u construcción no fue nada sencilla y no todo el mundo la entendió. Fue incluso acusada de mostrar arte poco religioso. Pero con el paso del tiempo, la Basílica de Arantzazu se ha convertido no solo en una de las grandes obras arquitectónicas del Estado, sino en el refugio de los principales artistas vascos del siglo XX, desde Oteiza a Chillida, pasando por Basterretxea, Egaña y Eulate. El miércoles se cumple el 70º aniversario de la colocación de su primera piedra. En todo este tiempo, el santuario se ha convertido en parte de la historia cultural y social de Euskal Herria con muchas joyas y algún que otro secreto que todavía alberga en su interior.

“Fue una auténtica aventura que salió bien, pero pudo haber salido mal”. Con estas palabras se refiere el guardián del Santuario, Juan Ignacio Larrea, al proyecto que acabaría transformándose en una de las principales marcas de Gipuzkoa. Larrea recuerda que el proyecto, ideado por Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga, “no lo entendía nadie”. “Incluso hubo un momento en el que los frailes necesitaban tener ya un centro de culto y pidieron quitar a los arquitectos”, apunta. Algo que, afortunadamente para la historia y la cultura vasca, no ocurrió.

El crítico de arte Edorta Kortadi recuerda incluso que los creadores fueron acusados “de hacer arte poco religioso”. “Supuso remover los sustratos de la tradición religiosa. Pasar de lo gótico, el mayor ejemplo de la época es el Buen Pastor donostiarra, a un proyecto vanguardista de los que no abundan”, apunta.

Entre 1962 y 1965 se llevó a cabo el Concilio Vaticano II, en el que se implantaron nuevos modelos para las aulas litúrgicas. Con el fin de crear un modelo más horizontal, se pasó de una concepción en torno a la casa de Dios a otra definida como la casa del pueblo de Dios. Un matiz que le vino como anillo al dedo al proyecto de Sáenz de Oiza y Luis Laorga.

Su anteproyecto se impuso a otros trece gracias en parte a que “entendieron muy bien lo que querían los frailes” y utilizaron “elementos de Arantzazu para hacer algo de Aran-tzazu”. Así, a partir de dos torres y un frontón, consiguieron simbolizar las espinas sobre las que habría aparecido la Virgen. “Y encima lo hacen de forma minimalista, con todo dispuesto al servicio de su imagen”, explica el guardián del Santuario, quien cuenta cómo un catedrático alemán “se quedó asombrado por cómo una pieza de 36 centímetros -la Virgen- pudiese estar tan bien destacada”.

Todo este trabajo se vio además reforzado con la participación de numerosos artistas vascos de primer nivel. Jorge Oteiza elaboró los catorce apóstoles de la fachada principal, Lucio Muñoz desarrolló la decoración del ábside, Eduardo Chillida se encargó de las puertas principales de acceso, el fray Javier María Álvarez de Eulate creó las impresionantes vidrieras de su interior, Xabier Egaña firmó las pinturas del camerín de la Virgen y Néstor Basterretxea quedó relegado a las paredes de la cripta.

“Las obras de arte de este calado se suelen quedar viejas y las que resisten son las que siguen estando vivas hoy en día. La Basílica de Arantzazu se mantiene muy bien y hace que, hoy en día, siga siendo espectacular”, señala Kortadi.

Más allá de todo el patrimonio más que conocido, la Basílica también cuenta con algunos tesoros escondidos en su haber. El más notable de ellos es una pinacoteca con obras de Elías Salaberria, Zuloaga, Eulate, Hombrados Oñatibia, Pablo Uranga, Oteiza y Elizondo, entre otros, que para Kortadi “debería estar expuesta”.

También están a buen recaudo los proyectos para el Altar Mayor que fueron desechados y que, tal y como señala Larrea, son “una exposición, como no hay otra, de los artistas de los años 60 en España”. E incluso la gran biblioteca con fondos de carácter musical desde el siglo XVIII y que actualmente se comparte con el archivo de la música vasca Eresbil de Errenteria.

“Pero habrá más joyas y sobre todo obras de la escuela franciscana como poetas, pintores, escultores y demás que estarán perdidas o no en su interior”, presupone el crítico de arte. “Es una pena porque en 1834 los liberales, en la primera guerra carlista, quemaron todo y apenas ha quedado algo de arte clásico hasta nuestros días. Lo único que pudieron salvar los frailes fue el archivo musical porque lo escondieron en la torre, suponiendo que no ardería, y así fue”, añade Larrea.

Repercusión internacional

“Ha servido como núcleo de lo que sucedía”

En 70 años, la sociedad vasca se ha ido transformando con diferentes realidades, conflictos y situaciones. Arantzazu no ha sido ajeno a todo ello. De hecho, ha sido una pieza más de la historia social de Euskal Herria.

“La importancia que ha tenido en la renovación social, en el conflicto de ETA, del desarrollo de las autonomías o de la presencia del euskera ha sido muy importante. En muchas ocasiones, ha servido como núcleo de lo que estaba sucediendo”, apunta Kortadi.

El uso del euskera es buena prueba de ello. En 1945, la revista del Santuario incluyó por primera vez un artículo en euskera, algo nada habitual en la época, y dos años después, en 1947, se hizo el primer Egutegia, que hoy en día se sigue haciendo y que demostró la importancia que le daban los frailes al lugar al hacerlo en euskera.

Esto también se comprueba en la labor que llevaron a cabo los misioneros a la hora de alfabetizar el euskera, quienes enseñaron a la gente a escribir y evitar así que se perdiese el idioma.

Hasta Joxe Azurmendi, Joan Mari Torrealdai, Joseba Intxausti, Paulo Agirrebaltzategi y demás crearon la revista Jakin entre sus paredes.

“La Basílica de Arantzazu no solo renovó la arquitectura, lo hizo también con la cultura, política y hasta espiritualidad de la época. Y todo ello se mantiene a día de hoy”, explica Kortadi. “El pueblo vasco siempre ha reconocido la importancia que ha tenido en su historia. Tener aquí a Oteiza, Chillida, Barrenetxea y Eulate no es cualquier cosa y dice mucho de su valor. Y a todo ello hay que sumar que cada vez es más reconocida por arquitectos internacionales que vienen para conocerlo. Es algo que muy pocos habrían imaginado hace 70 años”, concluye Larrea.

“El pueblo vasco siempre ha reconocido la importancia que ha tenido en su historia”

Guardián del Santuario de Arantzazu

“Supuso remover los sustratos de la tradición religiosa. Pasar de lo gótico a lo vanguardista”

Crítico de arte