Los lectores de este diario tenemos la suerte de contar con las crónicas de Franck Dolosor informándonos sobre la actualidad política de la Euskal Herria Continental, llamada también Iparralde, Euskadi Norte o País Vasco francés, tan irremediablemente embrollados que estamos con el nombre de lo nuestro. Es de agradecer que, amén de lo que sucede con nuestras olas y nuestras compras, tengamos también quien nos instruya acerca de los importantes movimientos que se están produciendo en los territorios hermanos.

Ahora que estamos fijando la mirada en los comicios del 12 de julio, conviene también que prestemos atención a la segunda vuelta de las elecciones de quince días antes en 18 municipios de Iparralde, entre ellos la mayoría de los más poblados. El resto de los ayuntamientos ya están constituidos, porque tras la primera vuelta del 15 de marzo no hizo falta una segunda cita con las urnas.

En aquella primera vuelta se certificó el creciente peso electoral e institucional de los abertzales y sus aliados. El 28 de junio también serán determinantes los votos abertzales, aunque no en todos los sitios han optado por la misma estrategia, ya que hay municipios en los que han establecido nuevas alianzas para la segunda vuelta, otros en los que han optado por seguir concurriendo en solitario y alguno como Baiona donde se han decantado por no continuar en la liza. Los resultados adquieren a su vez importancia para el futuro de la mancomunidad de municipios, institución que supuso en su día un logro histórico.

Debemos reconocer, sin embargo, que tras décadas de refugiados, atentados, zulos, presos y procesos, pocas miradas se concentran ahora allá por parte de los vascos peninsulares. En las elecciones y sus consecuencias. Mientras sigamos con mayor interés el regreso de Albiol a la alcaldía de Badalona que la continuidad o no de Etxebest en Maule-Lextarre, o mientras sepamos más del jaleo en torno a una urbanización de Boadilla del Monte que sobre la situación de la ikastola de Ziburu, habrá que concluir que en realidad poco creemos en aquello que decimos creer.