- Manu Marlasca es uno de los periodistas más seguidos en televisión. Además de su carisma, ayuda mucho el que haga un programa de sucesos, una sección en la que lleva desde 1988 y que ahora también se plasma en la radio. Ha elegido trece crímenes junto a su compañero Luis Rendueles para poner negro sobre blanco para celebrar el aniversario número trece del espacio radiofónico.

Es usted una máquina, tres libros en tres años y una presencia diaria en televisión, además de la radio. No le queda un minuto libre, supongo.

—Ja, ja, ja€ Si quieres buscas tiempo. Es cierto que en 2019 saqué un libro, Cazaré un monstruo por ti. En 2020 publiqué junto a Lorenzo Silva El solitario y ahora este con Luis.

Veo que le gusta escribir acompañado. ¿Es menos aburrido?

—Los tres primeros libros los escribí acompañado de Luis. El último salió en 2007. Seguimos trabajando juntos en la radio, en Territorio negro, y tenía todo el sentido volver a hacerlo. Nos hemos unido para escribir sobre trece crímenes que representan en parte los trece años que llevamos haciendo este espacio.

¿Hay más crímenes ahora?

—Ni más ni menos que en los anteriores. Lo que sí que hemos observado es que son algo distinto su desarrollo y su investigación. Pero en España no ha subido la criminalidad. Sí que se ha incorporado más la mujer€

¿Ha subido el número de asesinas?

—Parece que sí. Se han incorporado en los dos lados de la criminalidad. Hay casos en los que participan en los crímenes, pero también se ha incrementado el número de mujeres que dirigen investigaciones para detener a los asesinos.

Menos mal, no todas se ponen en el lado oscuro de la ley.

—En un libro que publicamos hace diecisiete años sobre crímenes del siglo XX creo que no había ninguna mujer al frente de una investigación criminal. Ha subido un poco la participación asesina de la mujer, pero solo un poco; sigue siendo abrumadoramente más alta la tasa de asesinos varones. Está en un 90 10, más o menos.

¿Asesinas directas?

—No siempre. Hay algunas mujeres que buscan intermediarios para matar.

Así no se manchan las manos de sangre.

—Ja, ja, ja€ Dicho así puede parecer divertido, pero te aseguro que no lo es. Hay un caso muy significativo en el libro, el crimen de Maje. Una mujer que encarga a uno de sus amantes que mate a su marido. Pero también las hay que participan de forma activa en un asesinato como Ana Julia que mató al pequeño Gabriel.

Y para no mancharnos se nos ha acusado durante siglos de ser unas frías envenenadoras. Cianuro o arsénico en el café.

—Mira, ya quedan pocas envenenadoras. La mujer envenenadora es un género de asesina que está desapareciendo. El siglo XX dio grandes envenenadoras, pero en lo que llevamos del XXI, hay muy pocos casos. Quizá es que la venta de fármacos está más fiscalizada. Hay que recordar el famoso Colme, un medicamento que muchas mujeres utilizaron para envenenar a sus maridos alcohólicos. Tampoco se pone ya arsénico o cianuro en el café, su venta está totalmente restringida. Lo que vemos son mujeres que buscan intermediarios para acabar con la vida de un hombre.

¿Somos menos agresivas?

—Hay expertos que dicen que esto tiene que ver con la testosterona y las mujeres al carecer de ella os convertís en menos agresivas. Aunque todavía hay algunas que se manchan las manos de sangre.

Frivolizando un poco en su territorio negro. Con los datos de crímenes perpetrados por hombres y por mujeres, se demuestra que somos mejores personas.

—Muy graciosa. Ja, ja, ja€Sois mejores personas que nosotros siempre, eso siempre. Pero también las hay malas y retorcidas, por descontado. Por el momento, es cierto que los números os favorecen.

¿Han cambiado los motivos y el modelo de crimen?

—No. Se mata por ambición, por dinero, por puro pragmatismo€

¿Pragmatismo?

—Alguien molesta y hay que quitarlo del medio.

Ah.

