Francachela de ideas 'ultrashow'
Fecha. 6 de noviembre de 2011. Lugar. Centro cultural Gazteszena (Egia). Autor. Miguel Noguera. Formato. La puesta en escena es la misma que la del stand up comedy ordinario: el humorista sólo ante el público, preferentemente con la ayuda de un micrófono (y en el caso de Noguera, apoyado también en dibujos de estilo naif).
UN policía que es acusado de homicidio por conocer la técnica del sfumato, Maria Teresa Campos interrumpiendo un directo por recordar que tiene 5.000 euros, heces subacuáticas amigando con porcelana, un hacha (solo un hacha), un cura con Asperger sustituido por un ufano espontáneo, un taxista que se siente violado por ser inducido a aparcar. Estas y otras muchas absurdas ideas fueron derramadas sin compasión por Miguel Noguera sobre el público que abarrotaba la sala Gazteszena. Lo más sorprendente y meritorio del Ultrashow es que casi siempre es único, ni una sola idea expuesta el domingo pudo ser vista en su Ultrashow bilbaíno ni aparecen en sus dos libros publicados hasta hoy.
Por eso había mucha expectación por ver en directo el insólito Ultrashow en su primera visita a la capital guipuzcoana, actuación que ha servido para confirmar que estamos ante el último humorista de culto. Con una portentosa verborrea y ayudado con unos pocos dibujos naifs (menos de los habituales), Noguera arrancó risas nerviosas, carcajadas intempestivas y, entre algunos espectadores estupefactos, muecas de reprobación. Esto último se debe al rechazo que puede producir esta arriesgada propuesta, una trituradora entre demente y surrealista de convencionalismos y tabúes que huye de cualquier corrección política.
Como ocurre con Andy Kaufman, Pedro Reyes o cualquier otro genio audaz, su humor delirante provoca una polaridad entre el publico: o lo tomas o lo dejas. Porque Noguera conduce temerario su humor por el filo de un precipicio, y es cuando se precipita el momento en el que alcanza su verdadera singularidad.
No es fácil seguir el show sin atorarse. Durante una hora de alta intensidad, Noguera pone a prueba la razón del espectador. Se flagela, se parodia, se crece y se gusta, y cuando te confías, vuelve a cuestionarlo todo. Utilizando un tono vehemente que parece robado a un maniático, la sarta de ideas inconexas y lisérgicas bocetan hilarantes situaciones carentes de clímax ni solución de continuidad. Bombardea la cabeza del espectador con un ritmo esquizoide capaz de agotar todas sus resistencias y dejarlo cuestionándose ¿de qué me estoy riendo?
La respuesta depende de la cota de afinidad que alcance el espectador con su extravagante asociación de ideas. Y aunque uno consiga sentirse cómodo en los recovecos de su estrafalaria mente, la cabeza de Noguera no es un lugar seguro. Así uno termina exhausto, mareado. Y como dijo él mismo, a la salida se te hace corto. Todo cortísimo.