hace tres años, un día de Santo Tomás de 2016, mi buen amigo y colega, el periodista Josema Azpeitia, publicó en su Facebook personal un post titulado S.O.S. Parte Vieja en el que el locuaz comunicador sacaba a la palestra lo que todo el mundo comentaba en voz baja pero nadie se atrevía a publicar: que la Parte Vieja donostiarra estaba degradándose hostelera y gastronómicamente a pasos agigantados y que el proceso iniciado un par de años antes iba a convertirse en un problema si continuaba por los mismos derroteros.

Hoy constatamos, con las lágrimas en los ojos, que el visionario colega no solo tenía razón sino que, a día de hoy, la predicción de este Nostradamus legazpiarra parece no tener remedio. La última y pésima noticia nos avanzó del cierre del bar-restaurante La Cueva, y sus regentes, la familia Salvador-Amago, deberán abandonar el próximo 20 de enero tras la compra, por parte de un grupo inversor, de todo el histórico edificio para ser reconvertido en un nuevo hotel.

Este proceso, que está terminando con la identidad y el ambiente del que otrora fuera el barrio con más casta de la Bella Easo, que también fue duramente criticado el año pasado en las páginas del diario Sud-Ouest por el periodista Jacques Ballarin, parece no tener fin ya que, además de la actividad de los grupos inversores, que saltan cual depredadores sobre todo bar que encaja en sus cálculos económicos, se está dando otro proceso de falta de ilusión por parte de los pocos hosteleros que mantienen el pabellón local. Y algunos empiezan a plantearse una jubilación anticipada, un cambio de ubicación o simplemente el cierre, como ha sucedido hace tres escasos meses con el que era uno de nuestros iconos de lo viejo: el bar Azkena del Mercado de la Bretxa, de Iñigo Mas Lago y Mertxe Bengoetxea, quienes han decidido cerrar definitivamente ante su desacuerdo con el cambio a peor que, paralelamente al del modelo hostelero de la Parte Vieja, se está dando en el Mercado de la Bretxa, transformado en un horrendo centro comercial remodelado a medida para McDonald's, Forum y, próximamente, Apple y Lidl. Las grandes marcas locales e internacionales van imponiendo su presencia y su imagen y se van comiendo poco a poco la competencia en una ciudad que, creíamos, estaba haciendo bandera del viejo dicho small is beautiful (lo pequeño es hermoso).

Azpeitia terminaba haciendo en su artículo un llamamiento a no caer en el desaliento cuando afirmaba: "Dicho todo lo dicho, tengo que subrayar que día a día sigo discutiendo con mucha gente que ha entrado en el peligroso discurso de afirmar, con la misma falta de criterio que los turistas que llenan platos y vasos de sangría, que la Parte Vieja es una mierda. Sigo defendiendo personalmente que la Parte Vieja sigue siendo uno de los mejores lugares del mundo para disfrutar de una gastronomía rica y variada en un espacio increíblemente reducido. La Parte Vieja es un tesoro culinario donde nos encontramos desde auténticos bares de arqueología pintxera (?) hasta lo más moderno en cocina en miniatura (?) mientras seguimos encontrando restaurantes con estrella Michelin o merecedores de ellas, (?) sin dejar de lado establecimientos auténticos (?) en los que prima el buen ambiente, el buen género, el trato familiar con la clientela?". Intercalado a este llamamiento, Josema realizaba un listado de los bares y restaurantes que, a su modo de ver, seguían entonces manteniendo alto el listón de la Parte Vieja, un total de 36 bares y restaurantes que, según el autor del artículo, seguían guardando su esencia y merecían ser visitados y defendidos.

Lamentablemente, tres años después, el listado propuesto por Azpeitia se ha visto gravemente menguado. Algunos de los locales señalados como referenciales, el Zeruko o el Azkena de La Bretxa han bajado la persiana por diferentes circunstancias. Otros han caído en las manos de los grupos inversores como el mencionado La Cueva, Casa Tiburcio o Casa Vergara. Algunos establecimientos, por otra parte, han sido pillados "haciendo trampas al solitario" y cobrando impunemente y con tique por medio, precios más altos al turista que al cliente local, y sobre más de uno pende a día de hoy la amenaza de la jubilación de sus propietarios o la "apropiación" por parte de estos grupos. El panorama es, ciertamente, desolador.

apuesta por la parte vieja Eso sí, al igual que mi compañero de oficio, pienso que todavía hay motivos para visitar la Parte Vieja. Hoy más que nunca debemos hacerlo para contrarrestar las consecuencias del cambio de modelo hostelero y apoyar a los establecimientos que siguen haciendo bien las cosas. Aquí, no podemos dejar de mencionar los grandes restaurantes que todavía dan brillo y relumbre a la Parte Vieja como el estrellado Kokotxa de Dani López o el aclamado Casa Urola de Pablo Loureiro. Asimismo, lo viejo sigue conteniendo restaurantes de gran categoría como Urepel, La Muralla y La Fábrica, un triunvirato dirigido modélicamente por los hermanos Bozal, Maria Eugenia e Iñigo o ese guardián de la tradición que sigue siendo el Txuleta de Ander Esarte. Tampoco hay que olvidar el carácter local de casas de comidas como el escondido Politena o la exquisitez que desprende, tanto en su restaurante como en su barra, el mítico Ganbara, cuya responsable, la abnegada Amaia Ortuzar, ha tomado las riendas del Tamboril, salvando así otro bar que de lo contrario habría caído en las garras de los inversores. También mantienen el nivel (quien tuvo, retuvo), varios de los locales que protagonizaron a inicios del siglo la última revolución del pintxo como La Cuchara de San Telmo, Borda Berri, A Fuego Negro? sin dejar de lado lo que Azpeitia denominaba en su diatriba establecimientos auténticos como Néstor, Irrintz, Etxebe, Etxeberria, Ordizia, Ormazabal Etxea, Sport, La Viña, Martínez, Txepetxa, Piñudi, Juantxo, Danena, Gorriti, Gandarias, La Cepa, El quinto pino, Kukurruku? y algún otro que, seguro, nos dejamos en el tintero.

Y ante todo lo negativo que hemos contado, sigue habiendo rayos de esperanza en nuevas y esperanzadoras aperturas. Además del mencionado cambio de manos del Tamboril nos encontramos con ejemplos como el Itxaropena de la calle Enbeltran, que recientemente ha retomado un interesante rumbo de la mano del experimentado y popular Moha, o con el reinaugurado Donostiarra Taska, reconstruido sobre las cenizas de la largamente abandonada Sidrería Donostiarra y que nos propone un interesante modelo de pintxos fríos y quesos. Sin olvidar la barra del nuevo Hotel Lasala, guiada por el eficaz Ander González, propietario de otro de los imbatibles de lo viejo, el restaurante Astelena 1997. O el toque exótico del excelente sushi bar Kenji. Podemos concluir que sigue habiendo una ligera esperanza en lo que durante años ha sido el epicentro de la gastronomía donostiarra. Por mucho que el panorama sea deprimente, seguiremos acudiendo y defendiendo nuestra querida y entrañable Parte Vieja? a pesar de todo.