donostia - Hace 20.000 años lo que hoy es Gipuzkoa estaba habitada por bisontes y renos, animales que desaparecieron del territorio hace miles de años y no soportarían las cálidas temperaturas actuales. Eran tiempos de invierno permanente, el Último Máximo Glacial, época en el que unos pocos cazadores-recolectores (cromagnones) se refugiaban en cuevas, cazaban para comer y vestían sus pieles. Kiputz, el yacimiento paleontológico más importante de la Península Ibérica, es la prueba de ello y está en Mutriku.

El paleontólogo Pedro Castaños nos traslada a esa época, rescatada gracias a los 18.239 restos óseos recuperados entre 2004 y 2007 en el yacimiento de Kiputz, descubierto en 2003 por un grupo de espeleólogos del club Munibe de Azkoitia. Los mismos que habían descubierto las cuevas de Praileaitz, en Deba, daban poco después con esta joya: Kiputz. Una especie de píldora del tiempo: un agujero de seis metros de profundidad y dos y medio de diámetro, en el que durante 2.000 años fueron cayendo y muriendo 48 bisontes, 23 renos y 18 ciervos.

Sus restos se mantienen en un excepcional estado de conservación y han estado expuestos en el museo San Telmo de Donostia hasta la semana pasada, coincidiendo con las XVIII Jornadas de Arqueología de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. A partir de ahora se podrán contemplar en Altamira (Cantabria).

¿Cuál es el valor de un yacimiento como el de Kiputz?

-Es un yacimiento paleontológico, no tiene nada que ver con los humanos. La mayor parte de los yacimientos que hay aquí, por el Cantábrico, son lugares donde han vivido cazadores-recolectores del paleolítico, que cazaban, y nosotros hemos encontrado los huesos y la fauna de lo que cazaban y consumían. Esto es una trampa natural donde caían los animales y los humanos no tenían dónde rascar. Por eso lo que ha caído en Kiputz es más representativo de lo que había hace 18.000 o 20.000 años, que lo que hay en un yacimiento arqueológico clásico, porque los humanos seleccionan la fauna. A la hora de reconstruir el paleoambiente de una época es más fiable un yacimiento así.

¿Qué nos dicen esos restos hallados de esa época?

-Esa es una época muy significativa, porque es el momento en que se produce en todo Europa lo que llamamos el Último Máximo Glacial. Es decir, de la última glaciación, que hubo cuatro por lo menos, el momento más frío se produce precisamente entre hace 18.000 y 20.000 años. La fauna que ha caído en Kiputz es, por tanto, del momento más frío de la última glaciación.

¿Cuáles son las especies halladas?

-La riqueza de material es impresionante. Las tres especies que más han caído, las más abundantes, eran el ciervo, el bisonte y el reno, que ya no existe por aquí. Las muestras de estos animales son las más ricas que hay en toda la Península Ibérica (España y Portugal). Por ejemplo, tenemos un cráneo casi completo de bisonte estepario (de casi 1.000 kilos de peso), que es el que está pintado en (las cuevas de) Altamira, que es una pieza única y de las pocas que hay en Europa.

Eso sería como una nevera.

-Es un agujero, como un hueco de ascensor. En el momento en que estos animales caen hacía mucho frío, sí, pero luego, en los últimos 18.000 años ha ido cambiando el clima y ha hecho mucho calor. Era simplemente una trampa, no una nevera. Imagínate ahora mismo un agujero en la zona norte de la estepa de Siberia, en Laponia, donde los animales que hay por allí, de vez en cuando caen al fondo y se quedan allí. Y que dentro de no sé cuántos años nos encontremos con los huesos de esos animales. Se terminaban descomponiendo, pero el agujero luego se colmataba con piedras y eso es lo que ha conservado los huesos.

¿Ha habido mucho trabajo ahí?

-Pues sí. Casi el 90% de los huesos han caído entre los 18.000 y los 20.000 años. Están concentrados en un par de estratos. Luego han ido cayendo algunos más, ya menos, pero hasta hace 15.000 años; no más. Es decir, varios miles de años después. Se ve que algunos de los que caían luego, como ya estaba casi hasta arriba, salían. Cuando nosotros empezamos a trabajar allí, la cueva estaba llena hasta arriba, de piedra, tierra y, lógicamente, de huesos.

Si estaba colmatado de piedras, ¿cómo se descubren los huesos?

-Se descubre porque hay un equipo de gente... Este equipo, concretamente, lleva unos 30 años trabajando en esto. Hacen prospecciones sistemáticas; es un grupo de Azkoitia, que se llama Munibe Taldea. Estos cogen una zona, van a los caseríos y preguntan a los baserritarras. Oye, ¿conocéis por la zona vuestra dónde hay cuevas, cuevitas, o cosas de estas? Y les indican lo que saben y les dicen cómo se llaman. Y a esta zona la llamaban Kiputz. Fíjate, la cueva que hemos estudiado nosotros es Kiputz 9. Había once distintas. Once cuevitas distintas. Y la única que ha dado resultados es la novena; pero las otras diez no tenían nada.

