En mi adolescencia, leí a Sidharta y saqué la conclusión de que para ser perfecto tenía que alimentarme solo de plátanos, sonreír todo el tiempo y cruzar en mi barca a la gente de un lado al otro del río. Gratis, claro. A mis cuarentaycasitodos, no soy perfecto, lo reconozco, pero es que no tengo barca.