alvado el puente. Los medios de propaganda celebran la alta ocupación hotelera por los turistas que han venido a comer pintxos. Las consecuencias de su visita serán un anticipo de lo que nos espera tras las fiestas del solsticio de invierno, denominación cool de las navidades de siempre, pero igual de agobiantes y consumistas. Ahora que el sector hostelero y los karaokes han hecho caja, toca endurecer las medidas frente al covid.

Sara estaba confinada desde el miércoles, como otros 5.000 escolares, porque en su clase se detectó un positivo. Encierro domiciliario y trastorno laboral para los padres. Por si acaso y a su costa, prueba de antígenos diaria en casa, con resultado negativo, mientras esperan las instrucciones que, según afirman los desinformativos de la cadena pública y la prensa, sería la ikastola, asesorada por Osakidetza, la que les avisaría directamente sobre el protocolo a seguir con la prueba de saliva. El sábado al mediodía, la ikastola no sabía nada, pese a su insistencia.

Por la tarde, los padres reciben dos SMS simultáneos en los que únicamente pone: "Cita para entregar la saliva para la PCR, fecha, hora y lugar". Lacónica y surrealista información propia de agentes secretos, de difícil comprensión. La situación se hace insostenible, en opinión de una docente autorizada. Desplazados al ambulatorio y después de la oportuna espera, una sufrida empleada les explica que deben recoger los kits de muestreo y entregarlos en las fechas y horas indicadas en los SMS.

Se desata el instinto maternal, más acusado cuanto más primitiva es la especie.

El amor de las madres alborotadas inunda las redes. Los chats echan humo. Se transmite la información cada vez más versionada. Para cuando algunos padres reaccionan, ya es tarde y no disponen de los kits. En el enigmático y escueto SMS de Osakidetza señalaban que la primera muestra de saliva debían depositarla en el centro de salud de Amara Berri a determinada hora del domingo.

Los padres han de recoger la saliva del escolar, que bajo ningún concepto saldrá de casa. La muestra debe ser reciente y en ayunas desde media hora antes de la toma. Algunos no habrán dado importancia al detalle, otros lo ignorarán y muchos lo habrán hecho al abrir el kit para recoger la saliva con el niño bien desayunado. Dudo del rigor en la toma de muestras.

El domingo por la mañana, cientos de progenitores, más madres que padres, en el exterior del ambulatorio, aguantando estoicamente el aguacero, con su tubito de saliva y solo dos voluntariosas recepcionistas tras el mostrador, identificando las muestras. Alcanzado el objetivo, satisfechos y empapados, con su correspondiente pasaporte covid, más padres que madres se amontonaban en los bares cercanos, sacudiéndose el frío con un cafecito matutino, sin guardar distancias, comentando la desorganización padecida y la falta de comunicación del Departamento de Salud.

El lunes llaman de Osakidetza para comprobar que los niños sospechosos respetan la cuarentena. Al padre de uno le dicen que ha habido una confusión de apellidos y que su hijo está fuera de sospecha. Les han fastidiado el puente familiar.

El miércoles la chapuza continuaba y la cola, a lo soviético, se prolongaba por la acera. Más de dos horas por persona, bajo el aguacero intermitente.

La propaganda, apelando a la responsabilidad individual, facilitará a los medios su versión sobre la esperpéntica campaña salivar, para satisfacción de sus acérrimos. Ahora toca hablar de la ética de la vacunación infantil.

Enfermedad que se transmite de la persona a los animales. Los investigadores se preguntan por la nueva variante ómicron, convencidos de que se trata de una mutación ocurrida a mediados de 2020, según recoge un artículo de Kai Kupferschmidt en la revista Science del 1 de diciembre. Lo que ignoran, de momento, es el escondite del virus hasta su reciente aparición, barajando tres posibles hipótesis.

Quizás pudo haber circulado y evolucionado, en una población con poca vigilancia sanitaria, cualquier país africano excepto, precisamente, Sudáfrica, que lleva un control genómico exhaustivo, o podría haberse gestado en un paciente con infección crónica por covid-19, como ha ocurrido con otras variantes. La tercera posibilidad contempla la evolución del virus en el organismo de un animal, y algunos apuntan a los roedores, para luego pasar nuevamente a las personas, en un viaje de ida y vuelta, lo que convertía al covid-19 en una antropozoonosis.

Helen Branswell, en Stat, un sitio web estadounidense de noticias sanitarias, se hace eco de la teoría antropozoonótica respecto al origen de la variante ómicron, habida cuenta sus mutaciones inusuales, resaltando que todos los investigadores parecen estar de acuerdo es que el SARS-2 es un virus promiscuo, capaz de infectar a perros y gatos, grandes felinos, visones y algunas especies de ciervos. Una lista con tendencia alcista. De hecho, el virus original que salió de Wuhan a principios de 2020 no infectaba a los roedores, pero a medida que comenzaron a surgir variantes (Alfa, Beta, Delta), se adaptaron a ellos. Robert Garry, profesor de Microbiología e Inmunología en la Escuela de Medicina de Tulane en Nueva Orleans, ha estado rastreando las mutaciones del SARS-2 que han surgido. Siete están asociadas con la adaptación de roedores y las siete están en ómicron.

Independientemente del origen de esta nueva variante, dada la capacidad del SARS-CoV-2 para saltar entre especies, sabemos que el mundo se enfrentará a variantes derivadas de animales en un futuro cercano y, en consecuencia, deberemos seguir ajustando las vacunas.

Debemos cuestionarnos la exigua relevancia que se ha ofrecido a los profesionales de las Ciencias Veterinarias en la gestión técnico científica de la pandemia.

Garbanzos con espinacas, rabo deshuesado en salsa y manzana asada. Tinto Solagüen. Café. Remy Marti, para la peli policiaca repe en ETB2.

El mundo se enfrentará a variantes derivadas de animales en un futuro cercano