Mientras Europa se blinda contra ómicron, forzando a la vacunación obligatoria, y con el caso Djokovic todavía en la memoria, cerca de 130.000 vascos, sobre todo en la franja de 20 a 39 años, se resisten a inmunizarse contra el covid. Este segmento juvenil es el más reticente, ya que acumula más de 70.000 negacionistas.

Aunque el éxito de la campaña de vacunación en Euskadi es innegable, alrededor del 9% de la población que se puede proteger contra el virus todavía no lo ha hecho. Y eso que desde las Unidades de Intensivos ya han advertido de que una gran parte de la carga del sistema sanitario se debe a los no vacunados.

Tasas más bajas

El Departamento de Salud no se declara preocupado porque la bolsa de personas situadas al margen de la inmunización es mucho menor que en otros países del entorno. Es un hecho que las tasas más bajas entre los adultos corresponden a la franja de 20 a 29 años, que ha alcanzado en los últimos días el 83% de vacunados con pauta completa, y en la de personas de 30 a 39 años, con un 85%. Es decir, todavía quedan 70.242 vascos de 20 a 39 años sin vacunar sobre algo más de 195.000 veinteañeros y 245.000 treintañeros.

Iratxe, de 22 años, es una de las jóvenes que sigue esquivando la vacuna aunque prefiere mantenerse en el anonimato porque "estamos estigmatizados". Sin embargo, cuenta que como el próximo verano tiene pensado viajar tendrá que terminar pasando por el aro. "Veo que por hache o por be tendré que terminar vacunándome. Me da peor rollo ponerme esa inyección que coger el coronavirus, que ya no parece tan agresivo", explica la joven.

Y eso que el certificado covid ha servido para reclutar a un buen número de negacionistas. La instauración del pasaporte covid hace mes y medio ha conseguido acorralar a muchos de los que se resistían a vacunarse, fundamentalmente gente joven que ha comprobado cómo precisa de este certificado con código QR para poder acceder a los locales de hostelería y de ocio nocturno. De hecho, se calcula que son en torno a 40.000 los primeros pinchazos que se han suministrado para poder hacerse con el codiciado documento.

En este sentido, la consejera Gotzone Sagardui aseguró esta misma semana que desde que se adoptó la decisión de requerir el pase covid para diferentes ámbitos y actividades, los datos de las primeras vacunaciones han subido. "Hemos incrementado el número de primovacunaciones sensiblemente", aseguró antes de insistir en la mejora de coberturas tras la exigencia del certificado covid. "Es un efecto que se ha visto", valoró Sagardui.

Manifestación en Bilbao

Como muestra del rechazo vacunal, ayer mismo, miles de personas se manifestaron en Bilbao, convocados por la plataforma Bizitza, para denunciar el uso del pasaporte covid y la "conculcación de derechos humanos" que a su juicio se está produciendo. Procedentes de diversas localidades de Euskadi, Navarra y Cantabria, los manifestantes profirieron gritos contra la vacunación en menores y en personas mayores con las que, según reclamaron, "no se experimenta".

Bajo el lema Stop Pasaporte a la Dictadura, los organizadores -que ya se han manifestado previamente en otras localidades vascas, la última vez el pasado 18 de diciembre en Donostia- denunciaron que este documento se haya convertido en "algo obligatorio" y pidieron además que cese la vacunación infantil. "Este pasaporte es ilegal y vulnera los derechos fundamentales recogidos en diversos tratados internacionales", afirmaron, al tiempo que calificaron la vacuna de "prueba de pseudomedicamentos experimentales de la industria farmacéutica".

Oídos sordos

Porque además de los jóvenes más recalcitrantes, hay en torno a otras 65.000 personas que se sitúan en diferentes franjas de edad que también han hecho oídos sordos a las reiteradas llamadas a la vacunación. "Estamos hablando de un 7-8% de personas que aún podrían vacunarse y en este contexto cualquier porcentaje que se suba, por mínimo que sea, es un gran incremento", indicó la consejera.

Mención aparte recibe la inmunización de los más pequeños de la casa, que avanza a trompicones, ya que hasta el momento se ha inyectado el suero al 54,6% de los chavales de entre cinco y once años.

El seguimiento a la inoculación de las terceras dosis también baja con la edad, ya que la respuesta ha sido muy positiva entre los adultos mayores y mucho más dudosa a medida que se ascienden peldaños de la pirámide poblacional.

Aunque no hay un perfil homogéneo que englobe a todos los que no quieren recibir el pinchazo, según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, los no vacunados alegan, como principales motivos para no vacunarse, no fiarse de los antídotos (28%), o miedo a que tengan riesgos para la salud (17%). También argumentan no creer que son eficaces (10%), falta de garantías (9%), o tener alergias u otras enfermedades y tratamientos (4%). Hay quien decididamente no lo considera necesario, un 4%, y los que se ven invencibles por haber pasado la enfermedad.

Desde un punto de vista sociológico, los expertos sitúan este fenómeno en un contexto de individualismo creciente. "Se ha perdido esa conciencia social de comunidad. Y al final, la decisión de vacunarse es muy individual", valoran.

Mientras tanto, en el conjunto de comunidades del Estado español se intenta repescar a parte de los tres millones de personas que han decidido no vacunarse. Pero no parece que estén por la labor de poner la vida más complicada a los no inmunizados como ocurre en otros países europeos. Para el epidemiólogo Pedro Gullón, "el poner trabas a los no vacunados sería exactamente igual que ponérselas a una persona por fumar o no realizar una actividad física desde el punto de vista de la Salud Pública".