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"No me considero un cineasta al uso sino una persona que necesita contar historias"

José María Orbe será el único director vasco que competirá por la Concha de Oro"Aita" fue rodada en un palacio del siglo XI de Astigarraga, propiedad del cineasta, sin guión y con personajes reales

donostia. Lleva 20 años triunfando en el mundo de la publicidad donde ha conseguido premios en Cannes y en Donostia por spots tan conocidos como el de la mano asomando por la ventanilla de un coche con la frase ¿Te gusta conducir? A pesar de que deja bien claro que él no se considera un cineasta, "sino un señor que necesita contar historias", lo cierto es que a José María Orbe (Donostia, 1958) tampoco le va nada mal en el mundo del séptimo arte. Con su segunda película, Aita, ha sido seleccionado para competir por la Concha de Oro del Festival de Cine de Donostia. Optará además al Premio Kutxa-Nuevos Directores, al tratarse de la segunda obra del autor. (Su opera prima, La línea recta (2006)es un largometraje abstracto ambientado en la periferia de Barcelona).

Desde su casa-estudio de Menorca, donde pasa varios meses al año, aunque tiene su residencia habitual en Barcelona, el único representante vasco en la Sección Oficial del Zinemaldia habla sobre su nueva película, rodada en un palacio medieval de Astigarraga, propiedad de su familia desde hace más de siete siglos. Allí ha vivido parte de su infancia y de su juventud. Orbe describe Aita como una película nada convencional, porque él mismo no lo es.

En todas las facetas que toca, huye de la comercialización y del convencionalismo. "El cine actual depende demasiado de la estructura argumental y no le interesa cambiar ni investigar otros terrenos porque tiene miedo a perder a un tipo de espectador que lo tiene más o menos fidelizado. Aita no es un filme comercial dirigido al gran público. Por supuesto, tampoco es una película que expulse al espectador de la sala, ni mucho menos. Pero tiene una forma y un estilo que no son habituales en el cine estatal. Estoy muy contento de que los responsables del festival hayan querido hacer una apuesta por un tipo de cine diferente como éste", valora.

José María Orbe no ha querido contar una historia, sino transmitir una emoción. "Por poner un ejemplo, es como cuando miras un cuadro de Rothko y te transmite una espiritualidad laica, no relacionada con ninguna religión concreta. Hay una emoción que se podría asociar con lo místico. Yo he tratado de reflejar cierta emoción de lo vasco, que está entre lo místico y lo cotidiano. Esa mezcla que tenemos los vascos, que somos capaces de alternar lo cotidiano con lo más elevado", profundiza.

El párroco y el guarda

Actores no profesionales

El artista donostiarra creó una ficción que carece de hilo narrativo y que va construyéndose a medida que los personajes van hablando. Unos personajes que no son actores profesionales sino personas reales del pueblo de Astigarraga, como el propio guarda del palacio, Luis Pescador, y el párroco, Mikel Goenaga. Personajes que se interpretan a sí mismos. Ellos mantienen durante horas conversaciones que no están preparadas sobre temas que les da José María Orbe y que él graba con su cámara, con la que pasa prácticamente desapercibido.

"¿Cómo conseguí convencerles? Llevaba años rondándome esta historia, pero tengo que reconocer que al principio no sabía si iban a aceptar participar en el filme. Al guarda se lo propuse con un par de meses de antelación, pero al párroco ni me atrevía a planteárselo por las horas de dedicación que requiere meterse en un filme como éste. No se lo comenté hasta una semana antes de comenzar a rodar", explica.

