as modas ya existían en la prehistoria. Gracias a los grabados hallados en las cuevas de Aitzbitarte de Errenteria, un grupo de arqueólogos ha descubierto que los artistas prehistóricos seguían patrones en común a la hora de representar su grabados artísticos en las paredes de las cavernas. Unas “redes de contacto” entre estos creadores 27.000 años atrás.

Expertos del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC), la Universidad de Salamanca (USAL), el Centro Nacional de Investigación de Evolución Humana (CENIEH) y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), han comparado los grabados descubiertos recientemente en Oarsoaldea con el arte parietal existente en otras 17 grutas europeas, cuyos resultados fueron publicados ayer por la prestigiosa revista especializada Plos One.

“Se trata de grabados, principalmente de bisontes, ejecutados de una manera hasta ahora nunca vista en la cornisa cantábrica. Una especie de moda a la hora de ejecutar los grabados, más propia del sur de la actual Francia y de algunas zonas del mediterráneo”, explicó Diego Garate, director del proyecto y miembro del IIIPC.

Otra de las investigadoras, la especialista en arte paleolítico de la USAL Olivia Rivero precisó que esta “corriente artística”, localizada en las cuevas de Aitzbitarte III, V y IX, “se define por la representación de animales con los cuernos y extremidades en vista frontal, pero que contienen detalles específicos como la figuración del pelaje o las pezuñas”.

Los investigadores han comparado mediante “estadística multivariable” estas figuras con otras localizadas en distintas grutas europeas y han concluido que su distribución coincide con la dispersión de las herramientas más frecuentes en la región hace unos 27.000 años.

En concreto, el miembro del CENIEH Joseba Ríos constató que “la dispersión de este estilo coincide en gran manera con la de los buriles de Noailles y las puntas de Isturitz”, unos útiles que aparecieron en el Pirineo occidental hace entre 31.000 y 29.000 años y que posteriormente comenzaron a extenderse hacia la zona de Francia, hasta llegar finalmente a la zona Mediterránea.

“Por poner un ejemplo -apuntó el director del proyecto-, mientras en Aitzbitarte grababan bisontes siguiendo estas convenciones específicas, en el resto de la cornisa cantábrica se dibujaban ciervas rojas aplicando la pintura con el dedo”.

No obstante, Diego Garate puntualizó que también “existen ciertos detalles comunes para ambos estilos: como la manera de representar los caballos o la ausencia de la perspectiva en las extremidades”, una circunstancia que permite deducir que, “a pesar de la existencia de peculiaridades en regiones concretas”, en aquella época ya existían “redes de intercambio cultural de gran distancia”.

Distintos expertos internacionales en el tema, como la directora del proyecto de la cueva de Chauvet y prehistoriadora de la Universidad de Toulouse (Francia), Carole Fritz, destacan la importancia de esta investigación ya que, en su opinión, “es una auténtica novedad localizar por primera vez grabados de este tipo en la península Ibérica”. En la misma línea se pronuncia José Luis Sanchidrián de la Universidad de Córdoba, para quien “el estudio demuestra una fuerte interrelación regional de la expresión gráfica parietal desde momentos muy antiguos”.