¿Pero ha habido que cavar igual, igual en todas?

-Sí, sí. Se han hecho prospecciones en todas. Ahí está la clave. Es decir, el hallazgo no es totalmente casual. Ellos hacen siempre una cata, un metro cuadrado exacto, y empiezan a cavar y profundizan un metro y medio o, como mucho, dos metros; y si ven que no encuentran nada, pues mira, apaga y vámonos. Y aquí, sin embargo, fueron muy constantes. Encontraron algún hueso, pero poca cosa. Y se decidieron a seguir excavando hasta los tres metros. Imagínate lo que es en un metro cuadrado, cómo bajas por ese agujero hasta los tres metros de profundidad y sacas la tierra... ¡Pues eso es lo que hicieron! Y a los tres metros, pues empiezan a encontrar el mogollón de huesos.

¿Y se dan cuenta enseguida que tienen algo importante?

-Entonces me avisan y veo que lo que han sacado es muy interesante, porque hay mucho reno, que era una especie muy rara aquí y me decido ya a pedir permiso a la Diputación de Gipuzkoa para hacer una excavación sistemática, por cierto, con ellos (Munibe Taldea). Nos ayudaron a hacer la excavación, porque era un agujero que no podían estar trabajando más de dos personas.

¿Cómo fue ese trabajo? ¿Cuánto duró?

-Fueron cuatro veranos de excavaciones sistemáticas. Solíamos trabajar dos semanas cada verano, de lunes a viernes, desde las 10.00 hasta las 18.00 horas, con media hora para un bocadillo. Yo dirigía la excavación, pero llevo siempre a un colaborador, que es profesor de la Universidad (UPV/EHU), Xabier Murelaga. Trabajamos juntos desde hace 17 años. Cada año veníamos a sacar unos 4.000 huesos. En total, hemos sacado 18.296. Y muchos se conservan enteros. Las roturas son todas de piedras y otros animales que han ido cayendo encima. El 70% lo pudimos identificar, saber qué parte del esqueleto era y a qué animal correspondía. Y eso es mucho.

¿En qué año empiezan a excavar?

-Ellos lo descubren en 2003. Nosotros estamos de 2004 a 2007, y luego hemos estado unos años estudiando ese material, que ha constituido el objeto de una tesis doctoral. Ha habido una persona que ha hecho la tesis doctoral (cuatro años) solo con esos huesos.

¿Es entonces cuando se conoce el verdadero alcance del hallazgo?

-Se hace el estudio clásico de identificar los huesos. De medirlos, etcétera, pero luego, en esta tesis se hizo un estudio de los últimos años, de análisis químicos, de isótopos estables, para determinar algunos aspectos como la alimentación de estos animales y el paleoambiente que había en este época. Esta técnica no se conocía hasta hace quince años. Y otra cosa que no hicimos y que se puede hacer ahora son los estudios del ADN, que son carísimos, pero ya se han enviado cosas de estos renos a un laboratorio de Finlandia, donde se han hecho análisis de ADN de Kiputz.

¿No se había encontrado hasta ahora presencia de bisontes y renos en Gipuzkoa?

-Sí, hay más bisontes; lo que pasa es que en pequeña cantidad. Aquí lo que nos hemos encontrado es que han caído 18 bisontes enteros en el mismo agujero. Hay algún caso parecido en el Pirineo francés, también en una cueva muy parecida a esta, pero en la Península Ibérica no hay nada semejante. Y había otros 6.000 y pico restos óseos de 48 ciervos que cayeron aquí. Pero, sobre todo, lo más espectacular es el reno; y van, y nos aparecen mil y pico restos de 23 renos diferentes, lo cual nos indica que estas especies eran bastante más frecuentes de lo que nosotros pensábamos.

Hábleme de ese trabajo de campo de quienes lo descubrieron.

-Esta gente ha descubierto yacimientos arqueológicos muy importantes. En cuanto ven que hay alguna cosa, nos avisan a los arqueólogos o paleontólogos, pero el trabajo de este equipo de prospección es extraordinario, por eso donde más yacimientos se descubren en Gipuzkoa, es en la zona alrededor de Azpeitia y Azkoitia, que es donde están los dos equipos de prospección.

¿Eso significa que si no hemos encontrado más es porque no se ha buscado lo suficiente?

-Claro, lo que hay bajo nuestros pies es un mundo que está por descubrir. Es más, hay muchas cosas ya descubiertas que, como tampoco hay tiempo ni dinero, ni recursos para excavarlas, a veces se cierran o no se dicen.

