Le Lioran Cantal. El Tour desperdigado por los hospitales de media Europa. Ayer en Londres a Wiggins le soldaron su maltrecha clavícula derecha y al mismo tiempo, en París, los doctores cerraban con éxito la delicada operación de cadera de Vinokourov, que lloraba aún en el quirófano una despedida dramática del Tour. Mientras Brajkovic se recupera en su casa de Eslovenia y mata el tiempo escribiendo un blog sobre el Tour con la mano izquierda, la única utilizable, Horner va rellenando, en el mismo hospital de Chateauroux donde fue ingresado el viernes, los huecos vacíos de la memoria que le dejó un fuerte golpe en la cabeza. Txurruka, de camino a Euskadi y una rápida operación en Bilbao de su tercera rotura de clavícula derecha, recuerda el martirio de las otras dos fracturas y asegura dolerse como la primera vez. Hay cosas a las que uno nunca se acostumbra.
A las carreteras de la primera semana del Tour, por ejemplo. "Al fin vamos a correr por carreteras normales; ya estaba cansado de ir por caminos de agricultores". Y lo dice Cancellara, el tractor de Roubaix y Flandes. El alambre de espino que delimita el campo le abrió en canal la pierna derecha a Hoogerland tras la animalada del conductor del coche de invitados de la televisión francesa, que arrolló también a Flecha. Al holandés, un tipo duro, le cosieron la pierna con 33 puntadas y hoy saldrá en el Tour; el catalán, con la parte derecha del cuerpo contusionada, no se baja. Tampoco Gesink, resistente como una piedra, que no tiene la carne suficiente para que le puedan coser la herida del codo.
El panorama, devastador, tampoco están ya en carrera Garate, Intxausti o Van den Broeck, y Contador va de susto en susto, tres caídas en una semana, muchas, hace reconocer a Samuel Sánchez en Aurillac, donde descansa Euskaltel-Euskadi, que es "miedo" lo que corre por las venas del pelotón. Pánico a perderlo todo en un chasquido. "Es el miedo de los ciclistas veteranos, que pensamos más y le damos más vueltas a la cabeza y también al freno. Esa conciencia de lo que podemos perder nos hace ser más prudentes que a los jóvenes, que van más alocados y no ven el riesgo".