donostia - El que fuera profesor de la Universidad de Deusto, el historiador Xosé Estévez, ha preparado un libro sobre las llamadas matxinadas entre el siglo XVI y comienzos del XIX. El estudioso repasará los puntos calientes de la conflictividad social en aquellos años el próximo jueves en el Koldo Mitxelena, junto al director de Nabarralde, Angel Rekalde.

¿Era la sociedad vasca de entre los siglos XVI y XIX más inconformista o se asemejaba al resto de sociedades europeas?

-En todas las sociedades europeas de la época hubo muchos conflictos. En ese sentido, el País Vasco no era una excepción.

¿Qué excepción presentaba entonces?

-El contexto socioeconómico y político-administrativo-institucional del que gozaba el País Vasco en aquella época. Era muy raro en el territorio europeo que, enclavado en una monarquía, un territorio conservase una serie de costumbres, una cultura y unas instituciones jurídicas, políticas y administrativas como las que tenía el País Vasco.

Se refiere al régimen foral.

-Era algo muy raro en la Europa de aquella época, lo que no quiere decir que en el régimen foral, como algunas veces se ha mitificado, existiese una democracia y una igualdad absoluta, ni mucho menos.

¿Por qué?

-Dentro del régimen foral existían desigualdades sociales. Las clases más o menos menesterosas padecían también una serie de desequilibrios como el resto de las clases bajas europeas.

También era excepcional en cuanto al régimen jurídico.

-Se aplicaba el Derecho Pirenaico. Se basaba en el pactismo, una especie de contrato entre el gobernante y el gobernado, por el cual el gobernante tenía que regir bien, mientras que si los gobernados consideraban que el gobernante no cumplía con sus funciones a favor del bien común podían, en determinado momento, quitarle la obediencia y, en última instancia, deponerlo. El Derecho Pirenaico no solo se daba aquí, también en la Corona de Aragón y en el Principado de Catalunya.

Por lo tanto, las tensiones que producían los altercados tenían, por un lado, carácter interno y, por otro, eran consecuencia de división del país entre dos monarquías, la española y la francesa.

-Otro elemento diferenciador era ese. El País Vasco gozaba de un sistema de autogobierno notable para la época, salvo en cuestiones como tener moneda propia, que sí tuvo Catalunya. El país se encontraba dividido entre dos coronas. Iparralde pertenecía a la Corona francesa. Antes de 1512, Navarra era un reino propio, hasta que Castilla la invadió de forma militar, anexionando ese territorio. Esas dos coronas, en el siglo XVII lucharon por la hegemonía europea y se enzarzaron en guerras. El Estado español fue hegemónico hasta la firma de la Paz de Westfalia a mediados de ese siglo y, entonces, la balanza empezó a inclinarse hacia Francia, que fue hegemónica hasta la Guerra de Sucesión. Después de las Paces de Utrecht, la hegemonía pasa a Inglaterra.

¿Qué ocurrió con el País Vasco?

-Inglaterra, la hegemonía emergente; Francia, el imperio que la perdía; y España, imperio en completa decadencia; se vieron imbricados, por ejemplo, en el asalto a Donostia del 30 de agosto de 1813. Ahí estaban en juego esos tres imperios y Donostia fue un paciente involuntario de ese juego de poder hegemónico.

En 'Las matxinadas en Euskal Herria' clasifica los conflictos en tres niveles: revueltas o levantamientos; rebelión o sedición y, finalmente, revolución.

-Hay que diferenciarlos bien, si no se corre el peligro de meterlos todos en el mismo saco. Una cosa son las algaradas o motines, que tienen muchos más nombres como conmociones, emociones... Esos son conflictos de bajo nivel, son momentáneos, duran dos o tres días.

¿Por qué ocurrían?

-Un ejemplo es el del cereal. En el Antiguo Régimen, en los meses que van desde la terminación de la cosecha anterior hasta el comienzo de la siguiente en primavera, los precios de los cereales tendían a subir. Algunos acaparadores, además, se beneficiaban de la situación y almacenaban el trigo con el fin de venderlo a un precio más alto. Llegaba un momento en el que la gente estallaba y se producía un amotinamiento. Es lo que ocurrió en Azpeitia en 1766: la gente entró en los almacenes del acaparador de turno que, por norma, era un jauntxo rural o un miembro de la burguesía.

¿Duraban mucho?

-No, acababan en tres o cuatro días. En esos casos, las autoridades municipales traían trigo de fuera y se restablecía el precio normal. Antes, además, se acogían a una norma tradicional no escrita a la que Thompson llamó "la economía moral de la multitud", por la cual los productos básicos de primera necesidad tenían unos justos precios y las autoridades velaban para que no subiese el precio.

Esa "economía moral de la multitud" chocaría con los principios liberales.

