e propongo investigar lo que el paciente ignora sobre el funcionamiento de un ambulatorio de Osakidetza, una de las joyas del sistema. En la sala de espera me sitúo frente al mostrador, ocupado por una fémina que, con eficacia y amabilidad, atiende a los profesionales, al teléfono y a los pacientes. Escucho y observo.

El director, designado entre los médicos del centro, es la correa de transmisión de la dirección de Osakidetza con los empleados. Ignoro si podría ser otro perfil profesional o debe ser siempre un "doctor". Percibo que no goza del favor de la mayoría. Normal. Entra en el sueldo. Es el jefe y en su nombramiento no se han valorado ni sus capacidades organizativas ni la empatía con el personal. Sólo la afinidad política y sus dotes de "gestión", es decir, aplicar las consignas. Para coordinar, innovar y pensar ya están los directivos de carnet, los "patanegras".

El nuevo programa contempla que una consulta médica se celebre en diez minutos. Al solicitarla, el paciente puede elegir la franja minuteril que desee. ¡Qué adelantos!

Se sienta a mi lado Joxe. Le calculo ochenta y pocos años, bien de carrocería, pero con problemas respiratorios y, por ende, cardíacos. Cada poco consulta el reloj. Sabe la hora exacta para la que su hija le concertó la cita. Esta mañana se lo ha recordado por teléfono. Intuyo que la médico, precaria pero conocedora de este centro como de otros de la comarca, en los que ha hecho infinidad de sustituciones, está revisando en la pantalla su largo historial clínico y la medicación que le prescribieron en la última visita, hace poco más de un mes.

Murmullo en la sala. La facultativa sale poniéndose el abrigo. Un paciente veterano y cotilla acude al mostrador a interesarse. Se trata de una urgencia en una vivienda cercana, que ha considerado puede resolver personalmente, sin necesidad de recurrir a Urgencias. Tampoco quiere esperar, es su criterio, a que finalicen las consultas para hacer la visita. Efectivamente. En menos de media hora regresa, solucionada la dificultad respiratoria de una paciente de riesgo, según comentan en el mostrador. Los presentes han reaccionado con educación y comprensión. No siempre ocurre. Se recupera la normalidad, tras el "tiempo muerto" con un ligero retraso sobre el horario dispuesto por la Dirección. A estos sitios es mejor ir sin prisa y con lectura para que la espera sea más llevadera. Se nos olvida que paciente viene de paciencia.

La médico sale del despacho y llama a Joxe a la consulta. Relata su problema. Le ayuda a desvestirse para auscultarle. Fuera el jersey, la camisa y, para no alargar la sesión, levantar, sólo levantar, la camiseta. Esta sola, sin enfermera ni auxiliar. Le ausculta. Le ayuda a vestirse. La galena reflexiona mirando a la pantalla, mientras Joxe vuelve a sentarse. Valora las posibles interferencias del medicamento más adecuado con el resto de boticas que toma a diario. Le explica detenidamente la posología, cómo debe tomar las nuevas pastillas y se lo da por escrito. Parece que ha entendido, pero, por si acaso, prefiere llamarle a su hija y repetírselo, aclarando de paso, sus dudas, sin enrollarse mucho. Por último, ayudándole a ponerse el abrigo, despide a Joxe. Casi media hora y sin perder un minuto. Los eficaces gestores que han dispuesto los tiempos por consulta es muy posible que en su vida hayan pasado por una situación similar. Aunque sean médicos.

Se anima el ambiente. Al parecer, los turnos en el ambulatorio son de 8.00 a 15.00 y de 13.00 horas a 20.00 horas. Efectivamente, durante dos horas se duplican el número de sanitarios, no así el de despachos. En teoría es el tiempo que deben dedicar para las asistencias domiciliarias, pero nunca es así. Para mantener al personal en algún lugar que no sea el pasillo, como a veces ocurre, se ha habilitado una sala o un laboratorio con algunos ordenadores para las atenciones telefónicas. Cada uno localiza y marca el número. No existen ni privacidad, ni silencio. Pueden celebrarse dos o tres conferencias telefónicas en la misma sala, mientras que, en un rincón, dos profesionales dan cuenta de lo que traían preparado en el túper. Huele bien.

Ahora entiendo los motivos por los que los jóvenes titulados no quieran participar de esta medicina de familia a la que acceden, salvo contadas excepciones muy vocacionales, los que no han podido optar a otra especialidad. Que los que llevan unos años, desanimados, piensen en otras alternativas, y los más veteranos, quemados, deseen jubilarse. No es el sueldo. Cupos de 1.500 pacientes, cuando lo ideal sería la mitad para poder ejercer la Atención Primaria con fundamento. Precariedad. Burocracia y una organización kafkiana y dictatorial que no cubre muchas bajas, sino que endosa los cupos a otro colega. Falta de autonomía y conciliación.

La solución exige grandes dosis de voluntad política para adoptar decisiones y capacidad técnica para gestionarlas, sensibilidad, especialmente en recursos humanos, cuidando a los profesionales, sus contratos y potenciando su desarrollo profesional. Además, Joxe, como la mayoría, desconocedor de los entresijos, salió muy contento del ambulatorio por el trato recibido. Suficiente.

Durante el último siglo, la esquina superior izquierda de la península es una potencia exportadora de la derecha española. Eugenio Montero Ríos, José Canalejas, Eduardo Dato, José Calvo Sotelo, Francisco Franco, Pío Cabanillas, Manuel Fraga, Mariano Rajoy y ahora Alberto Núñez Feijóo, El Elegido. Es para estudiarlo. La Villa y Corte siempre ha presumido de consumir los pescados y mariscos más frescos de las Rías, y la mejor carne de aquellos verdes pastos. Sin embargo, no son conscientes de que a veces la merluza no es de pincho y el chuletón de buey, casi siempre es de vaca. Y con los políticos pasa lo mismo. Hay mucha trampa. ¡Cuídense de los idus de marzo!

Espárragos de Olite. Rabo deshuesado en salsa. Tarta de queso del Nevada. Agua del Añarbe y a ver qué pasa.

Ahora entiendo los motivos por los que los jóvenes titulados no participan en la medicina de familia