os hemos convertido en apresurados equilibristas en días de la asfixiante cuarentena para tajar el avance de la pandemia asesina. La nueva forma de vivir nos obliga a cambiar hábitos de vida, espacios vitales y enclaustramiento hogareño.

Esta aldea global ha sufrido el golpe de un impacto cuyas consecuencias se verán dentro de un trimestre cuando volvamos a recuperar parques, plazas y lugares-escenario de nuestras normales vidas.

La presencia de los móviles con conexión Internet nos facilita la vida en estas circunstancias de confinamiento y rompe la sensación de aislamiento y así alivia nuestros días camino de la curación. Esta sociedad digital ha desarrollado con cierto éxito la tarea de teletrabajo inconcebible sin la red telemática que ha hecho del desarrollo del teléfono un instrumento para la humana comunicación.

La amplia oferta de tele en modo generalistas o de pagar por ver, contribuye al consumo de la tele como instrumento de entretenimiento y también de información, con informativos alargados en el tiempo a base de repetir y repetir, en un ejercicio de imaginación y pundonor profesional. Los periodistas han abandonado los platós y aportan desde sus domicilios crónicas, testimonios y comentarios de actualidad.

Las cadenas ven mermadas sus tropas periodísticas y algo parecido ocurre con la prensa y la radio, empeñadas en contribuir a la normalidad del momento presente. Esta situación de carencia y dificultades excita el ingenio del personal y se fortalece cara al momento de la victoria final, inyectando información de actualidad, moral de victoria y responsabilidad social necesaria para afrontar las necesidades que han considerado los expertos en virología. En cualquier caso, YO ME QUEDO EN CASA.