- Su última serie en televisión fue Mentiras, una historia dura sobre una violación y en la que salen a luz tantas verdades como mentiras por ambas partes. Acaba de publicar su primera novela, Todos mienten a la noche. En ella, la autora bucea en sus propios orígenes familiares remontándose a la segunda mitad del siglo XIX y recorriendo tres países. En breve estrenará en Netflix Feria.

'Todos mienten a la noche', un libro que vuelve al tema de su última serie emitida, 'Mentiras'.

-Vuelvo al tema de la mentira porque estoy obsesionada con la verdad. Es un tema al que siempre le he dado muchas vueltas.

¿Mentimos a la noche?

-Cuando llega la noche y nos metemos en nuestra habitación para dormir a solas con los muebles del cuarto, nos encontramos con nosotros mismos. No podemos huir de nosotros, nos llegan los terrores de infancia y de adultos si no los hemos superado. Tenemos dos opciones: agarramos el toro por los cuernos, tirar de la tirita que llevamos puesta aunque nos duela, o mentirnos a nosotros y a la noche porque no estamos preparados para afrontar determinadas verdades. Hay que respetar el proceso porque la mentira también nos protege.

Tiempos difíciles para buscar la verdad en los caminos que recorremos a diario.

-Uno sí que tiene su propia verdad. Se la dice el cuerpo. No podemos huir del momento en el que por la noche ponemos la oreja en la almohada.

La verdad nunca es única, hay muchas, incluso para una misma circunstancia.

-Cierto. No se trata de que haya una sola verdad, tampoco es necesario imponer la verdad. Pero se trata de ser fiel a lo que a uno le hace bien.

Para descubrir verdades o destapar verdades ha viajado a la segunda mitad del siglo XIX.

-Se inicia en esa mitad del XIX en Italia, pero pasa también por Argentina y España en el siglo XX y también se adentra en el XXI. Está en varios tiempos y distintos países. Es un viaje largo pero necesario para intentar bucear en las mentiras que tapamos o descubrimos cuando llega la noche.

Narra una historia que tiene mucho que ver con usted. Habla de la vida de su trastatarabuela.

-Se empieza con ella, pero luego pasa al presente y me ficciono en la novela porque hablo en primera persona. Empieza con Eufrosine, la madre de mi tatarabuela, que nació en un pueblo muy pobre de Piamonte en 1856. Siendo una niña tomó un barco hacia las entrañas de América y vivió el que sería el primer y único viaje de su vida.

¿Es difícil hacer autoficción?

-Autoficción es algo que hacemos todos y lo hacemos todos los días. Nos construimos a través de lo que nos sucede. Nos ensoñamos en otros escenarios con cosas parecidas y las cambiamos porque pensamos: ojalá esto hubiera pasado de otras maneras. La autoficción tiene tanta dificultad como cualquier otra fórmula que escojas para escribir. Lo importante es que aunque sea ficción o realidad de uno mismo al lector le llegue. Es importante que el lector reciba como verdad lo que le cuentes, que le emocione. Que le llegue tan dentro que en un momento dado deje de pensar si lo que está leyendo le ha pasado a la autora de verdad o no. Lo que quiero es que provoque emociones.

¿Qué le ha supuesto este libro?

-Un gran viaje. Siento que he honrado a parte de mis ancestros, aunque me los haya inventado mucho. Todos mienten a la noche es también un homenaje a los emigrantes. Yo soy hija de emigrantes y por lo tanto desarraigada. Son unos valientes y les tengo un profundo respeto. Como buena hija de argentina desarraigada, siempre me han obsesionado los árboles genealógicos, ese linaje milenario que va hacia atrás. No estamos aquí de forma gratuita, no hemos nacido como una seta, detrás todos tenemos la suma de muchas, muchísimas, historias.

En su historia hay un cruce y descruce de océanos.

-Son personas que se han juntado y desjuntado. Ha habido amores, dolores, enfermedades y también se han hecho las grandes preguntas de la existencia; esas preguntas que duelen y que se las han contestado como han podido. Han vivido, se han arriesgado y aquí estamos nosotros. Seguramente, mañana seamos nosotros los que tengamos que movernos de espacio y si no somos nosotros, lo harán nuestros hijos. Para mí esta es la familia de la humanidad, la que ha ido de un sitio a otro.

