Diez pacientes aguardan su turno junto a la entrada del salón de actos de Kutxa, en la calle Andía de Donostia. Este espacio, que tantas conferencias acoge habitualmente, se ha convertido estos días en una sala habilitada por Osakidetza para que los contactos estrechos de personas que han dado positivo por coronavirus se sometan a una prueba de antígenos que ellos mismos deben realizarse.

La variante Omicron sigue dejando a su paso cifras descontroladas de contagios. No hay más que atender al perfil de las personas que aguardan turno para comprobar que la honda expansiva del virus afecta a todas las edades. Hoy han acudido a la cita tanto veinteañeros como jubilados de largo recorrido. "Llevaré más de doce PCRs, la verdad es que el virus está por todas partes", admite con cierta resignación Alexandra Bardado, de 31 años, consciente de la creciente presión hospitalaria.

Su madre se encuentra estos días "fatal", con la garganta más que cogida y una incesante mucosidad. Su tía fue la primera en caer durante estas Navidades. "Después llegó el positivo de la ama, que cuida a una persona mayor cuya hija también resultó infectada", relata.

"EL AUTOTEST ES HORRIBLE"

Osakidetza le ha citado esta mañana para comprobar si hay o no infección, pero a diferencia de otras ocasiones, hoy ha tenido que someterse a la prueba ella misma. No se acostumbra al hisopo, el dichoso bastoncillo. "Es horrible", confesaba poco después de dejar la muestra con el reactivo.

La falta de personal autorizado para la realización de test debido al caballo desbocado en el que se ha convertido esta variante vírica ha obligado a Osakidetza a habilitar espacios como este de Donostia, con un formato que se quiere extender por el resto de la red de Osakidetza.

El autotest no es plato de gusto para nadie. Hay quienes lagrimean, e incluso sangran de tanto rascar las paredes de la cavidad nasal. Asun Brocal ha acompañado a sus sobrinos, Jon e Irati González, de 10 y once años respectivamente. Desde que entró el virus en casa no ha dejado de ganar terreno. "En la familia hemos tenido varios positivos, de diferentes perfiles y de un modo salteado y aleatorio", relata la mujer, que ha aprovechado su día libre para acompañar a los sobrinos.

Todo comenzó con una visita de familiares durante las Navidades. A partir de ahí, como en una partida de dominó, todos han ido cayendo. "De hecho, me acaba de llamar mi hijo para comunicarme que también ha dado positivo", revela la mujer, que tuvo que pasar "sola" la Nochebuena debido a la escalada de contagios.

EFECTOS IMPREVISIBLES

El testimonio de Asun es el fiel reflejo a pie de calle de la fotografía que ofrecen unas cifras que siguen batiendo récords, con unos efectos todavía imprevisibles. Durante las últimas horas se han contabilizado 9.472 positivos , por lo que la tasa de positividad se sitúa en el 36,5%. "El impacto está siendo brutal. Conozco bien el sector textil, de atención directa al cliente, y está sobrellevando esta situación bajo mínimos", asegura Barbado, que enumera una larga lista de conocidas tiendas de ropa que se están viendo contra las cuerdas debido al reguero de bajas médicas.

El pico de la sexta ola no se atisba por el momento, con la incertidumbre añadida de los efectos que tendrán estas fechas navideñas de mayor interacción social. Ramón Velasco, de 34 años, aguardaba esta mañana el mensaje de Osakidetza para saber si tiene que guardar cuarentena. "En mi caso fue por un compañero de trabajo que dio positivo el día 21, primero en el test de antígenos y el 25 de diciembre en la PCR. El día 26 contacté con Osakidetza. Aunque no he tenido síntomas y me encuentro bien, van pasando los días y siempre te quedan dudas sobre la posible transmisión del virus en caso de estar contagiado".

A unos metros, una sanitaria repasaba el listado de los nuevos pacientes que llegaban para someterse a la prueba. Así resumía la actual situación: "El sistema está como está, saturado; se hace lo que se puede".