donostia - A principios del siglo pasado, aprovechando que las clases altas veraneaban en Donostia y Biarritz, las casas de alta costura parisinas se asentaron en estos enclaves, en lo que se conoció como la Côte Basque, la costa vasca. La actual directora del Palais Galliera, el Museo de la Moda de París, Miren Arzalluz, ofrecerá esta tarde en la Sala Z de Tabakalera (19.00 horas) una conferencia titulada Côte Basque: Moda y performatividad 1900-1939, dentro del programa de la exposición Orain diseinua! que exhibe el Centro Internacional de Cultura Contemporánea de Donostia. Arzalluz, estudiosa de la figura de Cristóbal Balenciaga, fue responsable de colección y exposiciones de la fundación dedicada al modisto getariarra entre 2006 y 2013, período en el que publicó su libro Cristóbal Balenciaga: La forja del Maestro (1895-1936).

Hoy hablará en Tabakalera de la Côte Basque, un concepto que engloba a las clases altas a principios del siglo pasado.

-Es un concepto que se asienta a comienzos del siglo XX pero que tiene sus orígenes en el XIX. Es la costa vasca como lugar de referencia como para el veraneo. Era, efectivamente, algo más exclusivo, teniendo en cuenta que el veraneo no estaba reservado a todo el mundo, aunque progresivamente, en el siglo XX, va ampliando su base social. El mayor atractivo es el mar, el entretenimiento, el descanso, el deporte y también la socialización.

Su conferencia versará sobre la moda en aquel contexto.

-La costa vasca tuvo dos polos fundamentales: Biarritz y Donostia, que se erigen en un centro de moda internacional. Siguiendo a ese fenómeno turístico, sobre todo en Biarritz, las casas de alta costura en París ven un interés comercial, porque toda su clientela fundamental y la nueva potencial veranea en esta costa. Desde principios del siglo XX comienzan a hacer no solo colecciones específicas para la costa vasca, sino también para trasladarse a estos dos enclaves. Lo que hacen primero es alquilar pisos para presentar y vender las colecciones que se traen de París.

¿No se llegó a producir aquí?

-Después, en una etapa posterior, lo que hicieron fue abrir sucursales y se establecieron talleres. En muchas ocasiones, además, como es el caso de Chanel, se contrató a modistas y trabajadoras vascas. Ahí surgió un microcosmos de lujo. No solo es la moda, también otro tipo de establecimientos que hicieron que se viviera una especie de Edad de Oro en la costa vasca. A mí lo que me interesa analizar es en qué grado en la costa vasca surge una especie de laboratorio para los creadores.

¿A qué se refiere?

-Existe una libertad en la época que es muy evidente, probablemente, por el modo de vida y todo lo que articula ese veraneo, que permite a los creadores experimentar cosas que, quizás, en París no se podrían. Eso me interesa mucho: cómo en un lugar de veraneo se puede gestar un laboratorio para nuevas ideas y tendencias.

Habla de la libertad para la creación y las nuevas ideas, ¿los diseños dependían de la demanda de los clientes o era una apuesta de los creadores?

-Ahí está la clave, ¿qué es antes, el huevo o la gallina? Es muy difícil afirmar con contundencia, porque nunca sabes en qué sentido circulan las ideas. No creo en los diseñadores que son genios, que están completamente al margen de su época y que triunfan. Los diseñadores lo que saben hacer mejor que otros creadores es captar el zeitgeist, el espíritu de la época, si no es imposible.

Por lo tanto, captan ese espíritu de libertad.

-En el caso de la Europa de entreguerras, en todas las capitales, hay un momento de euforia y de libertad. En la costa vasca, además, creo que esto se ve reforzado, por este otro tipo de libertad que es casi física y mental, y que se produce, precisamente, por lo que la gente va a hacer allí: descansar, cuidarse y socializar.

Hablaba de Chanel, ¿cuál fue su vinculación con la Côte Basque?

-Chanel primero fue sombrerera en París. Después, habiendo entendido muy bien las oportunidades que ofrecían estos lugares de veraneo, abrió una tienda en Deauville, en el norte de Francia, otro lugar elegante para el veraneo. Allí vendió una serie de prendas tipo sport, pero realmente su primera casa de alta costura la abrió en Biarritz en 1915, en plena Primera Guerra Mundial, no es casualidad.

¿Por qué?

-La Primera Guerra Mundial también reforzó la posición de la costa vasca. Durante la contienda, París vivió un éxodo y los potenciales clientes de alta costura se refugiaron en estos lugares. Sobre todo, en Biarritz porque estaba lo más lejos posible del frente y al lado de la frontera de un país que era neutral. A esto se le une todo lo que ocurrió en Donostia desde finales del XIX cuando la familia real, la aristocracia, la burguesía y la clase industrial vasca la usa como lugar de veraneo. Chanel tuvo un éxito impresionante en estos años de guerra gracias a la clientela del otro lado de la frontera. En la década de 1910 se produjo ese boom que siguió en la década siguiente.

¿Fue ese microclima el que favoreció la aparición de Cristóbal Balenciaga?

-La principal tesis de mi libro sobre Balenciaga es esa. Efectivamente, Balenciaga era un modisto excepcional pero, seguramente, si no hubiera crecido en ese momento histórico clave no habría podido formarse como se formó, ni dedicarse a lo que se dedicó sin salir de casa. Balenciaga trabajó como modisto durante 20 años antes de trasladarse a París, donde ya era conocido. Conoció a grandes diseñadoras de alta costura como Chanel en Donostia en la década de 1910.

Su conferencia abordará hasta 1939.

