Marsillargues (Francia) - Aquel día de 2016 en el que, leyendo un libro sobre la Guerra Civil, Juan Ocaña descubrió que Franco tenía la Legión de Honor francesa, permanece en la mente de este hijo de republicanos españoles exiliados al otro lado de los Pirineos. "Me estremecí, algo se me revolvió por dentro, ¿cómo era posible?", cuenta. Aquel día, Juan Ocaña se propuso hacer todo lo posible para arrebatar al dictador la "medalla del deshonor". Con ello quiere honrar la memoria de sus padres, cuya vida quedó cincelada por el hachazo de la Guerra Civil y la dictadura, pero también transmitir unos valores y una memoria a sus hijos y nietos, nacidos y criados lejos del conflicto.

Lo que no sospechaba entonces este gestor de empresas, excónsul honorario de España en el sur de Francia, jubilado y militante de todas las causas del exilio, es que su combate se iba a convertir en una lucha contra Goliat.

"CREÍ QUE BASTABA CON PEDIRLO" Ocana, que obtuvo la nacionalidad francesa en 1956, pensaba que su iniciativa sería un juego de niños en una patria donde respiró la libertad: "Creía que bastaba con pedirlo, de lo injusto que me parecía".

Envió un correo a la Cancillería de la Legión de Honor, la magna institución fundada por Napoleón en 1804 para encumbrar a todos aquellos que, franceses o extranjeros, hubieran engrandecido a Francia.

En la respuesta entendió que no iba a ser tan fácil, y su incomprensión creció tanto como su inagotable energía para seguir peleando. "No me lo podía creer. Me dijeron que no se le podía quitar la Legión de Honor porque ya estaba muerto. En ese momento pensé en mi padre. Él combatió con las tropas francesas tras huir de España, estuvo en el campo de Mauthausen y tenía medallas militares. Todas menos la Legión de Honor. Creo que si la hubiera tenido y hubiera sabido que también la tenía Franco hubiera ido a París a devolverla en persona", afirma, a punto de cumplir 80 años.

Ocaña comenzó a investigar y descubrió que Franco fue condecorado dos veces. Primero como oficial de la Legión de Honor en 1928, por su labor como instructor en la Academia Militar de Zaragoza. Dos años más tarde ascendió al grado de Comendador, el tercer escalón más elevado.

LOS MÉRITOS DE FRANCO "Se la dio su amigo Pétain", asegura Ocaña, en referencia al mariscal francés que colaboró con los alemanes durante la Ocupación nazi de Francia en la Segunda Guerra Mundial. Francia condecoraba al militar por sus méritos en la campaña del Rif, donde Ocaña recuerda que murieron miles de civiles. "¿Dónde está el honor?", se pregunta Ocaña con los ojos llorosos, en una conversación en la que se mezcla su combate contra la Legión de Honor del dictador y los recuerdos de su vida, marcada por el Franquismo. Lo uno no se entiende sin lo otro. "España no ha cerrado las heridas. Por eso hay gente como yo que no puede entender que Franco tenga la medalla y, sin embargo, no hay italianos que peleen por que se la quiten a Mussolini, que también la tiene. Allí ya han pasado página. En España no".

El argumento de la Cancillería no convenció a Ocaña. La institución alega que para retirar la Legión de Honor es necesario que la persona esté en vida, para que pueda defenderse. "Desde su creación en el siglo XIX, todo procedimiento disciplinario exige que el condecorado sea informado para permitirle que se defienda", afirma una portavoz de la institución. "Es falso", replica la abogada de Ocaña, Sophia Toloudi, que considera que ese principio es así para los franceses, pero no para los extranjeros.

LA CAJA DE PANDORA Armados de sus argumentos jurídicos, Ocaña y sus letrados llevaron el caso ante la justicia. Frente a ellos, algunos de los mejores abogados de París contratados por la institución. En febrero de 2018, el Tribunal Administrativo de París quitó la razón a los demandantes. Durante la vista, el abogado del Estado dio la clave: si se retiraba la Legión de Honor a Franco se abría la caja de Pandora a infinidad de demandas similares. Porque la medalla cuelga también de la solapa de otros sátrapas africanos, del rumano Nicolae Ceaucescu o, más recientemente, del sirio Bachar al Asad, que renunció a ella en abril del año pasado, cuando Francia le acusaba de estar bombardeando a su pueblo y habían comenzado los trámites para retirársela.

Eso que se sepa, porque los archivos de la Legión de Honor son secretos y durante años ha sido usada como herramienta diplomática por los diferentes presidentes, por lo que pueden ser muchos los casos de condecorados que no resistan al juicio de la historia. La sentencia no desanimó a Ocaña, convencido, al igual que su abogada, de que sus argumentos jurídicos tenían más recorrido, por lo que apelaron en octubre de 2018.

EL DECRETO DE MACRON "No debían de tenerlas todas consigo en la Cancillería, porque no se quedaron parados", señala Ocaña. Un mes más tarde, la Cancillería convencía al presidente, Emmanuel Macron, para que firmara un decreto que enmendaba las normas de una condecoración de más de dos siglos. El artículo 135-6 pasaba a recoger, de forma expresa, que "ninguna acción de retirada puede ser emprendida o proseguida contra una persona fallecida".

"Cambiaron las reglas en el transcurso del proceso. Es un reconocimiento de que tenían miedo al fallo del Tribunal de Apelación", asegura la letrada que, sin embargo, no da por cerrada la vía judicial.

Es consciente de que, incluso en el caso de que su recurso prospere, la Cancillería podrá alegar el cambio de reglamento para no retirar la distinción al dictador español. "Ese decreto es una puñalada. Jurídicamente ya no tenemos razón", asegura Ocaña, mientras su abogada considera que "es como si quisieran que la historia se acabara en el cementerio". "¿Bajar los brazos? Daré todas las vueltas mientras tenga salud". El objetivo pasa ahora por que las autoridades francesas levanten el blindaje impuesto por Macron a los condecorados fallecidos.