña con partituras, con un método estandarizado (en el buen sentido), para su aprendizaje que ayuda a un montón de txikis. Por ello, ha subido el nivel de la triki.

El premio tiene un valor adicional porque llega en momentos de pandemia e incertidumbre. Y Korron-tzi se atrevió a publicar 'Koplariak', junto a Xabier Amuriza.

-Nosotros somos muy activos y no nos gusta parar. Ese proyecto tenía casi cinco años y faltaba redondearlo. Nos lo facilitó el confinamiento. Terminamos y grabamos las canciones y luego nos planteamos con Elkar si publicarlo. Había mucha incertidumbre... Al final, decidimos no esperar un año y sacarlo para evitar que las canciones se nos quedaran viejas, ya que empezaríamos con otros proyectos. Además, pensé que, se vendiera más o menos, la gente necesitaba música nueva, ilusiones nuevas para paliar ese momento. Se vio que la gente oyó más música que nunca en Internet, y que nos lo agradeció.

Toda carrera larga acumula gozos y sombras pero, ¿qué balance hace de estos 17 años?

-Sería muy positivo. Entre lo mejor están los lugares en los que hemos podido tocar. Hay momentos inolvidables antes de salir al escenario, como un concierto en Cabo Verde, en la playa de Tarrafal, ante miles de personas y recibir una ovación que todavía hoy me pone los pelos de punta. Allí sentí que aquí deberían haber visto esa respuesta, esa repercusión, no ya de Korrontzi, sino de la música vasca, de la trikitixa y de nuestra cultura. Y en Brasil nos pasó algo similar ante 10.000 personas, todas bailando con la música de triki. Allí, donde tienen más ritmo que nadie. Fue una fiesta total, momentos que me guardo para siempre y que viví en Malasia.

¿Y en lado contrario, el de las penurias?

-Los viajes, sin duda. Algunos han sido malísimos. En una ocasión volvíamos de Cerdeña y al llegar a Bilbao no llegó la maleta con mis dos trikis, que necesitábamos al día siguiente para otro concierto. Otras veces, en Barcelona, medio grupo se quedó en tierra por overbooking. Viajar 8 o 9 personas, en el formato grande para que la gente vea al completo el escaparate de la cultura vasca, bailarines incluidos, es complicado.

Sumar el baile de Oinkari Dantza Taldea a los directos habrá ayudado en los continentes que desconocen la música vasca.

-Total, total. El baile ha sido siempre imprescindible para Korrontzi. Rufino decía que daba igual cómo se tocara la trikitixa, pero que si la gente no bailaba con ella se estaba haciendo mal (risas). Y yo lo he intentado, hacer bailar. Por ello, la mayoría de nuestro repertorio es de baile, con alguna balada. Queremos transmitir energía y las ganas de bailar. Ahí seguimos.

¿Qué le espera en el corto y medio plazo a Korrontzi? Los directos están ya mejorando con más programación de conciertos.

-Parece que hay esperanza y más llamadas, que los promotores se van animando. Tenemos ya bastantes conciertos para verano, y ojalá se mantengan. Tocaremos en Euskal Herria, Tenerife y otros lugares aunque hasta finales de año no se normalice todo con el fin de la vacunación. Los músicos tenemos que vivir, nos dedicamos a esto y hay que tocar para seguir adelante.

"El precursor de la trikitixa aquí es Kepa Junkera; yo tengo todos sus discos y él es el no va más"

"El balance de los 17 años de nuestra carrera musical es muy positivo; tenemos momentos inolvidables"