- El Gobierno alemán ha propuesto que las elecciones generales que pongan fin a la era Merkel se celebren el 26 de septiembre del próximo año. Meses antes, en enero, está previsto el congreso para elegir a su sucesor al frente de la CDU. La canciller pondrá así fin a quince años liderando el primer motor económico de Europa. Durante los últimos meses ha sacado su faceta más europeísta.

El 26 de septiembre de 2021 es la fecha propuesta para celebrar elecciones generales, una decisión que debe ser confirmada por Frank-Walter Steinmeir, presidente del país. Tras quince años en el poder, Merkel no optará a la reelección de su quinto mandato, como anticipó en 2018.

Meses antes, en enero, se celebrará el congreso en el que su partido, la CDU, elegirá a su nuevo presidente. Aunque esta figura no tiene por qué ser el candidato conservador en los comicios, sí otorga muchos puntos para ello. Merkel creía haber dejado su legado orientado tras la victoria de Annegret Kramp-Karrenbauer, para liderar la formación conservadora, pero su discípula dimitió un año después tras varias polémicas y la imposibilidad de unir a una CDU fragmentada entre el ala más conservadora y la más centrista.

La pandemia ha marcado los últimos movimientos políticos de la mujer más poderosa de Europa. En su país, su popularidad se ha disparado hasta el 74%. En marzo fue de las primeras líderes en reconocer la magnitud de lo que estaba por llegar y advirtió a sus ciudadanos de que un 66% de ellos acabaría afectado por el COVID-19. Sus mensajes claros y su estrategia de rastreo dejaron a Alemania como uno de los ejemplos de mejor gestión.

También el virus ha dejado marca en su postura europea. Angela Merkel siempre ha sido una europeísta convencida, pero no ha sido hasta estos meses cuando ha dejado ver su vínculo más afectivo con el proyecto comunitario. En verano dio ante el Pleno su discurso más europeísta y emocional: "Europa no solo es el legado del pasado. Es esperanza y futuro", señaló.

Y no solo lo materializó con palabras. Con la UE "en la encrucijada" ante su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, la Presidencia alemana tomó las riendas. Berlín, en un movimiento casi sin precedentes, se distanció del ala frugal para apoyar una inversión masiva que ayudase a los países europeos más afectados por el covid. La Alemania de Merkel aceptó algo impensable hasta la llegada del coronavirus: la emisión de deuda conjunta.

También fue su gobierno el que impulsó la estrategia del Welcome Refugees en 2015 y el que asentó junto a Jean-Claude Juncker las cuotas de reparto obligatorio de refugiados. Su firmeza, pragmatismo y falta de carisma la llevó a ser la diana de Donald Trump, que le dedicó varios desplantes. Antes de la crisis del transatlantismo y de los refugiados, el Gobierno de Merkel fue también el principal látigo en la crisis de 2008, imponiendo medidas draconianas a Grecia por su rescate.

Durante estos quince años, Merkel, como la UE, ha atravesado muchas y muy diversas crisis. Cuando aterrizó en la cancillería, el bloque comunitario iniciaba su gran adhesión con la ampliación del Este. Ahora son dos de estos países, Hungría y Polonia, los que están impidiendo que Alemania clausure su Presidencia del Consejo con la puesta en marcha del histórico Fondo de Recuperación. Merkel tiene un mes para convencer a Orbán y Morawiecki de que aparquen su veto, pero todas las miradas están puestas en torno a qué precio la UE y Berlín cederán o mantendrán una postura implacable para defender el Estado de Derecho.

El 31 de diciembre concluye la Presidencia germana. Poco después llegará un nuevo liderazgo a la CDU. Y en septiembre Merkel dirá adiós a quince años conduciendo Alemania y la UE. Lo que ocurra en su sucesión tendrá consecuencias inmediatas en el presente y futuro comunitario.