ualquier atisbo de verosimilitud y profundidad en el retrato que Le Bornin hace de De Gaulle salta por los aires cuando nada más empezar se asiste a una escena en plena trinchera francesa. Allí, en medio de explosiones y gritos, mientras se siembra la muerte, De Gaulle, encarnado por Lambert Wilson, recita un diálogo imposible, pura retórica de salón en el campo de batalla. La pretensión de la secuencia es la de cincelar un perfil valiente y heroico del personaje. Lo que alcanza este filme, ubicado en el periodo de tiempo que va del desastre de Dunquerque al armisticio de Petain, se reduce al cartón piedra. Todo parece una imagen sansulpiciana del militar francés que llegó a presidente de la República.

En cierto modo esta hagiografía podría considerarse como la respuesta francesa al relato excesivo del Christopher Nolan pro Brexit de Dunquerque. Ambas dan su particular vuelta de tuerca a la huida británica del continente ante el avance alemán. Aquí, incluso abiertamente, se enuncia en voz alta la sombra de la cobardía del parlamento de Londres al servicio de su majestad. Menos brillante que la película de Nolan, imposible derrotar al autor de la trilogía de Batman en ese terreno, ambas empatan en su incapacidad para profundizar.

De Gaulle, la película, contiene el mismo ejercicio de simpleza y vacuidad. El retrato de Churchill da noticia de ello y su anoréxica sed de autenticidad reduce ambas películas a ejercicios de propaganda.

Su retrato de De Gaulle abunda en la falsedad y en lo esquemático. Nadie ignora que la fidelidad del general a su patria fue bastante mayor que la que dispensó a su esposa; sin embargo, sus aventuras con su secretaria se ocultan en el filme, aunque Le Bornin siembre sutilmente una pulsión y una presencia que sin decirlo, grita que entre ambos algo pasa.

En la realidad pasaron muchas cosas, aquí reducidas a un mortecino relato que acaba echando mano a otro referente cinematográfico, El discurso del rey. También aquí se ensalza el hueco valor de esas palabras solemnes pronunciadas por títeres de leyenda que ocultan el silencio de millones de muertos.

Dirección: Gabriel Le Bomin. Guion: Gabriel Le Bomin, Valérie Ranson-Enguiale. Intérpretes: Lambert Wilson, Isabelle Carré, Olivier Gourmet, Catherine Mouchet. País: Francia. 2020. Duración: 108 minutos.