pocas horas antes de morir, Esteban Urkiaga Basaraz, más conocido como Lauaxeta, cogió su cajetilla de tabaco y se hizo un autorretrato. Minutos después comenzaba a escribir su último poema, Azken Oyua. Ese fue, precisamente su último grito, su última obra: a las 5:39 horas de la mañana del 25 de junio de 1937, con tan solo 32 años, fue fusilado en el cementerio de Santa Isabel en Gasteiz.
Las mismas balas habían matado unos meses antes, el 19 de agosto de 1936, al poeta granadino Federico García Lorca. Tenía 38 años. La unión entre ambos creadores queda reflejada ahora, 80 años después, en la obra Ele! Lorca-Lauaxeta, un espectáculo sobre dos artistas a los que la muerte les llegó de la misma forma durante la Guerra Civil y por el mismo motivo: luchar por la libertad. Bajo la dirección de Josu Cámara y con guion a cargo de Jon Maia, la pieza quiere, de esta manera, rendir homenaje a estos autores y, por ende, a todos aquellos artistas víctimas en los diversos conflictos del pasado. El hilo conductor se basa en las obras de ambos creadores, unidas a música e imágenes, que muestran cómo culturas y pueblos que parecen tan distantes confluyen en los principales valores del ser humano.
Tras su estreno hace unos meses en Barakaldo, la obra llega este fin de semana al Teatro Principal -el sábado a las 20.00 horas y el domingo a las 19.30-. En ella toman parte, además de Jon Maia, que participa como actor, la bailaora, actriz, y cantante Ana Salazar, y los bailarines Arkaitz Pascual y Ángela Carbajo de Lera. La música corre a cargo de Jesús Prieto (guitarra) y Gorka Hermosa (acordeón). Iñaki San Juan, que se ocupa de la organización del espectáculo, asegura que “la mayoría de la gente desconoce que existe una vinculación entre ambos autores”. “Cuando hemos presentado el proyecto hemos visto que su unión genera curiosidad”, dice. Y es que, a pesar de que uno fue poeta republicano, nacido en tierras andaluzas, y el otro un poeta abertzale y euskaldun, pocos saben que sus vidas se cruzaron.
Su especial nexo comenzó cuando Lauaxeta, también periodista, intentaba fundir la reivindicación cultural con un plan de construcción nacional, teniendo como referente la obra de García Lorca y su proyecto La Barraca. “Lauaxeta quiso emular esa idea queriendo generar una compañía de teatro vasca que fuese pueblo por pueblo acercando la cultura euskaldun”, señala San Juan. Por ello, a partir de la admiración que Lauaxeta sentía hacia el granadino, le envió una carta con el propósito de conseguir su permiso para traducir su obra al euskera, algo que logró con poemas como Zaldisko abesta (Córdoba). Más tarde, a principios de 1936, llegó el estreno de Bodas de sangre en el Arriaga, y Lauaxeta participó en una comida en la que se rendía homenaje al granadino. Sin embargo, no pudieron llevar a cabo ningún proyecto juntos ya que ambos serían fusilados pocos meses después. Con respecto a esa conexión, Jon Maia apunta que “lo que une a Lorca y Lauaxeta es que comparten valores universales”. “Los mataron por la misma causa, compartían el valor del compromiso y de la literatura, de la palabra. Esos son intereses que valen para todo autor y artista, venga de donde venga”, añade. Al guionista le gustaría que esta obra se diferenciase de otros productos que se están haciendo sobre la relación entre Andalucía y Euskadi: “Esto no es una relación forzada o artificial. Ellos se juntaron en vida, conectaron, y de ahí partimos. Me encantaría que también para el público este espectáculo sea algo de mucho contenido, con gran carga de profundidad, porque es una pieza que va más allá de los estereotipos que se crean en muchas obras, series y películas que se basan en cosas muy superficiales”.
En palabras de Maia, el objetivo de esta obra que recala ahora a la capital guipuzcoana es que su mensaje “llegue al máximo número de personas posible, que deje un poso, que sea un espejo en el que mirarnos y, en definitiva, que nos haga reflexionar”.