-En el siglo XVIII llegó la ideología liberal, que decía que el precio lo regulaba el mercado. Con lo que las clases bajas estaban mejor con el Antiguo Régimen que con el liberalismo, por eso se hicieron carlistas. Resulta que los progresistas eran peores que los de antes, porque antes el precio del pan estaba regulado y con ellos subió por el mercado; y, además, desamortizaron los bienes comunales de los ayuntamientos, de los que disfrutaban los vecinos.

En el libro recoge una serie de agravios a la sociedad que se repiten hoy en día.

-Pueden ser asimilables, pero los levantamientos actuales, desde Hong Kong a Chile, pasando por Francia, son mucho más complejos. Tras la implantación del capitalismo surgió la clase media y esta siempre ha servido de colchón de los conflictos sociales entre dos clases polarizadas, que antes eran la aristocracia y el campesinado. A la clase media actual se le ha dado mucho auge, pero ha sido empobrecida. Además está siendo ideológicamente masacrada por una serie de riesgos como la incertidumbre sobre el futuro, las crisis... A su vez, las democracias actuales tienen un problema, porque quien se subleva no son las clases bajas, sino las clases medias empobrecidas y eso tiene una complejidad enorme. Recomiendo la lectura de un artículo de Daniel Innerarity que se llama Democracias irritadas, donde analiza la complejidad de los conflictos actuales.

Pero, ¿tienen base histórica?

-Evidentemente. Hay un problema que es siempre el mismo: los condicionantes estructurales. Si tienes una sociedad que aparentemente está en calma pero a la que amenazan cuatro tiburones, la desigualdad, la opresión, la injusticia y la miseria, tienes un caldo de cultivo para que en cualquier momento haya un detonante coyuntural, llámese una crisis económica o un alza de los precios, que detone el conflicto. Hay que diferenciar entre los condicionamientos estructurales, la base, esos cuatro tiburones; los coyunturales; y un detonante, una chispa que, generalmente, suele ser banal. En Chile estalló un conflicto porque subieron los precios del billete del metro. ¿Solo por la subida? No, había por debajo condicionamientos estructurales y coyunturales.

Analiza varios siglos, del XVI al XIX. El XVI se caracterizó por conflictos contra los señores.

-Sobre todo, en Navarra; principalmente contra los señores eclesiásticos. Los conflictos más duros fueron contra el abad de Fitero, que era un poco exigente en cuanto al cobro de rentas y los fiteranos asaltaron el monasterio; el abad se escapó pero algún fraile sufrió las iras de los sublevados.

¿Qué pasó en el XVII?

-El siglo XVI y XVII fueron bastante parecidos, caracterizados por conflictos sociales. Hubo alguno político, como el Motín de la Sal de Bizkaia de 1634. La sal y la sidra eran elementos muy importantes. Ese motín se dio porque se impuso un impuesto sobre la sal y eso conculcaba el derecho foral vizcaino, y el Señorío se sublevó. Las aguas volvieron a su cauce porque el rey se echó atrás.

Hablando de la sidra, en el libro narra un conflicto que ocurrió en Oiartzun en 1699.

-Me llamó mucho la atención, como a todo el mundo. Encontré, por casualidad, una cita en la que se contaba que se dio un asalto al corregidor. Pedí documentación al Archivo de Oñati y también fui al de Oiartzun, donde encontré la solución. Como he dicho la sidra era muy importante.

¿Qué ocurrió?

-Un estudio de Álvaro Aragón dice que los marinos en sus faenas bebían tres litros de sidra al día; lo consideraban como un alimento y, aunque en aquel momento no lo sabían, ayudaba con el escorbuto. La Armada también llevaba sidra y era obligatorio que se le diese; podría, incluso, expropiarla. La Armada, en aquel momento, estaba en Pasaia y uno de sus comisarios expropió cuatro toneles de sidra de Oiartzun. Se negaron a dársela y la negativa a una autoridad se consideraba un motín.

¿Cómo se lo tomó el Reino de Castilla?

-Enviaron a un corregidor, representante del rey en el territorio, para que redactase un informe. Lo hizo y cuando volvía con su séquito fue atacado en Zamalbide por 20 encapuchados que se lo robaron; lo destruirían. Fue un doble desacato a la autoridad. Se hizo un expediente que se debió sobreseer, no he encontrado aquí nada más. ¿Por qué creo que se sobreseyó? Al año siguiente murió el rey Carlos II y entró un Borbón, Felipe V, y me imagino que esta cuestión quedó sumergida en el olvido.

Un siglo después los conflictos fueron, sobre todo, políticos con la llegada de los Borbones.

-Los Borbones llegaron con su típica mentalidad jacobina y centralista. Los Austrias eran mucho más federalistas que los Borbones. El gran historiador Antonio Domínguez Ortiz la definía como "estructura confederal de la monarquía". Con la llegada de los Borbones, la Corona de Aragón perdió sus Fueros, entre 1712 y 1714. Al ver aquello, los vascos se mosquearon.

