ste término unido al de los partidos más igualados en el tenis es el que mejor define el concierto que ayer a media tarde (18.00) se celebró en el Auditorio del Kursaal de Donostia. Una buena entrada para disfrutar en escena en un mismo show con dos de los tres galardonados en esta edición con el premio Donostiako Jazzaldia. Dos premiados, dos pianistas de Cádiz y Donostia, prácticamente de la misma generación (1962 y 1960) viejos conocidos que ya habían girado juntos hace mas de 20 años. Dos pianos Steinway de cola. Se daban muchas circunstancias para que sucediera algo especial. “La música en Gipuzkoa es mejor gracias a Iñaki Salvador”, dijo el director del Jazzaldia, Miguel Martin, al entregarle el premio al músico donostiarra que, como es habitual en él, se mostró muy locuaz a lo largo de toda la tarde. Agradeció la inmensa importancia que ha tenido el Jazzaldia en su vida y recordó a su hermano recientemente fallecido que fue quien le empujo a dar sus primeros pasos en el piano.

Salvador definió el concierto desde el principio como un partido de tenis. Un partido sin ganador, un toma y daca con las mejores intenciones. Un concierto en el que las raíces musicales de cada uno estuvieron muy presentes a lo largo de todo el show. Dos mundos opuestos que se tocan se acarician y se fusionan sin ánimo a ser infectados.

Música vasca y flamenco dándose la mano, aurresku, y ezpata-dantzas con rumbitas o bulerías, saliendo de paseo.

En solitario inició el concierto Salvador con una pieza amable, luminosa, que por momentos se retuerce. Es su particular visión de Rabo de Nube de Silvio Rodríguez fundida con los ritmos solemnes de un aurresku. El piano comienza a envolver el ambiente con una amplia gama de sonidos.

Chano Domínguez también dispone de su pieza de calentamiento en solitario. Es una mezcla de poemas musicales recientes con toques hispanos y con sorprendentes cambios de ritmo. Ya con los dos pianistas juntos sobre el escenario interpretan el tema que, como homenaje al pianista catalán ya fallecido Tete Montoliu, compuso hace años Iñaki.

Ahora están juntos, se trata de un duelo en el que no se intenta fulminar al otro sino construir juntos algo especial, se ayudan con gestos, se relevan en el protagonismo, sin estorbarse en ningún momento. El partido de “tenis” continúa, ahora sirve Chano y nos sumerge en el flamenco con Mr. C.I., paisajes mas intrincados, requieren una mayor atención, réplicas y contrarréplicas que suponen pequeños retos para los creadores que salen airosos del desafío. Mind es un tema de Iñaki Salvador que, con un estribillo saltarín que sirve de base de contención, conforma una pieza de sabor dramático muy abierta a una interpretación libre en la que lo único que ata a los músicos es tener esa referencia inicial para poder moverse con soltura por donde les apetezca.

El miércoles en la plaza de la Trinidad Chano Domínguez presentó e interpretó por primera vez una pieza que, dijo, había compuesto durante el confinamiento. A Iñaki le gustó tanto que le pidió tocarla juntos. El resultado fue magnífico. Música que podía servir perfectamente para ilustrar estos tiempos tan oscuros que estamos viviendo. Hay un tono de tristeza, de casi rendición ante lo que vivimos, pero a medida que progresa nos invade la esperanza, nos eleva el ánimo.

La música de raíz vuelve al Auditorio con las variaciones para una ezpata-dantza que, de la mano de Iñaki, anima la situación. El folclore vasco aparece con fuerza entre el marasmo de notas producidas por dos grandes unidos en ese momento por nuestra música popular.

Chano reconoce su admiración al gran Chic Corea con unas rumbitas de Cádiz, en las que se cuelan ecos de Return to Forever. No tuvieron más remedio con todo el público puesto en pie que ofrecer un bis. Los dos premiados se fueron con un blues con guiños al Black or White de Michael Jackson en medio de la admiración general de los asistentes. Enhorabuena a los galardonados. Claro que se lo merecían.