i en buena parte de la historia de la humanidad los libros han sido considerados peligrosos por los reinos y los poderes religiosos, el COVID-19 ha vuelto a ponerlos en esa categoría, pero está vez más por un virus incrustado en su exterior que por el contenido del interior. Desde ayer, en cambio, con un poco de hidrogel, mascarilla y una distancia de seguridad, las librerías vuelven a ser un refugio seguro para los ávidos lectores.

Buena parte de los libreros de Gipuzkoa levantaron por primera vez ayer sus persianas tras casi dos meses cerradas. Algunos ya lo habían hecho la semana pasada para entregas puntuales, pero la jornada de ayer fue la vuelta a las recomendaciones, al descubrimiento de las novedades y a poder pasear entre páginas y páginas de historias. El problema, no obstante, estaba en el desconocimiento de la norma entre la ciudadanía.

“Desde las 9.15 horas teníamos gente en la puerta. A partir de las 10.00 horas había muy poca gente. Estoy convencido de que ha sido porque se piensan que solo pueden salir a comprar hasta esa hora”, contaba Ramón Tatiegi, de la librería donostiarra Hontza, que prevé un descenso de la clientela habitual a causa de la restricción de movilidad: “La mitad de nuestros clientes son de la provincia”.

Lo que no va a reducir las ventas es el miedo a ir a la librería. “Es una situación inexplicable, surrealista, pero la gente quiere venir y lo hace”, explica Sihara Nuño, de Noski!, en Errenteria, donde han puesto unas cintas adhesivas en los suelos para mantener la distancia con las estanterías y ella debe atender a los clientes a través de una máscara protectora. La semana pasada la dedicaron a solicitudes telefónicas y a desinfectar el local, pero desde ayer ya pueden atender a quien quiera pasarse físicamente -eso sí, máximo una persona a la vez-. “Tenemos que darles las gracias a nuestros amigos y nuestros clientes que en este tiempo cerrados nos han pedido encargos para cuando pudiésemos abrir”, apunta Sihara.

“Hemos vuelto a la normalidad en las librerías y a una normalidad del clima en Euskadi”, bromeaba Santi Azurmendi, de la librería Donosti, que achacaba al mal tiempo la timidez de los clientes. “De los que vienen, algunos tienen claro lo que quieren, pero otros no. En ese aspecto es una situación similar a la que teníamos hace dos meses”, afirmó, señalando que la normalidad será definitiva cuando las novedades literarias vuelvan a llenar las estanterías: “Las editoriales también han estado paradas, por lo que tienen que reorganizar todo el año”.

Algunas librerías también aprovecharon su primer día de reapertura para poner a punto el local. Es el caso de Lagun, donde desinfectaron a primera hora del día todo el espacio, y de Garoa, donde se pusieron manos a la obra con todos los encargos. “A primera hora han venido más, pero todavía cuesta que la gente se anime del todo”, aseguraba Idoia, de la librería donostiarra, mientras que desde la zarauztarra tuvieron que enviar un correo electrónico a todos los clientes que encargaron un libro sorpresa el pasado Día del libro para decirles que este llegaría en los próximos días. “Ya que este año no íbamos a tener Día del libro, buscamos una iniciativa para hacer online y se nos ocurrió que la gente podía comprar un libro sorpresa que nosotros escogiéramos a través de sus respuestas a un cuestionario virtual”, explicó Imanol Agirre, todavía sin saber cómo gestionar las más de 900 respuestas obtenidas. “Estamos súper agradecidos por la acogida. En las librerías se crea una comunidad y es muy bonito tener una respuesta así”, añadió.

Adaptarse a la situación

“Las librerías son algo muy íntimo”

Aunque las librerías del territorio poco a poco comienzan a llenarse de clientes, la normalidad de estos espacios todavía está lejos de ser una realidad. “Una librería es coger los libros, salsear por las estanterías, sentir y oler las páginas, charlar con la gente, descubrir... es algo muy íntimo y ahora solo puede entrar una única persona a la vez”, se resignaba Nuño.

En Noski!, al igual que en la mayoría de estos comercios, la venta de libros solo es una más de sus variadas actividades, en la que tienen cabida las exposiciones, las charlas y las presentaciones. Algo ahora mismo impensable de realizar. “Tengo claro que, aunque me dejen celebrar actividades culturales, por ahora no pienso hacerlas. No tendría sentido hacer algo para un máximo de tres personas y además no me parece bien permitir que alguien se exponga al virus”, afirmaba la propietaria de la librería errenteriarra. Por este motivo, en Noski! continuarán con “alternativas” como videoconferencias con escritores tanto de aquí como de fuera.

En una situación similar están en Garoa, donde las tertulias literarias y las presentaciones se han transformado en cuentacuentos en las redes sociales e iniciativas virtuales. “No nos queda otra más que adaptarnos a la situación. Las librerías son un espacio para pasar el tiempo y sumergirse en los libros y eso va a ser complicado de recuperar”, explicaba Imanol.

En Lagun, aunque no está prohibido tocar los libros -con paso previo por el hidrogel-, recomiendan dirigirse a los libreros y que sean ellos los que manipulen el material. “Intentamos que haya el menor riesgo posible y veremos cómo va evolucionando todo”, indicó Idoia.

“Nosotros tratamos de que la gente pueda hacer lo que hacía hace dos meses. Que anden por los libros si quieren, respetando siempre las normas de seguridad”, apuntaba Santi, de la librería Donosti, de cuya puerta cuelga una imagen con esas normas: mantener la distancia, utilizar el hidrogel y un máximo de cuatro personas a la vez en el interior. “Por lo menos ya hemos recuperado nuestro horario habitual y esperamos que podamos ir poco a poco dando más pasos”, añadió.

Para Ramón Tatiegi, de Hontza, esta nueva normalidad va a ser “rara y difícil”. Mientras esperan la llegada de una pantalla protectora que colocarán en el mostrador de la tienda, ya se han hecho a tener que trabajar sí o sí con mascarilla y a normas “que cambian cada hora”. “Nos da miedo la repercusión económica que pueda tener todo esto en los bolsillos de la gente. Hay que aclararlo todo, porque necesitamos que la gente quiera venir”, apuntó.

De este modo, tal y como señala Sihara, de Noski!, se podrá darle la vuelta a la situación: “Los libros han sido muchas veces considerados como peligrosos y ahora parece que vuelven a serlo, pero tenemos que hacer todo lo posible para que no sea así”.