- Oriol Mitjà, epidemiólogo catalán especializado en estrategias para combatir las enfermedades infecciosas relacionadas con la pobreza, asegura que los responsables públicos desoyen a los expertos.

Usted se convirtió en el Pepito Grillo para la Administración como narra en su libro 'Un año a corazón abierto', auténtico vademécum de experiencias e inquietudes desde febrero de 2020 hasta el pasado marzo.

-Todo lo que proponíamos fue infructuoso. No solo en Catalunya, que es donde trabajo, sino también en el resto del Estado. Los políticos, por mucho que se diga, no llevaron a cabo las determinaciones que debieron de adoptar para frenar la pandemia, quizá por cuestiones de tacticismo de sus respectivas formaciones.

¿Qué cuestiones aborda en su libro 'Un año a corazón abierto' ?

-Los claroscuros de la gestión de la pandemia. Cuento cómo me enfrenté en numerosas ocasiones a las distintas autoridades de nuestro país por su gestión de la crisis más importante en décadas. Relato también mis orígenes en la profesión y cómo surgió mi vocación, pero sobre todo hablo de las dificultades para conseguir que los criterios científicos fueran adoptados por unos gobiernos desbordados.

¿Cómo lo resumiría?

-Un año a corazón abierto es como un testimonio de vida ordenado pero con muchos, muchos sentimientos. En él abogo por la importancia de reflexionar sobre la crisis derivada del covid-19. Porque tenemos que aprender de los errores. Debemos de extraer conclusiones para las próximas pandemias que, de seguro, llegarán.

¿El lector se sentirá identificado con lo escrito?

-Creo que sí. El libro lo he estructurado en siete partes. En las dos primeras hablo sobre mi personalidad. Tres están dedicadas a la llegada del coronavirus y cómo se gestionó la pandemia. En otra cuento mi relación con la clase política en general. Y, por último, animo al lector a que siga luchando. Es una reflexión repleta de esperanza, porque hay luz al final del túnel.

¿No cree que el exceso de información confunde a la ciudadanía que ya no sabe qué pensar?

-Sí. Tenemos que ser muy cuidadosos para no desinformar. Y en una situación como esta ha sido vital. Los datos que siguen llegando a la gente sobre la incidencia de las vacunas son del todo caóticos. Debería haber un liderazgo que no existe para descartar, además, la infinidad de mensajes erróneos que nos llegan. Aunque también ha habido algunos aspectos positivos.

¿Cómo cuáles?

-La llegada de la información en vivo ha posibilitado que la población haya presenciado la progresión de la ciencia en directo. Esto es muy positivo porque ha visibilizado el papel de la investigación y la necesidad de apostar por ella.

¿Piensa que es necesaria la transparencia informativa?

-Totalmente. Siempre la he defendido, porque forma parte del derecho a la salud de las personas. Por eso, aunque haya podido ser incómodo, nunca me he callado. Cuando asesoré a Zapatero y a algunas autoridades sanitarias de Venezuela, donde aporté información para programas sanitarios, siempre primé la transparencia.

¿Nos pudo el orgullo al pensar que el virus no nos afectaría?

-Sí. En el mal llamado primer mundo pensábamos que estábamos preparados para afrontar la pandemia. Creíamos que eso solo ocurría en países pobres y que aquí no nos llegaría. Fuimos arrogantes y así lo reconoce Zapatero cuando habla conmigo.

¿Se ha politizado la pandemia?

-La lucha entre los partidos, en todas las comunidades, ha sido muy perjudicial para hacer frente al virus. Han entrado en juego varias ramas.

¿Cuáles?

-La evaluación desde las ciencias naturales, la evaluación científica desde las ciencias sociales y, por último, las decisiones políticas que se están tomando.

¿Siguen sin trabajar unidos científicos, sanitarios y políticos?

-Los políticos miran a corto plazo. Muchas de sus decisiones son oportunistas y no muy bien argumentadas. No tienen por qué saber de todo, pero sí deben de ser lo suficientemente inteligentes como para escuchar a los que sí están preparados en temas de crisis sanitarias.

¿Qué pudieron haber hecho?

-Con tal emergencia sanitaria se precisó llevar a cabo programas en vertical para frenar la enfermedad y reorientar toda la estructura. No se debió confiar en que con solo el sistema existente ya teníamos suficiente. De hecho, se ha visto que no lo era. Se debería haber formado y contratado voluntarios de todos los centros privados, auxiliares de todas las especialidades sanitarias, farmacéuticos e integrarlos en una estrategia conjunta contra el covid.

En otros países parece que la gestión tampoco ha sido la adecuada.

-Pero en otros muchos de nuestro entorno, con los que nos tendríamos que comparar, ha habido muchos menos muertos que en el Estado.

¿La pandemia deja al descubierto que hay déficit en Salud Pública?

-Sí, del control de las enfermedades infecciosas. Hay que solucionarlo y continuar también con la concienciación social. Todos podemos sacar alguna lección de cómo combatir las patologías infecciosas.

¿Cuáles cree que son los mayores errores del Ministerio de Sanidad?

-Al principio, cuando nos llegó la primera ola, no tuvieron la suficiente agilidad como para llevar a cabo una estricta vigilancia, con una definición de caso covid-19 vinculada a personas que llegaban al país del extranjero. Hubo grandes restricciones para hacer PCR. En el fondo, no confiaban en lo que habían hecho en China, Corea, Noruega.., que gracias a la intensidad de sus estrategias, están en una situación excelente. Hemos tenido gobernantes que no primaron el apoyo de una tecnoestructura para hacer frente con valentía a lo que estaba ocurriendo.

¿Cree que se decretó demasiado tarde el estado de alarma?

-Sí. El confinamiento llegó cuando el modelo matemático decía que no había otra salida. El pico de muertes fue una consecuencia directa de ello.

¿Y en la cuarta ola se están produciendo también deficiencias?

-Hay poca capacidad para aceptar la innovación, los test de antígenos, los pasaportes€ No se confía en las estrategias de los países que están saliendo de esta pandemia.

¿La falsa dicotomía economía-salud hará que volvamos a cometer los mismos errores?

-La economía está sufriendo mucho, pero levantar en mayo el estado de alarma sería una temeridad, aún es muy pronto. En este tema dudo que los responsables políticos hayan escuchado a los expertos en ciencias naturales y sociales. No nos han escuchado para hacer la valoración acertada.

Usted sostiene que la política ha cambiado la ciencia. ¿Es cierto?

-Sí. Ha habido contaminación en todos los sentidos, también por parte de los científicos y de los medios de comunicación, que han demostrado que a la hora de informar no han sido tan asépticos como decían. Soy muy crítico con el partidismo, porque reniego defender dogmáticamente cualquier postura.

'Un año a corazón abierto' concluye con una referencia al libro 'La peste', de Camus.

-Fue muy crítico con las administraciones mostrando en su libro que en la historia de la humanidad se han producido muchas pestes. Explica cómo la autoridades de entonces tampoco se daban cuenta de lo que ocurría y creían que la peste no iba con ellos. Por eso, acabo el libro recordando que pese a algunos gritos de alegría, la peste no desaparece, sino que volverá. Pero también cedo a la esperanza, porque, a pesar de todo, en el hombre hay más cosas de admiración que de desprecio.

"De los errores de esta crisis debemos extraer lecciones para no volver a repetirlos en próximas pandemias"

"Un año a corazón abierto' es una reflexión llena de esperanza, porque hay luz al final del túnel"

"Los datos que nos llegan sobre las vacunas son caóticos; no hay un liderazgo informativo creíble"