- Suecia vive la mayor inestabilidad política en décadas, cuyo origen está en el “cordón sanitario” de la mayoría de partidos a la ultraderecha y que se ha reflejado esta semana en la elección y dimisión exprés de una primera ministra.

El miércoles fue histórico por la elección como jefa de gobierno de una mujer, la socialdemócrata Magdalena Andersson, pero lo fue además porque el Parlamento aprobó los presupuestos de la oposición, lo que provocó la salida del Ejecutivo del Partido de Medioambiente. Andersson se vio en una situación sin precedente: renunció antes de haber asumido formalmente para someterse a una nueva votación en la Cámara, que el lunes la volverá a elegir previsiblemente primera ministra, ya que mantiene sus apoyos, incluidos los ecologistas.

El día “más extraño en la política sueca”, como lo calificó un conocido analista, siguió el jueves con una inusualmente dura comparecencia del presidente del Parlamento, Andreas Norlén, que cargó contra los verdes y lamentó el daño a la imagen de los partidos y de la Cámara.

La raíz del caos político de Suecia se remonta a 2010, cuando entró en el Parlamento Demócratas de Suecia (SD), fuerza nacida la década anterior a partir de un grupo abiertamente nazi y que se ha ido moderando sin abandonar su xenófobía.

En Suecia, conocida durante décadas por su generosa política de asilo, el resto de partidos fijó un “cordón sanitario” en torno al SD, mientras este aumentaba su apoyo hasta ser tercera fuerza en 2014 y lograr el 17,6 % en 2018.