De hecho, los Borbones intentaron eliminar las aduanas del interior.

-Eran un elemento muy importante del régimen foral. Al estar en el interior, los productos de fuera entraban sin pagar impuestos. Pasarlas a la costa supone un incremento del precio de los productos y, además, supone controlar mucho más el contrabando.

¿Qué problema suponía controlarlo?

-Del contrabando vivía mucha población, tanto la clase baja como la oligarquía interna. Un historiador sostiene que un 30% de la economía guipuzcoana dependía del contrabando. En el momento en el que la Real Hacienda controla el contrabando, ingresa más y también se incrementa el precio de los productos. Las aduanas volverían a su lugar en 1728, diez años después de la decisión impuesta por la Corona. Pero cuando lo hicieron, no lo hicieron solas.

¿A qué se refiere?

-Se creó una figura, la del Superintendente del Tabaco, que tenía la sede en Vitoria. A raíz de eso, se dio un alboroto contra el Superintendente del tabaco Módenes en 1803. Fue un funcionario muy cerrado que intentó controlar todo el tráfico de tabaco, mientras otros hacían la vista gorda. Tuvo que marcharse para no acabar mal.

Destaca también un protagonismo de las mujeres en las matxinadas.

-También se dio en el XVIII en Iparralde. Las mujeres, generalmente, eran esposas de los marinos y pasaban la mitad del año solas. Les aplicaron un impuesto y, como los maridos estaban en la mar, fueron ellas las que lo sufrieron. Empezó un protagonismo femenino tanto activo, siendo protagonistas de la revuelta, como pasivo, sufriendo las consecuencias. Las mujeres, generalmente, sufrían más las consecuencias de los conflictos que los hombres. Solo hay que ver cómo sufrieron en el asalto a Donostia en agosto de 1813.

Relacionado con las mujeres, dedica un apartado a la brujería como "resistencia pasiva".

-Es algo que habría que investigar, por eso, lo de "resistencia pasiva" lo pongo entre interrogantes. En los núcleos rurales quedaban las viejas tradiciones y la vieja cultura euskalun, difícil de integrar dentro del sistema cultural vigente en el siglo XVI y que venía de las ciudades. Se dio una lucha absurda entre el sistema urbano y el rural tradicional. No solo eso, los núcleos de poder central empezaron a cuestionar que hubiese gente que hablase ese idioma inmundo que es el euskera y que no conseguían integrar. Lo que hay en el fondo del intento de eliminación del mal que suponía la brujería, es la eliminación de una cultura rural que se transmite a través del hogar y, sobre todo, a través de la mujer, que es la que está allí y habla en euskera con los hijos.

¿Ese intento de exterminación cultural, camuflado de caza de brujas, se dio solo en Euskal Herria?

-El investigador francés Bennassar ya insinuó que habría que investigar si no hubo un intento de eliminar la cultura periférica de carácter tradicional que existía en ciertas zonas del Estado español por parte del imperio central, en un proceso homogenizador. Es curioso que los última represión contra la brujería se diese aquí, en Catalunya y en Galicia. La última bruja quemada fue gallega, María Soliña.

Volviendo al siglo XVIII, ¿qué más ocurrió?

-Hubo una creciente oligarquización de los municipios. Una minoría de familias controlaba el poder. Los ayuntamientos y la Diputación también se endeudaron y tuvieron que vender los bienes concejiles, provocando, como decía la liberalización de las tierras y el sufrimiento de las clases bajas.

El último capítulo se lo dedica a la entrada de los revolucionarios franceses a finales de ese siglo.

-La revolución entró con mal pie, a sangre y fuego en Iparralde. Eliminaron las libertades. A Hego Euskal Herria también entraron a sangre y fuego. Llegaron con los ideales de la Revolución Francesa: que ellos eran ciudadanos iguales. Se encontraron con otros que aquí también se consideraban iguales por la hidalguía universal. Del asombro se pasó al conflicto cuando quisieron incorporar a todos a la nación francesa.

Se planteó que Gipuzkoa fuese una provincia independiente bajo protección francesa.

-Ese intento fracasó porque los comisionados franceses dijeron que eso nada. El único que tuvo una visión diferente fue Moncey, jefe de las tropas que ocuparon Donostia. Él decía que había que incorporarlos a Francia, pero manteniendo el Fuero. No obstante, los comisarios Pinet y Cavaignac se negaron. Los que propusieron la independencia, Joaquín María Barroeta Zarauz y Aldamar -fue diputado general- y José Hilarión Maiz, fueron llevados presos a Baiona. Fue un preanunció de las carlistadas, existía una división en Gipuzkoa entre los jauntxos rurales y la oligarquía liberal comercial, que era toda de Donostia y estaba influenciada por la Ilustración, sobre todo, por Rousseau.