—Se mata por celos. No han cambiado los ingredientes para llevar a alguien a cometer un asesinato. Si ha cambiado la forma que tiene el asesino de salir impugne de su crimen. Ahora vemos crímenes casi en directo. Vemos cómo los criminales intentan montarse coartadas a través de las redes sociales. Las nuevas tecnologías han hecho cambiar los procedimientos de los asesinos, pero para la policía también son una herramienta. Ahora no hay una investigación que no busque en el entorno de la víctima o en sus redes sociales.

¿Son tan torpes los asesinos de ir dejando su huella en las redes sociales?

—Son muy torpes. Los crímenes se resuelven en su gran mayoría por la torpeza de los asesinos. No suelen ser actos preparados€

¿Se mata con la mente en frío?

—Muy poco. Los asesinatos suelen ser producto de una explosión. A vuela pluma y repasando el libro, se me ocurre que este hombre que mató por encargo al marido de su amante. Apagó el teléfono mientras estaba matando a ese señor, pero cuando se juntó con ella para contarle cómo había ido, lo encendió. Por inteligentes que se crean los asesinos, muchas veces cometen torpezas que, afortunadamente, facilitan el trabajo de los investigadores.

Crimen perfecto. ¿Asesino que no ha sido descubierto o falta de pruebas aunque se conozca al autor?

—Hay un crimen perfecto en este libro, el de Sonia Iglesias, una mujer de Pontevedra. El autor de ese crimen, el que todo el mundo ha pensado que lo es, era su pareja. Murió el año pasado sin revelar dónde dejó el cadáver. No pasó ni un solo día entre rejas, pero todo el mundo tenía la convicción absoluta de que era él. En este caso sí que se puede hablar de crimen perfecto.

¿Hay más casos?

—¿A lo largo de la historia? Claro. El crimen perfecto puede ser el del loco, el crimen sin historia. Yo me cruzo con alguien por la calle, alguien con quien no tengo nada que ver, le quito la vida y me voy.

¿Un psicópata?

—Puede ser de un esquizofrénico, alguien con problemas mentales. En el libro aparece Thiago, un brasileño, que durante las semanas más duras del confinamiento en 2020, se dedicó a buscar en los soportales de Barcelona a mendigos a los que reventar la cabeza.

¿Ha frenado la pandemia la delincuencia?

—Sí. No solo los homicidios, sino también otros delitos. Hay una excepción. La actividad criminal que se realiza a través de Internet, esa ha aumentado. La gente está más conectada, las empresas también y los cibercriminales están viendo un caladero importante para cometer sus fechorías.

Supongo que la falta de movimiento frena a las mafias de crimen.

—Las organizaciones no pueden ir de acá para allá. Al ver menos broncas y menos reyertas en la calle, lógicamente hay menos muertos.

Usted empezó en el mundo del periodismo. ¿No dormiría más tranquilo y sin pesadillas en esa sección?

—Ja, ja, ja€ fue un divertido y breve periodo de tiempo. Estuve entre junio de 1987 y enero de 1988. Pero nunca me he alejado de la cultura. Soy un voraz lector, me gusta el cine, el teatro, la música. Siento que no sería capaz de hacer otra cosa en el mundo del periodismo.

Una sección no€

—€muy deseada. Ya lo sé. Trato de poner mi granito de arena para frenar esa escalada de desprestigio que en ocasiones tiene mi género.

No es querida por profesionales del periodismo, pero es una de las secciones más seguidas por lectores, oyentes y espectadores. El morbo nos pone y nos puede.

—Siempre ha sido así. Se decía que durante la dictadura de Franco triunfaron los sucesos porque no se podía escribir de política. Mira, es muy difícil que alguien se identifique con la vida de un diputado o del cualquier político de turno. Tampoco con la vida de Cristiano Ronaldo o un consejero de banco.

¿Nos identificamos con la vida de un asesino?

—No. Pero es fácil identificarse con alguien que ha perdido a su hijo, con la madre de una chica desaparecida. Los que hacemos sucesos escribimos de cosas que le pueden pasar a cualquiera. Los sucesos dan fe de lo vulnerables que somos todos. Pienso que es lo que hace que el mundo de los sucesos sea un producto muy consumible.

"Ha aumentado el número de asesinas, y también el de las que están al frente de una investigación"

"Hay mujeres que no se manchan las manos de sangre, buscan un intermediario que mate"

"Ahora vemos que los criminales intentan montar sus coartadas a través de las redes sociales "