Hace justo un año el lehendakari, Iñigo Urkullu, anunció que el homenaje a las víctimas del coronavirus que se hizo en Gasteiz no se quedaría en un "hecho aislado", ya que nacía con vocación de repetirse.

Dicho y hecho, por segundo año consecutivo, este 21 de septiembre, "una fecha que está a medio camino entre el otoño y el verano", ha sido la elegida para realizar este segundo tributo, en un acto nuevamente encabezado por el propio Urkullu y acompañado por los representantes de las principales instituciones vascas, entre ellos el diputado general de Álava, Ramiro González, y el alcalde de Gasteiz, Gorka Urtaran, y sus homólogos de los territorios vecinos, además de todos los consejeros, parlamentarios, y miembros de Euskaltzaindia y del poder judicial, con el que tratan de "humanizar y personalizar nuestro sentimiento de cercanía, condolencia y solidaridad" con las más de 4.700 personas que en Euskadi han perdido la vida desde que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia el 11 de marzo del pasado año.

Por segunda vez también, el lugar escogido ha sido el parque Sempervirens, el de la secuoya gigante al lado del colegio Urkide, que significa "siempre verde" que, tras ser acondicionado por el Ayuntamiento y Gobierno Vasco, se ha convertido desde 2020 en un espacio que "nos ayuda a encarnar y enraizar en la memoria la empatía con cada una de las víctimas de esta pandemia".

PERMANENCIA DE LA MEMORIA COLECTIVA

El lehendakari ha recordado cómo la secuoya gigante fue plantada en ese mismo parque en 1860 y aunque se secó en 2014, "por su monumentalidad se ha mantenido en este lugar. A pesar de ser un árbol seco, su fuerza y solidez nos ayudan a representar la permanencia de la memoria colectiva".

Pero este ejemplar de 42 metros altura hace doce meses que no está solo, ya que el pasado año se plantó otro de la misma variedad, "un árbol joven representa la vida. Todo aquello que nos ha unido. Representa la fuerza de nuestra complicidad y colaboración ante la adversidad; el espíritu del bien común".

Es por ello que Sempervirens simboliza en este momento la esperanza de iniciar un nuevo tiempo, "la esperanza de dejar atrás el túnel pandémico e iniciar una etapa de recuperación personal y emocional, social, económica y de la convivencia".

En definitiva, un parque que está concebido como un "lugar de recogimiento, silencio e interiorización. Hoy compartimos el espíritu Sempervirens, miramos al futuro con esperanza, sin olvidar la experiencia pasada y la solidaridad con quienes más han padecido".

El tributo que ha comenzado con la misma pieza de violenchelo Cant dels ocells, que Pau Casals llevó a la ONU como símbolo de la paz, el mismo que sonó hace un año, ha acabado con los dos minutos de silencio que todos los representantes han guardado, todos ellos de pie.