El 6 de febrero de 2020 saltaba la noticia de que dos trabajadores habían sido sepultados por un derrumbe del vertedero de Zaldibar. Joaquín Beltrán y Alberto Sololuze desaparecieron bajo toneladas de escombros, un total de 450.000 metros cúbicos que se han excavado a lo largo de 15 meses.

Aunque el cuerpo de Alberto Sololuze se logró encontrar el pasado agosto, no ha ocurrido lo mismo con Beltrán, ya que como ha anunciado este viernes el Gobierno vasco, se da por finalizada su búsqueda "sin lamentablemente, haber podido localizarlo".

No es la primera vez que ocurre un caso como el de Zaldibar en el Estado. Y es que el derrumbe tiene muchas similitudes con el acaecido en Galicia hace 25 años. A las diez de la mañana del 10 de septiembre de 1996, 200.000 metros cúbicos de basura del vertedero de Bens, A Coruña, se derrumbaron sepultando a Joaquín Serantes López, un coruñés de 58 años que se encontraba entonces lavando su coche en las inmediaciones.

Mientras que los residuos de O Portiño tenían un volumen de 200.000 metros cúbicos, en Zaldibar se vinieron abajo medio millón. Cientos de toneladas que el Gobierno vasco ha retirado a lo largo de más de un año, sin haber conseguido localizar el cuerpo de Beltrán, lo mismo que ocurrió con Serantes, cuyo cuerpo nunca se encontró.

Riesgo de derrumbe

Asimismo, en ambos casos los vertederos presentaban riesgos de derrumbe. Cuando Bens se derrumbó, el Ayuntamiento llevaba años recibiendo alertas sobre el riesgo de derrumbe y ya se habían firmado los planes para su reconversión. En el caso de Zaldibar, se había advertido la existencia de grietas, lo que obligó a la empresa gestora a presentar un informe sobre la "estabilidad" del vertedero 17 días antes de la avalancha.

Y es que según un informe de la Inspección de Trabajo de Bizkaia, la empresa propietaria del vertedero de Zaldibar, Verter Recycling, conocía que el terreno en el que se asentaba estaba en "riesgo inminente" de derrumbe y "no tomó medidas".