Comenzó su carrera en la radio con 16 años, en la ya desaparecida Radiotxoki en Intxaurrondo; casi dos decadas después, desde el pasado 27 de julio, conduce Hora 25Hora 25 en Cadena Ser, el programa programas líder en su franja horaria. NOTICIAS DE GIPUZKOA habla con Aimar Bretos de periodismo, la necesidad de adaptación y la memoria compartida.

¿Cómo han sido los primeros meses al frente de Hora 25? ¿Pesa la herencia de grandes del periodismo como Pepa Bueno, Àngels Barcelò o Iñaki Gabilondo?

-Más que pesar, lo que hace es estimularme. Es un privilegio enorme poder heredar semejante programa y el mero hecho de que mi nombre salga en la lista de directores de Hora 25 es un privilegio enorme, el privilegio de mi carrera periodística, y quiero estar a la altura. Y lo estoy intentando, me estoy dejando la piel para estar a la altura de ese reto. Los primeros meses creo que han ido bien. Un programa es una cosa muy colectiva, pero que tiene que llevar el sello de su director. Creo que lo estamos consiguiendo; estamos generando un lugar de encuentro de muchos oyentes de distintas sensibilidades, que vienen a buscar información, pero también argumentos, debate. Habrá que ver cuando lleguen las audiencias, eso es fundamental (ríe).

Es el segundo donostiarra dirigiendo el programa, después Iñaki Gabilondo. ¿Con qué aspectos de su estilo de periodismo te quedas?

-Lo que pasa es que siempre que haces algo después de Iñaki Gabilondo, sabes que lo vas a hacer peor, seguro (ríe). La mera comparación apabulla. Yo de él admiro todo. Admiro mucho su capacidad de discernir el ruido de lo fundamental, de llegar a final del día y decir "de todo esto que ha pasado hoy, solo estos dos asuntos van a tener una relevancia en tu vida dentro de seis meses". Estamos perdiendo mucho tiempo informativo en cuestiones que no dejan de ser fuegos artificiales vacuos y la pregunta que tenemos que hacernos es qué, de todo lo que pasa hoy, tiene una relevancia a medio plazo y poner el foco sobre ello. Yo eso lo he aprendido de mis mayores, entre ellos, de Iñaki.

Recientemente se ha estrenado enstu programa una tertulia con Carmen Calvo, Pablo Iglesias o José Manuel García-Margallo

-Es un horror (ríe). Es un horror intentar moderarlos; no porque tengan ideas distintas, sino porque estamos hablando de tres pesos pesados que vete tú a intentar meterlos en cintura. Para que te hagas una idea, yo este fin de semana, estaba aquí en Donostia y tenía que estar también el martes. El lunes, en vez de hacer el programa desde Radio San Sebastián, como he hecho muchas veces, me fui a Madrid, solo para estar allí por la noche, porque para moderar a estos tres titanes, tengo que estar allí. Ya me cuesta estando (ríe); se desmadran ellos solos: se empiezan a mirar, a picar, a vacilar entre ellos, y es absolutamente€ Un cristo, es un cristo.

¿Cómo es trabajar en un entorno como Madrid, mediáticamente más agresivo y crispado que lo que pueda ser el panorama en Gipuzkoa?

-La gran mayoría de periodistas no hacemos nuestro trabajo mirando alrededor; no lo planteamos como una gresca permanente. Con la crispación, tenemos dos cosas que hacer. Una, no contribuir a que vaya a más. Con el ruido que ya de por sí llega, tenemos la responsabilidad de contarla. Porque contar el ruido, quién está ejerciéndolo y qué está buscando con ello, da también la medida de la clase política de un país. Y creo que los periodistas, como testigos que somos de la realidad, tenemos que contarlo, ni más ni menos.

En relación a eso, han aumentado de manera preocupante las cifras de delitos de odio. ¿Los partidos de ultraderecha legitiman la violencia contra las mujeres, han aumentado de manera preocupante las cifras de delitos de odioel colectivo LGTBI

-Creo que las personas que, por su forma de ser, su educación, su ambiente o su zumbadez encuentran eco en las instituciones a lo que ellos piensan, se ven legitimados en su propia zumbadez.

¿Cuál debe ser la postura de los medios? ¿Dar espacio a esos discursos o negarles la plataforma?

-Me parece que es el debate fundamental. Es un debate que atraviesa todas las redacciones, sin duda. ¿Quiénes somos los medios para decidir lo que lo que le contamos y lo que le hurtamos a nuestra audiencia? No creo que sea nuestro papel tomar decisiones sobre lo que nuestra audiencia tiene que escuchar o no. Lo que tenemos que hacer es trasladar la realidad y nuestra audiencia de ahí tomará sus propias decisiones. Pero, ¿quién soy yo para hurtar a ninguno de mis oyentes parte de esa realidad, por mucho que a mí no me guste o me parezca peligrosa?

¿Está el periodismo en crisis, como se dice desde hace unos años?

-Como profesión, no creo que esté en crisis, porque hay buenísimos periodistas que lo ejercen de una calidad suprema. Ahora bien, como mercado, está en evolución, como ha estado prácticamente siempre en los últimos 15 años. Y los distintos actores del mercado tienen que saber reubicarse y aprender nuevos modelos de negocio, que lo permitan hacer viable y rentable, es fundamental. Si la empresa para la que yo trabajo no gana dinero suficiente como para que yo trabaje, no va a haber nadie que haga periodismo. Lo que necesitan esas empresas es que sus usuarios apuesten por esa información, que cuesta dinero. Por mucho que, como periodistas, hayamos errado el tiro regalando nuestro trabajo; nadie concibe que yo vaya a una frutería y coja la mandarina gratis. Como ciudadanos que aspiramos a estar bien informados, deberíamos ser activistas en el pago por la información.

Ha venido a Donostia para hacer un programa con motivo del 10º aniversario del Acuerdo de Aiete. ¿Está la sociedad vasca lista para terminar de escribir esta página de su historia y evitar que las generaciones futuras la olviden?

- Creo que es muy importante que no consideremos que esta es la última página del libro que tenemos que cerrar para poder vivir en paz y dejar eso en un cajón, sino una página que permanentemente, en los próximos años, décadas, generaciones, vamos a tener que ir escribiendo en conjunto. Porque la reconciliación y la convivencia solo van a poder ser tal, y solo van a poder estar bien cimentadas, si lo están sobre la memoria. Eso pasa porque no haya tabúes; porque hablemos, compartamos y fijemos lo que pasó, dónde estuvo cada uno y qué vamos a hacer para contener juntos las heridas generadas durante este último medio siglo. Pero esa reconciliación solo va a estar bien cimentada si se basa en una memoria sana, bien entendida y compartida.