¿Y eso?

-Porque siempre hay furtivos que quiere ir a coger cosas. Un yacimiento grande supone equipos? Nosotros trabajábamos dos y le resultábamos muy baratos a la Diputación, pero en los elementos arqueológicos trabajan equipos de mucha gente y salen muy caros. Entonces, la propia Administración se ve desbordada con la posibilidades que hay. Seguro que hay muchas cosas por descubrir, eso está claro.

Acumula usted ya una trayectoria importante en la paleontología. ¿Se va perdiendo la pasión?

-Llevo ya 45 años en este mundo y esa pasión no se va nunca. Yo estoy jubilado hace años, pero sigo trabajando en esto porque me sigue gustando. No cobro por esto, pero lo sigo haciendo.

¿Se limita todo a dinero al final? ¿Si fuesen minas de oro destinaríamos más dinero? ¿Vendrían empresas privadas?

-A ver, esto es una investigación básica, que no tiene aplicación inmediata ni en la industria, ni el consumo, ni en nada. Entonces, a todo este tipo de investigaciones es a donde llega al final del todo el dinero. El dinero se invierte siempre en lo que tiene rentabilidad más directa, y esa siempre es la investigación aplicada. Eso lo tenemos asumido.

En Kiputz también habría animales pequeños...

-Xabier Murelaga, mi compañero, es el encargado de estudiar los bichos pequeñitos: los micromamíferos. Y yo me encargo de los grandes, de zorro para arriba.

¿Cuáles son esos micromamíferos?

-Ratoncillos, topillos de campo... De esos también aparecieron y se sacan datos muy interesantes sobre cambios climáticos.

¿Cómo cuáles?

-A ver, la gran cantidad de reno que hay aquí ya nos está indicando que era una época fría, eso está claro. El reno ahora aquí no podría sobrevivir de ninguna manera, porque no aguantan los calores. Pero la microfauna, esos animales pequeños, nos dan datos más finos. Los ratoncitos de campo, los topillos, son más delicados a los cambios de clima y cambian de especie cuando hay pequeños cambios climáticos y por eso sabemos más detalles de los cambios que se han producido. Permiten a los especialistas hacer una evolución de los climas mucho más fina que con los animales grandes, que tienen más resistencia a los cambios climáticos.

Entonces, ¿cambios climáticos ha habido siempre?

-Cambio climático ha habido siempre. Otra cosa es que ahora se esté produciendo un calentamiento a mucha velocidad. Pero hace 18.000 años no había fábricas ni nada y aquí, sin embargo, teníamos la mitad de Europa por debajo del hielo polar, bajo la blanquisa, el casquete de hielo y luego se ha ido calentando la Tierra.

Hablamos de renos y bisontes. ¿Y mamuts (desaparecieron de la Tierra hace 3.700 años), los había en lo que hoy es nuestra Euskadi?

-Sí, sí. Mamuts hubo también en la zona de Arrasate, en un yacimiento que se excavó hace por lo menos 20 años. Ahí salió también alguna pieza de mamut. Ahora mismo estamos estudiando otro yacimiento que excavamos hace dos o tres años en Arrasate, que era una cantera, también otra trampa natural. Y ahí también nos ha salido muchísimo bisonte, y bastante rinoceronte lanudo, que es lo que estamos estudiando ahora.

¿Eran tiempos ya de cromagnon?

-Sí, los neandertales prácticamente habían desaparecido ya. Y aquí los que están son nuestros antepasados prehistóricos. Nosotros somos cromagnones actuales. Eran cromagnones y son los cazadores-recolectores que había en esta época. Alrededor de este yacimiento, había otros: Praileaitz, por ejemplo, está a 20 minutos andando de Kiputz, en esta misma zona de la desembocadura del río Deba y en esta época hay también humanos que están viviendo en cuevas y están perfectamente adaptados al clima frío.

¿Eran de la misma época los ocupantes de Praileaitz y los animales caídos en Kiputz?

-A ver, en algún momento los que pasan por Praileaitz, porque por lo que nosotros sabemos, los que pasan por ahí no viven dentro de la cueva, sino que pasan a hacer cosas... Pero bueno, ahí hay varias cuevas de habitación humana, que son coetáneos de estos bichos que caían en Kiputz; o sea, que está ocurriendo en la misma época.

¿Por qué tenemos tanto desconocimiento de estos hallazgos, si son tan importantes?

-Nuestros trabajos se mueven en un ámbito tan estrictamente científico que normalmente no llega al común de los mortales. Esto con el tiempo suele llegar a los libros de texto de los escolares, pero tras varios años. Nosotros ahora nos movemos en publicaciones científicas, que solo las leemos especialistas, como en cualquier otra ciencia. Por eso es importante también la divulgación.