- Bizimina (29') hibrida el cine documental con la danza. A través de una serie de piezas independientes, se lanza un grito de las emociones que tanto nos cuesta expresar desde que estalló la crisis del coronavirus: la distancia, la añoranza del otro, el deseo, el sentimiento de comunidad, la impotencia, el aislamiento, el desconcierto, la esperanza... La coreografía construye un relato que sirve para confortar y acompañar en este tiempo incierto.

'Bizimina' es hija de estos tiempos raros, revueltos y de cambio todavía sin rumbo claro que nos está tocando vivir. De hecho, surge en pleno confinamiento. ¿Cuál fue el motor de este proyecto?

-Todo empezó con una llamada de Jon Maya, de Kukai Dantza. Estábamos en pleno confinamiento y me dijo: "Tenemos que hacer algo". Migueltxo Molina, yo y todo el equipo de Arena compartíamos con Kukai la misma necesidad de gritar, expresar de alguna manera las sensaciones tan desesperadamente extrañas que estábamos viviendo. Los motivos siguen igual de vigentes ahora, el proyecto nace para poder expresar lo que todos estamos sintiendo estos días y no podemos formular con palabras.

La danza, el espacio y la fotografía son los lenguajes o los lugares desde los que se construye esta pieza audiovisual. ¿Cómo dialogan entre sí, y qué se aportan unos a otros?

-La película combina las coreografías de Kukai, que son muy expresivas, con nuestro modo de rodar, que es documental. Se encuentra nuestra mirada directa -gran parte de las piezas están resueltas en plano secuencia- con la fuerza de la danza, sacada del escenario, insertada en el mundo real. La combinación es muy poderosa. A eso hay que sumarle un elemento determinante, la banda sonora de Mikel Salas. El resultado tiene la fuerza de lo real y la capacidad expresiva de lo abstracto.

El documental lanza un mensaje de ánimo, de aliento, de esperanza. ¿Qué quieren gritar al mundo en este momento?

-La película quiere ser catártica, que los espectadores vean en ella reflejados sentimientos que tenemos dentro y necesitamos exorcizar: el no poder abrazar a los nuestros, el aislamiento, el miedo, la incertidumbre, todo es muy desesperante y queremos ayudar a expresarlo, eso ya tiene un valor curativo. Intentamos cerrar el relato con algo de optimismo y ahí ayuda la colaboración de Oreka TX con sus ritmos. El grito que lanzamos se parece a esos gritos que uno tiene en sueños, cuando quieres gritar y no puedes. La danza permite gritar eso, por abstracto que sea, y compartir eso con el público ya le ayuda, esperamos.

No habrá sido fácil rodar en tiempos de pandemia, y además articulando las ideas y los universos creativos de tres directores. ¿Ha sido un trabajo a distancia, o con contacto 'normalizado'? ¿Cuál ha sido el mayor reto en el rodaje?

-La relación entre los tres ha sido una gozada, ya nos conocíamos de antes y cada uno tenía muy delimitado su territorio creativo. Cada uno aporta su oficio en una parcela muy bien definida. A eso hay que sumar el trabajo con el vestuario de Ikerne Giménez, el de la música de Mikel, las improvisaciones de los bailarines y bailarinas. Había días que discutíamos el vestuario por WhastsApp, revisábamos las coreografías por videoconferencia, comprobábamos las localizaciones en street view... Hemos usado todas las herramientas posibles de trabajo remoto. La comunicación entre todo el equipo ha fluido muy bien, y eso que ha sido un trabajo muy coral. Lo más difícil y meritorio, como siempre, ha sido la producción, liderada por Itziar García. Conseguir permisos de rodaje en esos días, cerrar calles, poner playback, bailar en determinados lugares... Ha sido muy complejo, pero los directores ni nos hemos enterado.

Por lo que se ha podido ver, 'Bizimina' apuesta por la emoción y deja un espacio valioso al silencio, a la evocación, a la reflexión; algo que ha sido muy propio del confinamiento (cuyo valor se ha redescubierto) y que es tan importante siempre pero más que nunca hoy, cuando estamos tan rodeados de 'ruido' mediático...

-No queríamos informar sino expresar. Estamos saturados de información, a veces compleja y contradictoria. Veíamos que había canales para expresar la solidaridad, el humor o lo anecdótico, las redes sociales han servido para eso. Pero faltaba un espacio para expresar lo profundo, lo emocional, lo que llevamos dentro y nos estamos callando. La película sirve para expresar eso, no para dar datos ni aportar información, ni siquiera para la reflexión. Lo que queríamos era gritar, pero con el cuerpo.

¿Qué recorrido esperan que tenga la película? Vivimos tiempos difíciles para la cultura, para el cine que no sea visto desde casa o a través de plataformas televisivas... ¿Hay que estar ahí si se quiere sobrevivir?

-Que se estrene en Donostia ya es muy buen inicio. Luego, ya veremos. Tenemos que irnos adaptando a las oportunidades que se vayan presentando. La película es para disfrutarla en cine, tiene una imagen muy potente y, sobre todo, una banda sonora que suena increíble. Pero también tiene sentido verla en soledad, en casa, a través de una plataforma. El mensaje, además, es totalmente universal. Kukai baila desde su tradición, que es la danza vasca, pero lo que expresan es válido en cualquier lugar del mundo. Tristemente, hoy estamos todos los humanos unidos por esto, la película puede interesar a cualquiera, en cualquier parte. La distribución, como en todos nuestros trabajos, tendrá alcance internacional, pero aún es pronto para adivinar cuál. Bizimina es nuestra aportación a ir haciendo en cada momento lo que creemos que aporta en positivo. Seguiremos adaptándonos a este mundo cambiante, contando en cada momento la historia que corresponda. Ya tenemos varios proyectos nuevos en marcha.

Pablo Iraburu (Pamplona, 1969). Ha codirigido junto con Migueltxo Molina los documentales Pura vida (2012), Muros / Walls (2015) y Elkarrekin-Together (2017), este último junto a Igor Otxoa y todos ellos presentados en Zinemira. Desde que fundó Arena Comunicación Audiovisual, Iraburu ha filmado documentales para la ONU, Forum Barcelona o Medicus Mundi por todo el mundo. Fue productor y uno de los codirectores de Nömadak Tx (2006), estrenada en Zabaltegi.

Migueltxo Molina (Pamplona, 1978). Además de codirigir los documentales arriba mencionados, ha sido guionista, director de fotografía y realizador de gran parte de las producciones de Arena. También fue realizador del programa Desafío 14+1 (TVE, 2011).

Jon Maya (Errenteria, 1977). Es director, bailarín y coreógrafo de Kukai Dantza y colaboró con Arena en el largometraje Oskara (2016). Bizimina es su debut como director.

"La danza permite expresar esos gritos que uno tiene en sueños, cuando quieres gritar y no puedes"

"La banda sonora de Mikel Salas ha sido un elemento determinante; suena increíble"