Cuando entró a trabajar en la construcción de la autopista AP-8 en Gipuzkoa, "entre 1973 y 1974", Francisco Cano (Córdoba, 1955) era "el último mono" de la obra, pero se convirtió en testigo de una actuación "extraordinaria" por aquel entonces en el Estado español, de "las que no se solían ver".

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"Era una obra extraordinaria por la orografía: la autopista va prácticamente por la cordillera, a base de viaductos y túneles. No había ninguna autopista en estas circunstancias en toda España; de hecho, los túneles tienen el inconveniente de que son más estrechos" que los actuales, "porque entonces no había tuneladoras como hay hoy, por ejemplo, y en aquel momento los túneles se hacían con voladuras; a pico y pala", asegura.

Francisco apenas había terminado sus estudios de Secundaria; tenía 18 años y había empezado a trabajar en "una empresa que se dedicaba a la señalización vertical y horizontal de la autopista". Solían ser los últimos en actuar en la obra, después de que se hubiesen levantado los viaductos, excavado los puentes, con el conglomerado asfáltico ya echado y casi todo listo para circular; pero "en la conexión con el siguiente tramo, que aún solía estar en construcción", podían ver lo majestuoso de aquella actuación.

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Fue una obra ejecutada por tramos. "Se terminaba uno y se emprendía otro". Francisco trabajó en varios puntos de Gipuzkoa. "Primero entre Mendaro y Zumaia; luego hasta Orio y finalmente hasta San Sebastián", hasta la conexión con la variante de la capital guipuzcoana, que se había puesto en marcha ya en 1972.

Trabajó colocando los pórticos de señalización de las salidas, hasta que tuvo que ir a la mili; y a su regreso del servicio militar y tras licenciarse en Económicas, decidió aprovechar su experiencia en el mundo de la señalética viaria para iniciar su propia andadura empresarial.

Francisco Cano es hoy es el presidente de su propia compañía, Grupo Teva, especializada en tecnologías viales aplicadas; como pueden ser los equipos de control y reconocimiento de matrículas que se utilizan, por ejemplo, en los sistemas de peaje free flow, de pago sin barrera. "Somos los que llevamos el control de acceso de vehículos del área central de Madrid", afirma. Cano también preside la Asociación de Fabricantes de Señales de Tráfico (Afasemetra).

"Lo que recuerdo es lo impresionante de aquella obra. Era una infraestructura poco habitual en España, con grandes desmontes, viaductos y túneles. Algo poco visto y muy interesante", asegura hoy este empresario en modo "jubilación activa". Tiene 67 años.

La AP-8, recuerda, supuso todo un hito. En primer lugar, porque "fue una de las primeras autopistas de pago del Estado. Creo recordar que se había hecho la Junquera y había un tramo en Cádiz, el puente de Carranza. Nada más", explica.

La primera carretera con resaltes laterales sonoros

Fue tal el avance que supuso aquella autopista que, una vez terminada, "para viajar de Madrid a San Sebastián, por aquel entonces, en vez de ir por Vitoria (N-I), nos desviábamos en Burgos hacia Bilbao e íbamos por la AP-8 de peaje", asegura Francisco. Sus viajes a Gipuzkoa desde entonces son una constante.

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Recuerda que la AP-8 "fue la primera autopista que implantó los resaltes sonoros en los laterales", una solución importada de Inglaterra. "Y se dio la anécdota de que era la primera vez que los coches pasaban por una raya que al pisarla metía ruido y hubo un montón de llamadas de gente que pensaba que se le habían pinchado las ruedas. Era más o menos el año 80", precisa.