-En los años 30 pasaron muchas cosas. En este lado de la frontera se asienta la República y la familia real se marcha al exilio. La clientela de mayor poder adquisitivo desaparece. A partir de 1936, obviamente, estalla la Guerra Civil; ese año es cuando Balenciaga marcha a París y muestra sus primeras colecciones allí, un año después. A pesar de que nunca llegó a cerrar su casa en Donostia y que continuó con normalidad después de la guerra, fue una época de gran incertidumbre y no era el momento idóneo para vender moda de un determinado nivel.

¿Qué pasa al otro lado de la muga?

-Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Biarritz, en lo referente al fenómeno de lujo y moda, perdió la pujanza que había tenido durante la década de 1910 y 1920. Perdió peso en ese circuito de moda.

Su charla se enmarca dentro de 'Orain diseinua!', que intenta reivindicar la existencia de un diseño vasco en distintos campos. ¿Existe un tipo de diseño vasco reconocible en la moda?

-Es un debate internacional, se produce aquí y en cualquier sitio. Por ejemplo en Bélgica, sobre todo, en Flandes. En los 80 hubo una generación impresionante de creadores a los que se les llamó Los Seis de Amberes. A pesar de que Amberes es un referente internacional de moda, se siguen haciendo esta pregunta: ¿Qué es el diseño belga?

¿Entonces?

-¿Existe una moda nacional? Creo que es muy difícil definirla. Pero, por otro lado, ¿hay una moda escandinava? Pues sí, los escandinavos tienen un estilo: es un rigor, una sencillez, una funcionalidad? ¿Nosotros la tenemos? Sería fácil hablar de la sobriedad, del rigor y de la pureza de la línea. Creo que hay muchos creadores aquí que responden a eso por nuestra propia cultura estética. No obstante, vivimos en un mundo tan pequeño y tan grande al mismo tiempo, con acceso a todo tipo de inspiraciones, circuitos y públicos, que sería simplificar el hecho de decir que existe un estilo específico que reúne a todos los creadores de moda de aquí. No es necesariamente así.

Quizás sean las marcas o los nombres los que generan el vínculo entre el diseño y el lugar.

-Para los creadores que están fuera de los grandes circuitos es un mundo en el que hace mucho frío, pero con muchas oportunidades también. En muchas ocasiones, como todos los artistas en todas las épocas, han hecho aquello que necesitan para subsistir y aquello que les sale del alma. Salvo excepciones, seguirá siendo así, aunque gracias a las redes sociales es más fácil tener un estilo y llegar a cualquier público, esté donde esté.

Balenciaga abrió su primera casa en la segunda mitad de la década de 1910. ¿Cómo fue, si la hubo, la competencia con las casas que venían de París?

-Balenciaga se inscribe en la moda de su época. De hecho, en Balenciaga todo es progresivo. En un principio, él es comprador de alta costura parisina. Durante las décadas de 1910 y 1920 va a París cada temporada y adquiere las licencias correspondientes para reproducir los vestidos. Posteriormente y progresivamente, él va creando sus propias colecciones y a partir de su establecimiento en París es cuando empieza a destacar por su propio estilo. Desde sus primeras colecciones firma un estilo muy propio: la simplificación de la línea, la perfección técnica absoluta, la utilización de colores que no eran los más habituales? Tiene un estilo muy marcado, sobre todo, a partir de finales de los 40.

Chanel siempre alabó el trabajo de Balenciaga.

-Todos los grandes han alabado su trabajo. Él tenía una especie de autoridad moral que era muy rara en ese mundo.

Como experta en el modisto, ¿queda algo que investigar sobre él?

Sí, claro. Yo no puedo seguir pero siempre queda algo.

¿Son sus responsabilidades al frente del Palais Galliera las que le impiden continuar?

-La cuestión de la Côte Basque, por ejemplo, es un tema en el que sigo investigando; es el tema de mi tesis doctoral. Ahora nos encontramos preparando una exposición sobre Chanel para la reapertura del museo y había que escribir un catálogo, cuestión que me ha dado la excusa para seguir investigando. Precisamente, he podido avanzar en mis estudios sobre su presencia en Biarritz. Reconozco, aun así, que el tiempo es oro.

Va a cumplir dos años al frente del Museo de la Moda de París.

-Ahora estamos en obras y tenemos ganas de abrir y que la nueva exposición sea un éxito. La gran novedad del museo será una exposición permanente y esperamos que se adapte a las expectativas del público que quiere ver una Historia de la Moda; algo que no es fácil de contar.

¿Cómo será esa exposición permanente?

-Grosso modo, será una Historia de la Moda desde el siglo XVIII hasta la actualidad a través de la colección del Galliera. No se puede hacer una exposición enciclopédica, es imposible por limitaciones de todo tipo. Por ello, iremos contando historias de la moda, hay muchas cosas que hacer.

¿Ha querido cambiar el rumbo del museo desde su llegada?

-No. Antes de que yo llegase las cosas se habían hecho muy bien. Ya tenía una relevancia internacional muy importante. El objetivo es seguir en esa senda y hacer las cosas bien. Hacer una colección permanente y duplicar el espacio expositivo eran decisiones que ya estaban tomadas antes de que yo llegara; a mí me ha tocado poner en marcha ese proyecto expositivo.

Desde París, ¿sigue de cerca lo que se hace en el museo Balenciaga?

-Sí. Yo sigo de cerca todo lo que pasa en este país (ríe).

Este año ha participado como testigo en el juicio del 'caso Balenciaga'. No habrá sido plato de buen gusto.

-Obviamente, nunca es un ejercicio agradable pero hay que cumplir con las obligaciones; y ya está todo dicho, no hay nada más que añadir.

Cuando se habla con Miren Arzalluz es imposible no hacer referencia a su apellido. ¿Le pesa?

-En este momento de la vida ya no pesa nada, estoy muy orgullosa de todo.