n la plaza de la Trinidad jamás tocó Camarón, ni la fadista Amália Rodrígues, ni Frank Zappa, ni mucho menos Ludwig van Beethoven. No obstante, quien se haya acercado a la Trini durante esta extraña 55ª edición del Jazzaldia habrá sentido a esos y otros nombres sobre el escenario. Ya lo dijo uno de los premios Donostiako Jazzaldia, Jorge Pardo, durante el concierto que ofreció el viernes junto al bajo eléctrico Carles Benavent y al batería Tino Di Geraldo: "Me parece que Camarón nunca estuvo en este festival, pero esta noche va a estar". Y con esta frase, con el que se inició el bis, resumió Pardo un concierto en el que el espíritu del gaditano estuvo presente, al igual que sintió la presencia de otros como Paco de Lucía o Chick Corea.

El trío se subió a escena para presentar Flamenco Leaks, un ejemplo de renovación del género del que los tres músicos son excelentes exponentes. Pardo, flautista y saxofonista de 63 años, recordó emocionado que la primera vez que pisó Donostia para participar en el Festival de Jazz fue cuando tenía 15 años. Volvió mucho en aquella época, "era como Disneylandia para mí", afirmó, para después dedicar una seguidilla a la organización del festival para agradecerle haber generado las condiciones de retorno a los escenarios.

Pardo, Benavent y Di Geraldo actuaron como plato fuerte de un programa que se inició con despliegue de personal sobre el escenario. Siete músicos valencianos acompañaron al saxofonista Perico Sambeat en su particular homenaje a otro histórico, Frank Zappa, del que hicieron un repaso comenzando con Zomby woof y acabando con Peaches in regalia.

Flamenco, ritmos latinos, boleros, fado, propuestas locales... Las circunstancias derivadas por el COVID-19 han favorecido una edición cercana, si algo así se puede afirmar en los periodos de la distancia física, que en el caso de la Trinidad se marcó mediante el uso de las antiguas placas identificativas de las calles de Donostia. Asientos asignados, menos bullicio que otros años y una mascarilla que nunca se olvida no fueron inconveniente para que el público acudiese a un escenario que, en esta ocasión, ha tenido un aforo de 650 personas que se llegó a completar con la doble actuación del sábado: Benavent -en esta ocasión con proyecto propio- y Mariza, la renovadora del fado de raíces mozambiqueñas.

Con un voz y una presencia incuestionable, dueña y señora del escenario y del público, la artista inició su actuación con Estranha forma de vida, original de otra fadista de renombre, Amália Rodrígues. No en vano, Mariza presentó en Donostia Canta a Amália, un proyecto en el que homenajea a su compatriota y del que publicará disco en otoño. En un más que certero "portuñol", tal y como rió ella, aseguró que era "un placer enorme" volver a estar sobre las tablas: "Estoy muy emocionada porque ha sido un tiempo muy diferente a lo que estamos habituados, porque no hemos podido compartir nuestras emociones. Yo solo sé hacerlo cantando".

La cantante, que viajó por el "universo" de Amália, también interpretó Barco Negro (Maë Preta), una canción que ese mismo día Silvia Pérez Cruz abordó en el Kursaal, y se lanzó con un tema propio, Oraçao, que por "equivocación" acabó en su último trabajo.

Durante gran parte del espectáculo el respetable le reclamó Gente da minha terra y juguetona respondía: "Pedidme alguna que no sea esa". No obstante, en los bises y para cerrar el concierto, bajó del escenario y recorrió la Trinidad entre los asientos provocando una revolución entre el público, que se levantó a admirarla; todo ello, mientras con su imponente voz complacía las demandas y entonaba esa canción escrita por Rodrígues pero nunca cantada por ella. "Hace años, cuando la cantaba, solía pensar en los portugueses, a quien tanto quiero, pero 20 años después he entendido que la gente de mi tierra es cada uno de vosotros que ha venido aquí para escuchar mi música", agradeció antes de despedirse con Gente da minha terra.

