os teóricos explican que los ciudadanos llegamos a un punto de saturación de mensajes redundantes sobre una cuestión informativa, y que terminamos agotados de recibir mensajes repetitivos y cansinos que obran el efecto contrario, es decir que a cuantas más informaciones, más rechazo del personal por cansancio, repetición de argumentos y redundancia de mensajes. Se produce una situación de rechazo, hastío y desencuentro entre quienes lanzan mensajes diarios y los que padecen cifras, historias y nombres propios. Hace un año comenzó la tenebrosa situación sanitaria que nos ha ocupado, ocupa y ocupará por un tiempo amplio como fuente de preocupaciones ciudadanas, ya que la pandemia se muestra como un proceso sanitario preocupante y asfixiante para la sociedad azotada por enfermedad, muerte y miseria. Durante más de sesenta semanas, como una gota malaya cayendo en la conciencia ciudadana, la peste sacude el panorama informativo en un ejercicio de maldita redundancia que terminará por cansarnos y agotarnos. Todo parece indicar que estamos llegando a ese punto de saturación que puede enloquecernos ante semejante presión persistente y obsesiva. Repetir, redundar y abrasar al personal en un ejercicio rutinario cuya eficacia merma al compás de la repetición de los días. Martillo pilón comunicativo. Fatiga pandémica que nos carcome y asola. Terreno abonado para depresiones y otras enfermedades del alma. ¡Cuídense!