El polideportivo Pío Baroja de Donostia se ha convertido, por unas horas, en un improvisado albergue para 54 refugiados ucranianos, que llegaban procedentes desde Varsovia. Hasta allí se desplazó un autobús de la organización humanitaria Rotary Club de Portugal. En su camino de vuelta, tras parar en Nuremberg y Lyon, la tercera parada antes de seguir camino a Maia, la ciudad lusa a la que se dirigían, fue el polideportivo donostiarra, que ha abierto sus puertas para acoger a 27 mujeres, cuatro bebés, 20 niños y tres personas mayores, una de ellas en silla de ruedas. Junto a ellos 17 cooperantes, incluidos varios periodistas.

Un grupo de refugiados ucranianos para en Donostia camino a Oporto

Un grupo de refugiados ucranianos para en Donostia camino a Oporto

Una breve estancia en la capital guipuzcoana que les ha servido, al menos, para estirar las piernas y calentar el estómago, en medio de un largo y terrible viaje cuyas consecuencias se reflejaban en sus rostros. En el Pío Baroja se han podido duchar, descansar, cambiarse de ropa, comer calentito y, los más pequeños, jugar, olvidándose de alguna manera, del infierno que dejan atrás. Se lo pasaban en grande jugando a baloncesto, chutando un balón o, simplemente, corriendo de lado a lado por la pista. Había otros que no se separaban de los peluches con los que les premiaron a su llegada. Las sonrisas que reflejaban sus rostros eran muestra de lo bien que se lo estaban pasando. Unos metros más arriba, los mayores recibían el cariño de los voluntarios. Un simple abrazo era el mejor de los regalos.

El pequeño puesto de comida colocado en la zona de la cafetería tenía al mando a Iñaki Alava, profesor del Basque Culinary Center. "Sean tiempos complicados, como estos, o no, siempre hay que echar una mano", reconoce el cocinero donostiarra, que ha estado acompañado de una serie de alumnos. "Hemos venido de manera voluntaria. No ha sido una iniciativa del BCC", confiesa un Iñaki que se ha encontrado "mucho dolor". Es algo que "te conmueve y te duele. Me temo que esto es el principio. Ver a estos refugiados, a niños, a bebés, que vienen hechos polvo y arrastrados es terrible", confiesa casi emocionado.

Igor Otaegi, por su parte, no perdía detalle de todo lo que acontecía dentro del Pío Baroja. Ha sido el alma máter de que este autobús de refugiados procedente de Varsovia con destino la ciudad lusa de Maia hiciese una mini parada en Donostia. "El Rotary Club de Portugal se fue a buscar a refugiados a Ucrania y se puso en contacto con otros clubs, preguntando si queríamos hacer algo para ayudarles. Les dijimos que sí y estuvimos buscando y yo pensé en el Pío Barja", sostiene este profesor de esgrima del C.D. Fortuna y socio del Rotary Club de Donostia. "Primero hablé con los jefes y me dijeron que sin ningún problema, que cogiera lo que necesitara", sostiene. "La gente aquí puede descansar a cubierto, ducharse, comer caliente... La gente voluntaria ha comprado comida, medicamentos, ropa... La cuestión es poder ayudar en algo que es una desgracia", considera. "Yo, que no suelo llorar, me he encontrado a niños, gente mayor que ha dejado su casa, a sus familiares porque tienen que huir. 'Como puede ser que ocurra esto'", se pregunta Igor Otaegi. " Los niños pequeños te agradecen que juegues con ellos. Yo creo que ellos se han dado cuenta de que hay gente buena que les ha acogido. No es todo malo en el mundo", asegura.

Tres horas después de su llegada, el autobús con una pegatina adosada a uno de sus laterales en la que se podía leer "Sonrisas de esperanza" seguía su camino hacia Portugal.