El biotopo protegido del tramo litoral entre Deba y Zumaia conocido popularmente como el flysch se ha convertido en los últimos años en uno de los grandes ganchos turísticos de Gipuzkoa. A su propio atractivo, con paisajes únicos, se le ha añadido la grabación de la película Ocho apellidos vascos, uno de los mayores taquillazos del cine, y de la serie mundialmente conocida Juego de tronos, lo que le ha otorgado un plus de popularidad, traduciéndose en un aumento de visitantes. Esto ha hecho que la Diputación de Gipuzkoa, en colaboración con los ayuntamientos de Deba y Zumaia, acabe de aprobar un plan de uso público y muestreos geológicos del biotopo, traducido en una norma publicada ya en el Boletín Oficial de Gipuzkoa (BOG).

El objetivo de esta orden foral es controlar, de alguna manera, la afluencia de visitantes en zonas donde las aglomeraciones estaban perjudicando, por un lado, la convivencia con los vecinos y, por otro, la conservación del "patrimonio geológico, evitando su degradación". Según se indica en el plan, el principal ámbito afectado es "la franja costera situada entre las desembocaduras de los ríos Deba y Urola", una zona de "acantilados abrupta" de alrededor de ocho kilómetros de longitud y 456 hectáreas de terreno, y "el principal objeto de protección" son "la rasa y los acantilados". El fin último es "garantizar el uso del medio natural como espacio de investigación, divulgación y ocio compatibles con la conservación", así como proteger uno de los tesoros naturales de nuestro territorio. Se trata de compaginar "la protección con el uso público y educativo".

"Llevamos ya doce años trabajando en esto. Ya en 2009 se decía que había que hacer un plan de uso público, pero teníamos problemas de encaje jurídico y ha habido intentonas que no salían. Al final se ha hecho imprescindible sacar adelante ese plan a la vista del auge del lugar", comenta a este periódico Jon Zulaika, responsable de Flora protegida de la Diputación de Gipuzkoa: "Hay momentos de mucha gente y esto se traduce en un pequeño deterioro de la cadena ambiental del lugar y en un problema entre los propios usuarios y la población local, la gente que se dedica al caserío, a cuidar el ganado... había una incidencia clara y teníamos que poner unas normas".

Según las cifras que maneja la Diputación, el biotopo protegido recibe más de 100.000 visitantes anuales, una cifra "muy aproximada", ya que es "muy difícil de controlar", reconoce Zulaika. "Tenemos unos contadores que marcan la gente que pasa por ciertos sitios y en base a eso manejamos esta cifra, pero luego hay gente que va a la playa, por ejemplo. Dice, eso sí, el responsable de flora protegida del ente foral que "en los contadores" que hay "en senderos", es el que "más visitantes tiene": "En general, es de los sitios más visitados de Gipuzkoa".

Sin embargo, no resulta sencillo controlar la afluencia libre de gente en una zona de ocho kilómetros y 456 hectáreas. Tampoco ese es el objetivo de la Diputación porque sería "intentar poner puertas al mar". Por ejemplo, no es igual que controlar el número de visitantes en San Juan de Gaztelugatxe (Bizkaia), donde "hay un paso obligado". "En nuestro caso hay playas, zonas boscosas, prado, varias zonas de acceso... no puedes vallarlo". Lo que pretende la norma foral es limitar el acceso en coche, controlar las visitas grupales a las zonas del acantilado y la rasa mareal y que "la gente vaya por los lugares más habilitados", es decir, los senderos. Para ello no se va a contratar a personal extra. "Contamos con los guardas forestales, las policías municipales de Deba y Zumaia y la Ertzaintza. Hemos puesto cartelería y se hará lo que se pueda. Apelamos al sentido común de la gente, pero ante ciertos comportamientos se va a poder actuar".

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"La gente tiene que entender que esta norma es para preservar el lugar, que es un espacio natural protegido. Hay un sendero que mantenemos y es el que tiene que recibir todo el impacto de los visitantes y fuera de él no se puede andar. Hay zonas erosionadas y por ahí no se puede pasar", señala Zulaika, que indica también que hay otros comportamientos como "echar basura al suelo, poner una tumbona en un prado de siega o dejar los perros sueltos", que son "de sentido común" y que ahora "viene recogido", por lo que "sería punible no cumplirlas". De hecho, la norma foral habla expresamente de "canalizar el flujo de visitantes y evitar la invasión a pastos y terrenos particulares". "Es cierto que hay momentos de mucha afluencia y ves a la gente caminando en hileras, pero eso es muy puntual, el resto del tiempo es asumible. Lo que no podemos asumir en una zona así es ciertos comportamientos", completa.

Convivencia con los vecinos

El control del tráfico es otro de los puntos importantes del plan de conservación. "Los parkings de Errotaberri y Elorriaga están muchos días colapsados, tenemos un plan de seguimiento para ver los problemas que se generan en esos puntos y los que se crean en los barrios de alrededor, donde puede haber demasiado flujo de tráfico que seguramente nos obligará a reconfigurar los accesos en vehículo, quizás habilitar lugares más alejados, aunque eso está en el aire y tenemos que hablarlo". Lo que ya hay son carteles "para redirigir el tráfico".

Esta alta presencia de coches afecta a los vecinos de la zona, al igual que la invasión de terrenos privados, y es precisamente en ese bien estar de los habitantes locales en lo que insiste el Ayuntamiento de Zumaia. "Queremos un turista respetuoso. Es súper importante en destinos como los nuestros, con una filosofía de sostenibilidad, cuidar a la gente local. Eso es lo primero", señala Esti Irureta, técnico de turismo del Consistorio zumaiarra. "Ahí entra la gente que vive en esos caseríos. A veces la conducta de la gente les impide llevar a cabo su actividad de ganadería. Nuestro deber es que la gente se sienta segura y cómoda ejerciendo su actividad, que ya es un sector de por sí bastante duro", añade, además de resaltar que "si el paisaje está bien es gracias a los caseros y los agricultores, que lo conservan. Sin ese trabajo, no iría ni la mitad de la gente a la zona".

Además de obligar al uso de senderos y de controlar el acceso de vehículos, el otro reto es limitar, en la medida de lo posible, la presencia de gente "en los ocho kilómetros de acantilado y rasa mareal, que es lo que ha motivado que el biotopo sea un espacio natural protegido". No se controlará "al que va por su cuenta", pero en la rasa "habrá que pedir permiso en grupos a partir de 25 personas", con el objetivo de que no se junte demasiada gente a la vez. "Los acantilados tampoco soportan mucha presión, solo en la coronación algunas zonas están teniendo problemas de erosión y estamos intentando recuperarlas. La rasa queremos protegerla", señala Jon Zulaika, compaginando su uso "de ocio con la función educativa" y potenciando también "la investigación", punto que se recoge en la norma foral. En general, la idea es "ordenar y controlar las salidas guiadas", responsabilidad que recae en los centros de turismo, que son los que gestionan estas visitas.

En definitiva, la aprobación de la norma servirá para "ir concienciando a la gente" de que el biotopo del tramo litoral entre Deba y Zumaia "es una zona especial y protegida", y que habrá que "conservarla" como tal. Jon Zulaika apela a la "responsabilidad" de la gente que acuda a la zona, aunque advierte de que al término del verano "se verá cómo ha funcionado la norma" y que, en base a eso, "habrá que adaptarla o mejorarla" en algunos puntos para proteger uno de los parajes naturales más importantes de Gipuzkoa y la CAV.