Bienvenidos a los directos

Alegría de vivir

Las palabras de agradecimiento a los que han apostado por los directos han sido una constante toda la semana. Desde el primerísimo primer concierto que el miércoles ofrecieron Javier Colina al contrabajo, Antonio Serrano con la armónica, Josemi Carmona a la guitarra y Borja Barrueta marcando el ritmo con la batería; los cuatro se reunieron para presentar su proyecto Veinte Veinte. "Es una alegría volver a estar con la música, que la música nos una en estos momentos tan especiales que estamos viviendo. Y con un poco de cabecita, centrados, vamos a vencer", se mostró positivo Carmona, una cuestión a la que Jorge Pardo volvería dos días después: "Hoy con tanta cosa grabada uno no se da cuenta de que como la música en vivo no hay nada".

Seguro que no es casualidad que tras abrir el espacio de la Trinidad con una composición del propio Carmona, el cuarteto saltase a tocar una versión muy propia de la Alegría de vivir, del desaparecido Ray Heredia, sobre la que improvisaron; casi una declaración de intenciones y una invitación a volver a vivir la música en directo.

Mediante la conversación, diálogo y compresión de los instrumentos, el cuarteto ejecutó temas como la popular irlandesa Danny boy -"una de las canciones más bonitas que se han escrito"-, Oceano, del cantautor brasileño Djavan o Noites Cariocas del también brasileño Jacob do Bandolim.

Colina, Serrano, Carmona y Barrueta dieron el paso el miércoles a otro premio Donostiako Jazzaldia, Chano Domínguez, "un extraordinario pianista" que es "flamenco y jazz al mismo tiempo" y que recogió el galardón de manos del director del Jazzaldia, Miguel Martín, que no dudó en describir esta época "como un tiempo de mierda" y que lamentó la pérdida de amigos del Festival de Jazz en los últimas semanas.

Martín hizo referencia expresa a Rafael Aguirre Franco, que impulsó y dirigió el Jazzaldia durante quince años, además de llevar el encuentro a este característico espacio de la Parte Vieja donostiarra: "Hemos aprendido de él. Sabemos que este recinto es el recinto más democrático del mundo, a pesar de que hoy tengamos asientos asignados; el espíritu de la Trinidad le debe mucho a Rafael Aguirre, que no volverá a estar en esta plaza".

"La excitación quizá sea mutua, porque como yo quizá vosotros hace mucho también que no vais a un concierto". Domínguez, agradecido por el premio y acompañado por Horacio Fumero al contrabajo y David Xirgu en la batería, ofreció un ramillete de composiciones propias.

Oreka Tx y Michel Portal

Piedra y viento

El Jazzaldia concluyó ayer con el tercer concierto de Marco Mezquida y en el que presentó una revisitación a las partituras de Beethoven, todo ello antes de que Rymden bajase el telón de la plaza a ritmo de música progresiva, fusión, punk y elementos psicodélicos de los 60.

El trío compuesto por Bugge Wesseltoft, Dan Berglund y Magnus Öström trajo aires helados del norte de Europa, si bien el viento y la piedra de la tierra también tuvo su espacio de excelencia. Para eso hay que remontarse al jueves, al doble programa que ofrecieron Oreka TX y Michel Portal, dos conciertos muy distintos pero enlazados. No en vano, este grupo que busca la innovación en la txalaparta -tocaron con piedra, madera, bambú e, incluso, percusionaron con cencerros- liderado por Harkaitz Martínez de San Vicente y Mikel Ugarte invitaron al veterano baionarra a que se sumase a ellos en el bis en el que reinó la improvisación.

Oreka TX, del que son parte el también baionarra Mixel Ducau -actuó en la plaza de la Trinidad primera edición del Jazzaldia hace 55 años-, Juanjo Otxandorena e Iñigo Egia, presentó Koklea, su último trabajo, antes de que el veterano clarinetista se presentase con su nueva formación de quinteto y demostrase que 84 años también se puede estar en plenitud y forma, al igual que un festival que con 55 ha sabido salir adelante con palpable eficacia cuando otros no han podio o no han sabido hacerlo.