En total, ha completado 60 horas de rodaje que el director ha ido puliendo, hasta crear una historia que se cuenta a través de los tabiques del palacio. Los elementos principales de su trama son una vieja casa deshabitada, el guarda que la cuida, el cura del pueblo, los espacios, los sonidos, las luces y las sombras, el paso del tiempo... "En realidad, el palacio es el verdadero protagonista de esta película. Ocurre lo mismo que cuando contemplas un cuadro de Mark Rothko, un pintor que me ha influido mucho. Los verdaderos protagonistas de sus lienzos no son los colores, como muchos creen, sino las figuras que pinta. En el fondo, son puertas y ventanas por los que se asoma a otros mundos. Yo he tratado de hacer lo mismo, plantear situaciones con las cuales nos asomamos a otros mundos. Y he dejado que hablen los personajes, al cabo de una hora se olvidan de la cámara y salen sus auténticos yos".

El Palacio Murgia esta vacío, no hay objetos. "Como dice Oteiza, otro de los artistas que más me han influido, con su teoría de la desocupación del espacio, el propio vacío de la casa es un personaje. Me di cuenta de que la casa, en la que no hay muebles, tan solo paredes, me estaba hablando de su historia, pero no de una memoria individual, sino colectiva. No he querido contar historias de mi familia. La casa es del siglo XI, es una de las más antiguas de Gipuzkoa, e incluso del País Vasco, y ha sido testigo de diez siglos de la historia vasca. ¿Cómo me iba a limitar sólo a los últimos 50 años en los que yo he vivido en ella?".

filmoteca vasca

Retazos de películas antiguas

Hoy en día José María Orbe no vive en este palacio medieval, que está deshabitado. "Es muy complicado vivir en una casa de este tipo, con casi 30 habitaciones. No hago vida social, no celebro fiestas, como antes se hacía, hago películas. Me ha parecido que la forma más coherente para devolver la vida al palacio es rodar en ella una película, utilizando lo que yo sé hacer, que es contar historias con una cámara".

José María Orbe ha utilizado además pequeños retazos de películas que se crearon entre 1920 y 1931 que se guardan en la Filmoteca Vasca. En total, se han manipulado manualmente unos 4.000 fotogramas, uno a uno, para conseguir el efecto de las manchas que crea el deterioro del tiempo. Por ello, el montaje inicial tuvo que ser pasado a un tipo de película en la que la emulsión pudiera deformarse sin que se dañara su base. En total, son más de 20 minutos del filme.

"En la búsqueda de la memoria de la casa, empecé a buscar los primeros cineastas vascos que habían existido", explica Orbe. Por eso, en la película hay tanto de ficción como de documental, pero el cineasta quiere mantener un cierto misterio sobre esta parte de su filme para sorprender al espectador. "Ha sido muchísimo trabajo, pero creo que el resultado ha valido la pena".

noviembre

Estreno en los cines

Eso también ha debido de pensar el jurado que ha seleccionado su segundo largo para pugnar por la Concha de Oro con cineastas como Felipe Cazals, uno de los directores más importantes del celuloide mexicano, con su película Chicogrande, o con las últimas películas de realizadores como John Sayles, Raúl Ruiz o Peter Mullan.

La película Aita se proyectará el día 23 de septiembre en el Zinemaldia y llegará a los cines el 12 de noviembre. Orbe es consciente de que en época de crisis resulta muy complicado sacar adelante un proyecto como éste. Reconoce que ha tenido mucha suerte al haber conocido a Luis Miñarro, el productor de su película, quien acaba de obtener el Grand Prix Globo de Cristal en el festival de Karlovy Vary con La Mosquitera de Agustí Vilá. "Hemos colaborado en varios trabajos. Desde que vio mi anterior película me dijo que quería producir la próxima. En ese sentido, fui muy afortunado, no tuve que ir a buscar un productor, como le ocurre a la mayoría de los directores de cine. Incluso le dije que íbamos a rodar sin guión, y me contestó que no le importaba".

Su anterior filme, La línea recta, tuvo una gran aceptación de crítica, pero "quizá podría haber tenido más público del que tuvo si los mecanismos de distribución en España estuvieran planteados de otra manera, pero tenemos lo que tenemos", se queja Orbe.