¿Se ha sentido más cómoda escribiendo que interpretando?

-Igual de cómoda e incómoda. Para interpretar, para el arte en general, uno no puede estar muy cómodo. En cuanto te acomodas hay algo que no está en su sitio. Tiene puntos diferentes la escritura y la interpretación, pero también hay coincidencias. Los viajes emocionales son parecidos. Se utiliza la palabra, se crean pausas y espacios. Hay momentos de luz y de sombras tanto en un oficio como en el otro. No me he sentido extraña, escribo desde que tengo uso de bolígrafo. Ambas cosas han ido muy unidas de la mano siempre.

Hablemos de interpretación. ¿Cómo se encuentra su carrera como actriz?

-Tengo el privilegio de estar terminando una serie, estando el patio como está, no me puedo quejar, estoy trabajando. Estoy en Feria, un proyecto para Netflix.

Una serie de asesinatos€

-€entre otras cosas. Hay muchos temas para tratar.

¿Puede hablar de su personaje?

-Es muy raro, para variar. Tiene un punto extremo, muy extremo. Es un personaje que está conectado con el más allá, no está muy en este mundo. Mi personaje en Feria es muy espiritual, perturbador, inquietante y muy interesante. Me gusta mucho hacerlo.

Una larga carrera en cine, teatro y televisión.

-A mí se me ha hecho corta, quiero más. Me pongo a sumar años y sí, es que tenía 17 años en mi primer trabajo como actriz. Llevo un ratito en esta profesión. Recuerdo que en 2000 se estrenó mi primera película, Más pena que gloria, 21 años.

Tiene experiencia como para hacer un balance. ¿Satisfecha?

-Vista desde dentro, te puedo decir que hay cosas que me encantan y en otras tengo mis frustraciones. Me encantaría hacer cosas que pienso que tendría que haber hecho ya, me gustaría trabajar con un montón de directores con los que aún no lo he hecho. Pero siendo objetiva y también realista, tengo que reconocer que he trabajado en escenarios y con directores fabulosos.

Estudió Humanidades en vez Arte Dramático, ¿fue por eso de tener un título en una carrera más seria?

-No exactamente. Siempre he sido una empollona, toda la vida me la he pasado estudiando, leyendo; pero también estaba en el grupo de teatro del cole, del instituto o de la universidad. Yo me quería formar en Letras, para mí era esencial. Me gustaba también mucho Filosofía. Fíjate lo que me gustaba estudiar que mi madre me decía que parase, que dejara los libros de una vez.

No suele ser la recomendación materna o paterna más habitual, más bien todo lo contrario.

-No sé por qué, a mí el estudiar me daba mucho placer, disfrutaba aprendiendo. Fue estudiando Humanidades, ya en la universidad, cuando sentí la pulsión de ponerme a estudiar Arte Dramático. Al final, la combinación de ambas disciplinas me ha hecho un ser humano feliz.

La inseguridad de su profesión no es precisamente un ingrediente que alimente la felicidad.

-Tampoco en Humanidades tienes garantizado el futuro. La demanda de humanistas y de actores en el mundo no es muy alta, son profesiones con un nivel de paro enorme. No sé cómo mi madre no me paró y me dijo que hiciera algo que me diera seguridad. Yo tengo mucha suerte, tengo una madre que siempre está ahí, me da apoyo a todos los niveles.

¿Ha perdido algún proyecto por culpa de la pandemia?

-Ha habido un año en el que casi no ha habido proyectos. Son proyectos que no hemos conocido, son como esos hijos que tenemos en las células y que no llegan a nacer. No es que haya habido proyectos que se hayan caído, es que la industria se paró como se ha parado la vida. Nunca sabremos qué nos podría haber sucedido en ese 2020 si la pandemia no hubiera parado el mundo.

¿Olvidaremos este tiempo?

-Espero que no, algo tenemos que haber aprendido. Olvidar no, pero sacudirnos la pandemia sí.

"En 'Feria' mi personaje es perturbador, inquietante, está cerca del más allá. Me ha gustado hacerlo"

"En los años que llevo trabajando he hecho cosas que me han encantado y otras que me han frustrado"

"Me siento igual de cómoda o incómoda escribiendo que interpretando. Las emociones son las mismas"